Crónica Sero
Joaquín Hurtado
Cuatro de diciembre. Siete pm. Sentado en las escaleras
de Bellas Artes sobre mi tambache de libros. Libros que vengo cargando
desde Monterrey. Desde Monterrey traigo cincuenta kilos de Crónica
Sero. Lo mismo que pesa mi cuerpo desdibujado.
¿Y qué hago yo sentado en este portal de
Bellas Artes, justo al lado de ese perro sin nombre? Pues nada: que se
suspendió la presentación de Crónica Sero porque los
trabajadores del Palacio se pusieron en huelga. Huelga quizás justa
pero no menos inoportuna. A mis presentadores, al público, a la
danza, a la música, a las letras nos dejaron literalmente en la
calle. ¿Y para qué es esta huelga? Pues para salvar la cultura...
¡ah!
Llegan mis amigos y preguntan y se lamentan y se sientan
a mi lado y sienten pena. Lástima no sienten, yo lo sé. Saben
que sus ropajes no hacen juego con mis harapos. Vergüenza sienten
mis amigos por la cancelación del evento que con sacrificios organizamos
y nos trajo desde tan lejos.
¿Y ahora qué hago yo con este callado fardo
de libros, con este hato de huesos y cenizas y mortajas y voces de nuestros
muertos de sida? ¿Qué hago con mi sida tan vivo? Nada, seguir
aquí viendo pasar el río cenagoso de la vida, llorando a
carcajadas. Sentado recibo el pésame y el pésame le doy a
Alejandro, Silvia, Carmen, Jorge y una docena de bienquerientes. El dolor
compartido es un cáliz amargo que al pasar de mano en mano se dulcifica.
Y gracias le doy a la huelga. Por ella confirmo que aún
hay gente buena en esta ciudad desalmada. Gente que hace más leve
mi arduo trabajo de ir por la vida cayéndome a pedazos. De algún
lado han salido amigos que me estiran del abismo antes del despeñadero
y me dicen vámonos a Sanborns, a cenar y calentarnos los huesos.
Y a los Azulejos nos vamos. Allí hacemos el recuento de viejas complicidades.
Justo antes del derrumbe, de mi cataclismo anímico, me salvan los
serenos y bellos amigos. Puros sobrevivientes reunidos con el pretexto
de un pequeño librito, apenas un gránulo ante el hoyo negro
del sida.
Luego me encontraré a Alejandro Brito y me dirá
que debemos organizar la presentación de nuevo, en otro espacio.
No, Alejandro --le respondo. En Bellas Artes están en deuda con
todos nosotros. Ojalá que la luz de la buena fe los ilumine y nos
regresen el espacio escatimado. El tema merece más respeto del altar
mayor de la cultura mexicana.
Y como aún hay justicia sobre el mundo, días
después recibo la atenta llamada de Anamari Gomís, directora
de Literatura de Bellas Artes. El milagro se ha hecho realidad. Han reprogramado
la presentación de Crónica Sero para el miércoles
3 de marzo del 2004. Allá nos vemos, esperen noticias.