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México D.F. Lunes 19 de enero de 2004
León Bendesky
Colchones
En este país muchas cuestiones con sentido social suelen acabar como anécdotas. Puede tratarse de fraudes, en los que se involucran personajes públicos, del sector privado o de organizaciones diversas; pueden ser declaraciones irresponsables, desplantes a lo macho o, bien, actos burocráticos y hasta hechos delictivos. Esta sociedad está todavía mal acostumbrada a la seducción del poder que encarnan la autoridad y el dinero, poder que unas veces es presentado de modo abierto y otras encubierto por los medios de comunicación, pero que está validado por una vulgar escala de valores que mide el éxito conforme a los grandes rendimientos económicos, inalcanzables para la gran mayoría de la gente. Este es un rasgo casi tribal incrustado en un orden jurídico e institucional aún muy endeble, que choca de frente con las nociones de modernidad y democracia que tanto se cacarean.
Lo anecdótico se convierte en una manera de entender lo que sucede y sobre lo que no se tiene capacidad de intervenir; es una forma de resignación ante hechos que ocurren en un ámbito inalcanzable, donde habitan los poderosos, quienes parten y reparten desde un pastel hasta un botín; es un acomodo ante la adversidad cotidiana. Por otra parte, es una manera muy eficaz de ejercer ese poder, de tomar ventajas y, sobre todo, de no tener que rendir cuentas a nadie de manera pública y satisfactoria. Con la anécdota, sacada de su contexto y convertida en interpretación de los hechos, acabamos aceptando de esa forma, sin pruebas, los hechos, diluyendo el sentido de algo que pudiéramos llamar la verdad y tomando las cosas como se nos presentan.
La serie de anécdotas es enorme, tanto que se podría escribir una versión amplia y entretenida de la historia nacional. Sólo recuérdense los pasados 25 años de episodios muy costosos para esta nación, que aún marcan el desenvolvimiento de la política y la economía, y que hoy la mayoría recuerda sólo como anécdota, envuelta, inclusive, en la justificación.
El reciente affaire de los colchones franceses, Ƒo ya debemos decir comunitarios?, que ocurrió en nuestra embajada ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en París, es ciertamente de calado pequeño en comparación con otros que están ya muy bien documentados y convertidos en anécdotas. Pero su magnitud no esconde el sentido de lo que significa el abuso desde las posiciones políticas, que debería haber sido, según quisieron entender muchos en 2000, parte relevante del cambio político en el país.
No hago un drama con respecto a los actos de nuestro embajador, que de responsable de asuntos regionales en la oficina de la Presidencia, cargo que abandonó, pasó a experto en política internacional designado en Francia, lo que deberá entenderse como premio por su labor al servicio del gobierno. El asunto que parece relevante es que la compra de una casa millonaria en un barrio exclusivo de París, su acondicionamiento y el ajuar con que ha sido provista, muestra que la extravagancia del poder no produce vergüenza, sino que aún se cree que genera un poco de gloria. Bien sabía Lord Byron que la carne es débil. Seguramente el país está, dada su alentadora situación política y boyante economía, para las extravagancias parisinas.
Pero el asunto no es de índole privada ni sólo referida al ahora embajador; no es tampoco de tipo administrativo, aunque se quiere resolver desde la cancillería con una explicación y hasta una disculpa del funcionario. Según las noticias, saldrá a aquella sede la contralora de la Secretaría de Relaciones Exteriores para revisar las cuentas de la embajada. Pero la revisión debe ir más allá de la chequera en blanco que llevaba el embajador y de cómo se asignan los presupuestos públicos. ƑQué nos reditúa la embajada en la OCDE en función de los gastos que representa para el erario? ƑCuáles son las necesidades reales de un embajador y su grupo de trabajo para cumplir con el encargo diplomático? ƑQué papel hace el gobierno mexicano mediante la representación de sus funcionarios en el exterior? La contralora podría hacer algunas pesquisas sobre lo que se piensa de nuestro gobierno, de su nuevo enviado ante la OCDE y hacer un informe público. Ahórrese, por cierto, en disculpas.
El asunto tiene, entonces, un fondo político que tiene que ver con cómo se gobierna, qué proyecto guía a esta administración dentro y fuera del país. El affaire parisino de los colchones y los cojines puede ser trivial para algunos, una anécdota más, pero es sintomático, tanto del gusto de este grupo que gobierna por los enseres domésticos (toallas incluidas), como de una visión de la sociedad, de sus necesidades, de su imagen propia y la que tienen los otros, de su lugar en el mundo y de la capacitación profesional de los funcionarios para desempeñar su trabajo. En todo caso, los colchones comunitarios son más cómodos para la política exterior del gobierno que actos como la Cumbre de las Américas de Monterrey.
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