LETRA S
Enero 8 de 2004
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Editorial

Finalmente, el PRD falló a su promesa de aprobar la Ley de Sociedad de Convivencia en la Asamblea Legislativa del DF. A falta de verdaderos argumentos, el coordinador de la fracción mayoritaria de ese recinto legislativo, René Bejarano, recurrió a múltiples argucias para detenerla. Una de ellas, la más vil, fue hacerse eco del infundio de Provida de que esa ley abriría la posibilidad de la adopción de menores por parte de parejas gay. Las organizaciones civiles agrupadas en la Red Ciudadana por la Sociedad de Convivencia desmintieron puntualmente esa y otras tantas falacias por el estilo, con lo que develaron que las verdaderas razones de Bejarano para oponerse no eran jurídicas sino políticas: cuidar la relación del gobierno de López Obrador con la iglesia católica, en particular con el arzobispo Rivera Carrera, con vistas a las elecciones del 2006. Estas razones trascendieron a la prensa, se filtraron de las mismas reuniones cerradas de la fracción perredista, donde Bejarano advirtió de lo anterior a sus correligionarios.

Por ello, es de lamentar que en esta contienda la única ganadora haya sido precisamente la jerarquía católica, cuya influencia política se extiende ahora dentro de las filas de la izquierda. Por el lado de los perdedores no sólo debemos apuntar a las múltiples organizaciones civiles que la apoyaron y al propio PRD, sino también, y esto es lo más grave, a la condición laica de los poderes públicos. Tanto el poder ejecutivo como el legislativo en el DF sucumbieron al veto eclesiástico.

Resulta paradójico que en nuestra recién estrenada democracia y en una sociedad de larga tradición laica, sea la jerarquía de la iglesia católica la gran cortejada por las diversas fuerzas políticas, de izquierda y de derecha, en su lucha por el poder. Lo que significa un mal augurio para el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos.