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México D.F. Lunes 9 de febrero de 2004

Jorge Santibáñez Romellón*

No les falles, Vicente

A dos días de haber tomado posesión como Presidente de México, el 3 de diciembre de 2000 Vicente Fox convocó a representantes de la comunidad de origen mexicano en Estados Unidos a lo que sería el primer acto oficial en Los Pinos. Este hecho refrendaba el compromiso del recién electo presidente mexicano para con estas comunidades. Recuerdo que en esa reunión se acercó emocionado uno de estos líderes de origen mexicano para comentarme que "ahora sí" habría verdaderos vínculos entre México y sus mexicanos viviendo en Estados Unidos. Compartió, insisto, de manera emocionada, la sensación que le provocaba estar en Los Pinos con "su presidente" y me platicó cómo, el 2 de julio de ese mismo año había asistido al Angel de la Independencia a celebrar el triunfo foxista y recordó la expresión que le escuchó a cientos de personas reunidas alrededor del Angel, que él mismo, minutos después, en un arrebato, diría en Los Pinos: šNo nos falles, Vicente!

Esa frase resume las enormes expectativas que la comunidad de mexicanos en Estados Unidos tenía acerca de la llegada a la presidencia de alguien que había estado cerca de ellos, que además venía de un estado tradicional de salida de migrantes, que era el origen de gran parte de los ahí presentes.

Vino después el establecimiento de una oficina encargada de las relaciones del Presidente y del gobierno mexicano con estas comunidades (hoy absorbida por la Secretaría de Relaciones Exteriores) y las expectativas se incrementaron. A cargo de la oficina el Presidente designó a alguien muy cercano a él y esto fue interpretado como un signo de la proximidad que habría entre el primer mandatario y las comunidades mencionadas. Escucharon y creyeron cientos de promesas.

De manera casi simultánea se inició el proceso de lo que eventualmente podría concluir con un acuerdo migratorio entre México y Estados Unidos. Se presentó entonces lo que podríamos llamar el primer desacuerdo con las posiciones del gobierno mexicano. Por razones más que comprensibles, ellos, los que ya viven en ese país, tienen como prioridad la regularización de su situación migratoria y sintieron que a lo largo de las pláticas en torno a la negociación migratoria, México estaba aceptando que la prioridad fuera un acuerdo de empleo, esencialmente temporal, y no la regularización de los mexicanos en Estados Unidos.

Después todos sabemos lo que pasó: vino el 11 de septiembre y la guerra de Irak. Algunos de ellos, de los que ya viven e incluso son ciudadanos estadunidenses, veían con preocupación que el gobierno mexicano y "su presidente" no dieran un apoyo más decidido a un proceso que involucraba a Estados Unidos, que finalmente también es su país. Este mismo líder de origen mexicano me comentaba con vehemencia que esa guerra era también suya, que muchos de los soldados eran de origen mexicano y que México debería apoyarlos.

Hace poco lo volví a ver; la ilusión ya no es la misma. Ahora lo sentí incluso preocupado por las reacciones del presidente Fox en torno a lo que se ha llamado "la propuesta migratoria de Bush" que sienten los hace vulnerables y que no debe ser apoyada por el gobierno mexicano.

En esta lógica y aun aceptando que no necesariamente las agendas de estas comunidades y las del gobierno mexicano deban ser coincidentes, el encuentro de marzo entre los dos presidentes reviste singular importancia en torno a los vínculos con los mexicanos viviendo en Estados Unidos. Para México, ya se ha dicho, la llamada propuesta Bush representa una ventana de oportunidad sobre todo para los nuevos migrantes o los migrantes temporales, y no conviene a los ya establecidos. Así las cosas, el Presidente y sus colaboradores deben escoger un tono que aproveche esa ventana de oportunidad, pero que no los aleje de comunidades que le son necesarias.

La tarea no es fácil, más allá de las reacciones en México, si se apoya tan decididamente la propuesta de Bush como se ha hecho hasta la fecha, sobre todo durante una visita a Estados Unidos, en donde el contexto de las declaraciones es otro, las comunidades mexicanas en ese país no van a estar de acuerdo y van a pensar que el presidente mexicano "les falló" y hasta podrían constituirse en obstáculo para las relaciones entre los dos gobiernos. Si por el contrario, se es crítico ante esa propuesta, nos volveríamos a alejar del gobierno de Bush y eso tampoco es conveniente.

La línea es francamente delgada y frágil, los asesores del Presidente mexicano deben estar conscientes de que la visita al rancho de los Bush no es simplemente una reunión social, es quizá una de las últimas oportunidades para hacer algo por el tema. Los mexicanos que ya viven en Estados Unidos siguen esperando que "Vicente no les falle".

* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

opinió[email protected]

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