Crónica Sero
Joaquín Hurtado
Alguien está labrando mi faz de modo inexorable,
impaciente, despiadado. Dice mi médico que esta máscara de
Bela Lugosi es obra de la lipodistrofia asociada al uso de los antirretrovirales.
O a la acción viral de un monstruo dormido en los recovecos más
inescrutables de mis agotadas células. El caso es que me veo y me
acuerdo del rostro postrero de quienes ya se fueron. Me reencuentro con
la horrenda uniformidad de una cara obsequiada a los antiguos navegantes
de la misma góndola.
A la delgadez inhumana, de venas saltonas cual serpientes
verdeazules de mi cuerpo, se suma esta cara surcada de filos, cañadas
y despeñaderos. Como si un diseñador malvado urdiera un plan
para marcarnos sólo por pertenecer al séquito sobreviviente
del desastre. Como si el virus, al verse saboteado por las nuevas terapias,
ahora siguiera una estrategia alterna y macabra: secarnos el rostro hasta
doblarnos el amor propio.
Me veo en el espejo y desde allí me gritan ¡ya
no eres del reino de los vivos! Ya no hay escapatoria. En la oficina, en
la calle, en el banco, en el súper, en el ligue, y no se diga cuando
me encuentro viejos conocidos escucho invariablemente la misma exclamación
entre alarmada y humillante: ¡oye, qué te pasa, estás
reteflaco! Loca Solidaria me dio un consejo desde su negro y saludable
humor: diles que no les crees, que por el contrario tú te sientes
superobeso, pasadísimo de kilos; que vas a redoblar vomitona y dietas.
Así lo hice ayer. En la merienda de mi sobrina
se me acercó una insoportable amiga de la familia. Después
de su dardo envenenado le solté como respuesta la frasecita de Loca
Solidaria. La arpía se me quedó viendo pasmada, desarmada,
y no tuvo más salida que soltar una carcajada inocua. Siguió
el show y la merienda con hamburguesa macdonald que ni siquiera
probé. Créanlo: estoy a dieta.
Con mis cincuenta kilos de masa corporal el nutriólogo
me ha restringido grasas y calorías. Yo rezongué al ver el
menú de lechugas, queso light y carnes magras que me dio
junto con mis resultados de química sanguínea. El laboratorio
no miente. Carga viral indetectable, cuenta CD4 más
de 500. Pero los lípidos desbocados, al alza. Los malditos. Colesterol
a trescientos, triglicéridos casi quinientos. Quienes de esto saben
entenderán lo mal que pinta mi mantecosa sangre.
¿Olvidarme de mis moles, machacas, chicharrones,
tacos, cochinitas, tamales, pucheros de gallina o res o pancita? Qué
ironía: soy un famélico flaco que tiene prohibido comer lo
que quiera y cuanto le quepa. El refri lleno y yo muriendo sin derecho
a la cocina grasosita de mi ingobernable gula. Qué tragedia.