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México D.F. Domingo 8 de febrero de 2004
FRAUDES EMPRESARIALES, MODELO DEPREDADOR
La
lista de las "10 peores empresas" de 2003, elaborada por Multinational
Monitor, constituye un compendio de vicios, distorsiones, abusos y fraudes
corporativos que muestra hasta dónde pueden llegar el afán
de lucro desenfrenado, la depredación social y la violación
de las leyes por parte de las corporaciones trasnacionales, en el contexto
del neoliberalismo salvaje y la globalización mafiosa que padecemos.
Las compañías incluidas en ese índice
no son las únicas que han cometido irregularidades, escándalos
o ilícitos de gran envergadura, pero sí resultan ejemplos
esclarecedores de un entramado de corrupción y abuso que va mucho
más allá del plano empresarial y se hunde profundamente en
los gobiernos, sobre todo en el de Estados Unidos, en las estructuras de
la globalización y el "libre mercado", y en la política imperial
emprendida por los actuales inquilinos de la Casa Blanca y sus socios corporativos.
Los casos de Boeing y Halliburton, por ejemplo, son indicadores
de la forma en que figuras del gobierno estadunidense y algunas grandes
empresas de ese país han conseguido amafiarse para robar las riquezas
ajenas, sin importar que éstas sean contribuciones fiscales de sus
propios compatriotas o el patrimonio de otro país, y sin que sean
límite para tal depredación las leyes locales o internacionales
o la soberanía de las naciones. La invasión y el saqueo de
Irak a manos del clan Bush-Cheney y de empresas como Halliburton son pruebas
de ello.
Los derechos ciudadanos y el elemental respeto por la
vida y la dignidad humanas tampoco constituyen una barrera para los desmanes
de algunas corporaciones beneficiarias del neoliberalismo: el uso de seres
humanos en experimentos para medir el impacto de anuncios publicitarios,
realizado por la firma Brighthouse, o la distribución de medicamentos
e implantes potencialmente nocivos para la salud a manos de Bayer e Inamed,
respectivamente, lo confirman.
Además, la propia democracia y la libertad de expresión
han quedado vulneradas tras la embestida de los depredadores del capitalismo
salvaje. La firma Diebold, fabricante de máquinas para votar, usadas
en Estados Unidos, ha sido denunciada por las graves fallas en sus equipos
(las cuales podrían abrir la puerta a fraudes electorales) y por
el apoyo directo y sospechoso que sus directivos han dado al presidente
Bush, electo justamente en unos comicios señalados como fraudulentos.
Por su parte, el conglomerado radiofónico Clear Channel es acusado
de imponer la estandarización de contenidos en las frecuencias de
Estados Unidos y de manipular políticamente a la opinión
pública de ese país para beneficio de Bush.
Para finalizar, han de mencionarse las tramas de corrupción
y abuso que, con intensidad creciente, se registran en las bolsas de valores
y otros mercados especulativos del orbe. Merrill Lynch y HealthSouth fueron
protagonistas de turbios manejos económicos (la primera está
involucrada en la quiebra fraudulenta de Enron) que asestaron graves pérdidas
a los inversionistas afectados, pusieron en duda la credibilidad y solvencia
del sistema financiero global y exhibieron a éste como un esquema
organizado de robo y engaño a gran escala.
Desde luego, en el mundo existen compañías
ajenas por completo a la saga de fraudes y abusos reseñada en el
reporte de Multinational Monitor, pero las "10 peores empresas" de 2003
no son meras anomalías o excepciones: por el contrario, son sintomáticas
de la grave crisis ética y legal que agobia al mundo a causa de
la depredación emprendida por grupos empresariales sin escrúpulos,
asociados frecuentemente con estamentos del poder político y beneficiados
por la imposición del neoliberalismo y la globalización a
escala planetaria.
En este contexto, resultan evidentes la inconveniencia
y la peligrosidad de fincar el modelo de desarrollo de las naciones sobre
la inestable y moralmente torcida base del neoliberalismo y la globalización
salvaje. Y si se suman a este recuento la creciente pobreza que azota el
mundo y el palpable fracaso del actual modelo económico para suscitar
el progreso justo y equitativo de la humanidad, queda claro que es urgente
modificar la actual ruta, con el fin de revertir el presente clima de abuso
y propiciar la constitución de economías social, legal y
humanamente respetuosas, con la democracia como marco rector. De lo contrario,
los vicios, las contradicciones y las distorsiones inherentes a la depredación
neoliberal podrían alcanzar grados extremos y suscitar crisis de
magnitudes insospechadas.
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