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México D.F. Sábado 10 de enero de 2004
Enrique Calderón A.
Los maestros del terror
Por décadas los mexicanos venimos sufriendo y enfrentando una amplia gama de problemas graves y crecientes, pero por fortuna el terrorismo no es uno de ellos. De hecho no es un tema de preocupación al que dediquemos nuestra atención ni es un tema de conversación cotidiana. Nuestro único contacto con el terrorismo se ha reducido a imágenes que se proyectan en algunas salas de cine, lo cual ha reforzado la idea central de que éste únicamente sucede en las películas. Parece que hoy, gracias a nuestra cercanía con Estados Unidos y debido el proceso de globalización de los mercados, podríamos estar iniciando una etapa de acercamiento a este fenómeno.
El terror ha constituido desde hace siglos un arma de guerra, utilizada por los ejércitos para desmoralizar al enemigo. Alejandro Magno la empleó una y otra vez en su campaña contra los persas, los generales romanos la utilizaron igualmente con éxito en sus conquistas, y la práctica ha continuado hasta nuestros días, en la que se ha sofisticado como muchas otras cosas. El terrorismo es una variante moderna, en la que el terror es aplicado ya no sólo a los ejércitos, sino también a la población civil, con efectos realmente devastadores. Una de las características del terrorismo es que su aplicación se hace en forma generalmente anónima; es decir, sin que se pueda identificar directamente a los autores de este tipo de acciones, por lo que las posibilidades de defensa o prevención de un ataque son prácticamente inexistentes, tal como indica la historia reciente.
El terrorismo fue utilizado en la primera mitad del siglo XX por los nazis, primero para hacerse del poder en su país, luego para dominar y ocupar a los países vecinos, y finalmente para aniquilar a la población judía de Europa, así como a otras minorías étnicas.
Esta experiencia fue asimilada y utilizada después por algunas instituciones del gobierno estadunidense (la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y el Departamento de Estado) como estrategia para desestabilizar primero y controlar después naciones enteras. Entre sus primeros éxitos podemos recordar Vietnam, al que lograron dividir en dos mediante una estrategia basada en actos terroristas, de los que luego se culpaba al vietcong en una exitosa campaña de medios.
En nuestro continente el terrorismo estadunidense ha sido aplicado en Guatemala (1954), Chile (1973), Cuba (1960 en adelante) y Nicaragua durante la década de los años 80; en todos los casos la CIA y el Departamento de Estado utilizaron reclutas de esos países entrenados por ellos. Sus discípulos más avanzados han sido aparentemente algunos grupos árabes preparados para desestabilizar gobiernos de esa región, particularmente en Afganistán e Irak. Los resultados actuales de aquellas acciones saltan a la vista, aunque el caos y la desinformación prevalecientes no permiten saber con certeza de qué se trata.
Una posibilidad podría resumirse en el refrán que habla de quienes "siembran tormentas para luego cosechar tempestades", pero otra, a la que se ha hecho referencia una y otra vez, ubica parte o toda la responsabilidad de la paranoia en que hoy vive Estados Unidos en el gobierno mismo de Bush, como estrategia para lograr su relección y el control total de su país, muy similar a la empleada por Hitler entre 1933 y 1934.
Mientras las medidas antiterroristas estadunidenses fueron aplicadas en esa nación, nos parecían nuevas versiones de "viene el lobo"; algunas afectaron la economía del nuestro y, por tanto, la de nuestras familias, pero de ahí a imponernos un programa de seguridad, supervisado por sus agentes, hay una diferencia abismal. El beneplácito y la autorización del gobierno de la República a dichas acciones resulta aberrante e inaceptable, pues viola la Constitución en el delicado aspecto de la soberanía nacional.
En 1942, luego del devastador ataque en Pearl Harbor, el gobierno de Estados Unidos le planteó al mexicano que había altas posibilidades de un desembarco japonés en las costas de Baja California, que tendría como propósito atacar desde ahí territorio estadunidense. Basados en sus reportes de inteligencia, los estadunidenses solicitaron permiso para instalar algunas bases militares en aquella zona del país. La respuesta del gobierno del presidente Manuel Avila Camacho fue tajante y amable al mismo tiempo. "Los mexicanos tenemos la capacidad y la voluntad de defender nuestro territorio nacional". De no haberlo hecho así, seguramente hoy esas bases seguirían operando como sucede en muchos países.
ƑQué tanto ha cambiado la dignidad de nuestro gobierno para que ahora, con un argumento similar, entreguemos la dirección de nuestra seguridad a quienes la historia moderna y ellos mismos señalan como los maestros del terrorismo?
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