México D.F. Lunes 19 de enero de 2004
Jorge Carrillo Olea
La deminutio capitis de Vicente Fox
Vicente Fox ha admitido claudicaciones del poder presidencial en numerosas ocasiones y hay sospechas de que en algunos casos él mismo las ha promovido. Hoy enfrentamos una crisis de origen internacional, paradójicamente con graves efectos domésticos.
Las aspiraciones estadunidenses más afanosas han sido de siempre sustituir en todas sus funciones a las autoridades mexicanas. No lo han logrado con los años, pero lo intentan cada día. Les favorecen las tendencias globalizadoras con sus perversiones y los ejemplos de la Unión Europea, la relación con Canadá y la obsecuencia de Fox.
En materia migratoria están promoviendo desde hace años que el gobierno mexicano apruebe que el control de ingreso a territorio de Estados Unidos se haga desde aeropuertos mexicanos por autoridades migratorias estadunidenses. Esto es: que la verificación de pasaporte, visa y banco electrónico de datos -que incluye lista negra, huellas y fotografía- lo hagan autoridades migratorias estadunidenses desde aeropuertos mexicanos.
Así que al salir hacia Estados Unidos, usted enfrentaría, todavía en territorio nacional, al Inmigration Service con todas sus posibles consecuencias, incluida la deportación. A principios del presente gobierno, embozada en un ejercicio de sondeo, se estableció esa forma de operar en aeropuertos del sureste. Por supuesto, nada de esto se informó a la opinión pública, pero violentamente está sucediendo hoy.
Generando una obligada alarma, recientemente tanto la autoridad migratoria como ciertas aerolíneas mexicanas, han anunciado la próxima aplicación de programas de "trámites anticipados", por supuesto, sin revelar de lo que se trata.
En materia de controles migratorios y aduanales fronterizos, el 20 de marzo del año pasado desde Monterrey los presidentes Bush y Fox llegaron a un acuerdo para crear la Frontera Inteligente, proyecto que descansa en la ejecución de 22 puntos destinados a mejorar la infraestructura y fiscalizar más rigurosamente los movimientos de personas y mercancías. La Casa Blanca aprovechó para anunciar que en aquel 2003 se asignarían 11 mil millones de dólares a dicho proyecto. Ni en tal anuncio, ni en ningún documento mexicano, se informó sobre la parte que de ese fondo sería transferido a nuestro gobierno vía Secretaría de Gobernación para cubrir parcialmente el compromiso asumido, recursos de los que nadie conoce ni su monto ni cómo se aplicó. ƑDuda usted de que el que paga manda?
En su parte de movimientos de mercancías la propuesta en general, a semejanza del control migratorio, es que exista también una especie de pre inspección. El cambio sustantivo se daría en entregar esas facultades a particulares, importadores y exportadores con supervisión oficial -entiéndase estadunidense- para ejercerlas en territorio nacional mediante la aplicación de un sistema de control por medio de lectores electrónicos de sellos y placas de vehículos de transporte carretero y ferroviario y su carga, principalmente la que se mueve en contenedores. Como sustento de inteligencia a todo este esfuerzo, Estados Unidos creó un servicio: Southwest Border Intelligence. Por supuesto, México tampoco participa en él.
Vinculando el pasado con el presente y hasta proyectando a futuro, la conclusión no es ni de sabios ni difícil: existe un proyecto de invasión consecuente con la relación bilateral histórica. Hasta el pasado reciente la habíamos podido enfrentar airosamente con mayor o menor éxito. No sería sano contar sólo lo perdido, hay que recapacitar también, aunque sea amargo, sobre lo que sí se ha preservado, pero, con mayor pena aún, admitir que en el momento actual somos ajenos a nuestro acontecer, como no sea en calidad de víctimas.
Reconociendo la inmensa complejidad de la relación, debemos reconocer también que estamos a punto o hemos ya perdido lo inverosímil: la vergüenza. Esta es una afirmación lastimosa, pero real, dadas las timoratas declaraciones del Presidente de la República en las que afirma que con la presencia de funcionarios americanos, ejerciendo actos de autoridad en territorio mexicano, "no violamos ninguna ley mexicana, sino al revés", y se ha ocupado de reiterarlo tercamente en un acto de desesperación.
Así, pronto resultará ya anecdótico, y por ello limitado, hablar de lo que está sucediendo en el aeropuerto capitalino. Esta noticia hoy tan encendida habrá perdido atractivo en breve plazo, pero las cosas no pueden quedar en el ámbito de una pasajera indignación
Habría que hacer un necesario llamado a levantar las miras de la reflexión política, identificar plenamente y evidenciar los fines ulteriores del gobierno de Bush, que son con mucho electorales, por no acudir a los fines inmemoriales del gobierno estadunidense. Este ejercicio tendría que hacerlo la sociedad, sus núcleos pensantes y los difusores de opinión. De requerírsele, el gobierno del cambio preguntaría impasible: ƑY yo por qué?
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