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Rocío Sánchez
La reconstrucción de sí mismos implica
la conformación de lo que la psicóloga Josefina Sanz llama
el cuerpo social, es decir, las características sexuales se combinan
con el proceso de socialización para construir un cuerpo femenino
o masculino que concuerde con la expectativa social que se tiene de cada
género. Los conflictos inician con el reconocimiento y la apropiación
del cuerpo. "Vivimos en una cultura que obliga a alejarse del cuerpo, sobre
todo debido a la influencia de la tradición judeocristiana, donde
la carne es concebida como una debilidad del espíritu", dice el
doctor Eusebio Rubio, director de la Asociación Mexicana de Salud
Sexual (AMSSAC).
"Por esto --agrega-- la relación con el cuerpo
tiende a ser ambivalente: mientras la experiencia cotidiana le dice que
es cuerpo, la construcción social le dice que el cuerpo es
algo que tiene y que además es peligroso. Esa ambigüedad lo
vuelve al mismo tiempo prohibido, interesante y excitante". La persona
recibe desde los medios de información y la publicidad modelos de
cuerpos ideales que la distancian de sí misma cuando se da cuenta
de que ese estereotipo no es lo que ve en el espejo. "La juventud es la
etapa donde la persona reacomoda su imagen corporal. Es difícil
porque una imagen que se construye relativamente despacio y fácil
durante la infancia, de pronto se ve desacomodada con relativa velocidad
durante la pubertad", dice Eusebio Rubio.
Estos factores, comenta el especialista, provocan que
la relación con el propio cuerpo sea lejana, por lo que puede darse
una búsqueda de "gozos sustitutos", como las sustancias químicas
o las emociones fuertes, porque el riesgo que implican reafirma la sensación
de realmente tener un cuerpo. La relación está influida también
por la necesidad de pertenecer al grupo, de donde puede surgir el consumo
de sustancias que ayuden a conseguir el cuerpo que se desea: ejercicio
excesivo, dietas no balanceadas o laxantes que terminan por desencadenar
enfermedades severas.
Esa lejanía también hace difícil
identificar las señales que emite el cuerpo, tanto cuando se trata
de dolor como cuando se trata de placer. La autoerotización es una
de las experiencias que ayudaría a descifrar esos signos, pero es
una práctica que puede causar conflicto. Es decir, explica el sexólogo
Eusebio Rubio, "aunque cada vez es más difícil generalizar
la actitud de los y las jóvenes sobre la autoerotización,
parece haber dos percepciones principales. Muchos jóvenes descubren
su cuerpo y su potencial erótico a través del autoerotismo
con menos dificultad que hace 20 años. Parece que el mensaje de
que no es una cosa mala ya llegó a más gente. Sin embargo,
para muchos otros el autoerotismo es una experiencia confusa, vivida a
un tiempo de manera intensa, culpable, pecaminosa, deseable y abominable."
Este dificultoso acercamiento al propio cuerpo complica,
a su vez, el acercamiento a otros cuerpos. "La relación erótica
es una relación de cuerpos gozantes. Si los que participan en ella
están conflictuados con su cuerpo o lo desconocen, no se puede dar
un encuentro." Por esto, Rubio considera que "la calidad de la vida erótica
depende del grado de familiaridad y de armonía que el individuo
tiene con su propio cuerpo, para luego poder participar con el otro". A
mayor abundancia, continúa el director de AMSSAC, "la dificultad
de relacionarnos con nuestro propio cuerpo frecuentemente causa algunas
disfunciones sexuales, porque cuando esa relación no se aprende
bien o se aprende mal, hay consecuencias. Aunque los factores psicológicos
no son la única causa de las disfunciones sexuales, sí pueden
influir grandemente. La función sexual requiere de un proceso de
reconocimiento y depende mucho de la calidad de las experiencias iniciales.
Todos nacemos con la posibilidad de tener una vivencia erótica,
pero también es necesario el aprendizaje."
Réquiem por los cuerpos infantiles
La psicóloga Aurora Bitar considera que las expectativas
de género se empiezan a marcar desde y sobre el cuerpo. Mientras
las mujeres aprenden que sus genitales son "algo" sucio y oscuro --pocas
veces nombrado--, el desarrollo de los hombres gira en torno a la genitalidad.
Los varones crecen con la idea de que ser masculino significa "funcionar",
ser potente. Así, las mujeres están corporizadas y los hombres
genitalizados, pero a ambos les falta incorporar una parte de sus cuerpos
a su desarrollo sexual.
"Los y las adolescentes --comenta la especialista-- viven
un duelo por la pérdida del cuerpo infantil. De pronto se miran
al espejo y lo que ven no concuerda con la imagen que tenían de
sí mismos. El paso es lento y causa confusión, por lo que
necesitan compararse. Si bien es cierto que su grupo de iguales es un punto
de comparación, también en las imágenes publicitarias
encuentran parámetros, pero éstos son tan altos que hacen
difícil reconocer y apropiarse de un cuerpo que está muy
lejos de alcanzarse."
Estos estereotipos de género influyen en el vínculo
erótico con otras personas, asegura por su parte el psicoterapeuta
sexual Iván Arango. Así, el concepto de masculinidad se asocia
a la idea del control, la superioridad y la violencia. "El control, dentro
de la relación sexual, implica dominar la erección, la eyaculación,
el propio desempeño e incluso el desempeño y la satisfacción
de la pareja. Todo esto naturalmente rebasa el control del hombre y saberlo
produce angustia. Y cuando una persona trata de acercarse a otra en un
estado de miedo, hay reacciones fisiológicas innatas que lo desconectan
del encuentro erótico, pues el cuerpo se prepara para una situación
de amenaza. Reacciones como la producción de adrenalina que se da
en un momento de peligro obstaculizan las sensaciones eróticas y
placenteras, dificultando el encuentro sexual."
En el caso de las mujeres, explica, socialmente se espera
que vivan para los demás como madres, hijas, hermanas o esposas.
No obstante, el concepto actual de una mujer sexualmente activa le exige,
primero, que cumpla con un cuerpo femenino idealizado "que por su delgadez
incluso hace desaparecer los signos de la sexualidad femenina" y, segundo,
el mito de la multiorgasmia, que no siempre puede alcanzarse si la mujer
no ha explorado sus sensaciones. "Se siguen teniendo expectativas sociales
de que la sexualidad y el placer son cosas innatas, como si no hubiera
que hacer nada por descubrirlas. A partir del desconocimiento y de la necesidad
de cumplir con requerimientos culturales se producen desencuentros, angustia,
y se derrumban las expectativas que se tienen en la juventud de que los
primeros encuentros son maravillosos, en un contexto de amor romántico
en donde no hay que hacer casi nada para sentirse bien", sentencia Arango.
La potestad del cuerpo y el placer
La juventud es la etapa de reconocer el deseo que se siente
de acercarse a otras personas, y a la vez los mensajes sociales estimulan
los encuentros en pareja. El problema es que no se promueven relaciones
sanas, sino que al hablar de sexualidad se hace en el sentido de competencia,
de quién ha hecho qué cosa y cómo lo hizo, y quien
no ha tenido esa experiencia se siente excluido y presionado a hacerlo,
cuando aún no se ha dado el primer paso: la potestad del cuerpo
y su placer.
El desarrollo de una sexualidad sana, libre y responsable
en la juventud supone pararnos de frente y preguntar qué de la cultura
nos facilita o nos dificulta el desarrollo de esta parte de la naturaleza
humana. Los mensajes sociales, culturales y biológicos en ocasiones
se contraponen, cuando lo deseable es el equilibrio entre ellos. Los especialistas
coinciden en que, si se trata de modelos a seguir, el mejor es el propio
cuerpo. Hay que conocerlo, aceptarlo, valorarlo, escucharlo y una vez apropiado
se podrá ejercer una sexualidad basada en la libertad, la equidad
y la información científica. |