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México D.F. Lunes 26 de enero de 2004
APRENDER A MORIR
Hernán González G.
García Ponce, sentidos
IMAGINATE, LECTOR, SOLO imagínate, que has cumplido 36 años de edad, que eres vital, inteligente y apuesto, tienes una bella esposa y dos hijos, posees talento literario, una de tus obras teatrales ganó un concurso nacional y dos de tus guiones para cine obtuvieron sendos premios, que para entonces has publicado dos libros de cuentos, tres novelas y ocho ensayos sobre artes plásticas y que la vida te sonríe.
PERO QUE UN mal día, cargando una caja de refrescos, las piernas no te sostienen y te desplomas, que te diagnostican una enfermedad incurable causada por una desmielinización en el sistema nervioso central que provocará una parálisis general progresiva, y que incluso algún cretino metido a especialista no te da más de seis meses de vida.
ESE ES EL comienzo de los siguientes 36 años de la vida del escritor mexicano Juan García Ponce, cuya postración en una silla de ruedas y la pérdida creciente del movimiento de sus miembros no impedirán que en ese lapso publique cerca de 50 títulos, reflejo de una vocación y unos sentidos de vida que grabaron en su ánimo, contra viento y marea, la palabra matizar y eliminaron de su diccionario personal el verbo dramatizar.
PROVENIA JUAN DE una familia clase media de Mérida, y si bien los antepasados de su madre pertenecieron a la casta divina, su padre fue un español incansable que al ver la poca disposición de su hijo a trabajar en su negocio lo envió a su pueblo natal. El joven escritor viaja entonces por Europa, recorre todos sus museos, lee, bebe y enamora a cuanta mujer puede. Regresa, se casa y continúa escribiendo.
"BUENA PARTE DEL éxito de Juan con las mujeres -comenta su amigo más fiel- es que sabía cómo tratarlas, más que con caballerosidad con una fina intuición de lo que necesitaban, por lo menos en ese momento. Nacionales, extranjeras, jóvenes, maduras, cultas, ignorantes, casadas o solteras, sirvientas o catedráticas, todas quedaban cautivadas y lo amaban, incluso cuando ya no pudo caminar."
ƑDE QUE SE nutría entonces el espíritu de este hombre que, repito, sin dramatizar por su situación de total dependencia además se declaraba ateo? ƑDe qué se valió para sobrellevar imaginativa y creadoramente una existencia en la que sin dejar de ser él su cuerpo lo era cada día menos?
PROBABLEMENTE DE SU aguda visión, no sólo como crítico de arte y escritor sino de sí mismo como accidente, en ambas acepciones, así como de un ego sabio y desafiante que, lejos de instalarse en víctima impotente decidió asumirse como un dios postrado pero, en contraste con otros, ajeno a la indiferencia, enfrascado en el ejercicio de una vocación y en la exacerbación sistemática de sus sentidos, a la vez que sentimientos y pensamientos disfrutaban y creaban.
SIN FALSAS DICOTOMIAS entre generosidad y egoísmo o materia y espíritu, sino viviendo de, por y para éstos, Juan García Ponce dejó, además de una vasta y reveladora obra, el testimonio de la aceptación soberbia de su azaroso destino. [email protected]
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