México D.F. Jueves 8 de enero de 2004
Miguel Marín Bosch*
Terrorismo maquilero
A Sean P. Diddy Combs se le conoce más por su música hip-hop que por su defensa de los derechos laborales. A Lydda Eli González casi nadie la conoce fuera del pueblo de Choloma, en Honduras (en la zona de libre comercio denominada San Miguel). Desde luego que Sean Combs no sabía de su existencia. Esto es, hasta hace poco.
Resulta que Lydda Eli trabajaba en Setisa, fábrica de ropa que cuenta entre uno de sus mejores clientes a Sean Combs. Digo "trabajaba" porque el verano pasado perdió su empleo, junto con otras 14 costureras que trataron de sindicalizarse. La fábrica es propiedad de Southeast Textiles, con sede en Carolina del Norte, compañía que hace unos años decidió trasladar sus operaciones a Honduras debido a presiones derivadas del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Cuando el National Labor Committee, una organización no gubernamental, se enteró de lo que ocurría en Choloma, invitó a Lydda Eli a viajar a Nueva York para que contara su historia. Y así lo hizo junto con otras dos compañeras de trabajo.
En la fábrica trabajan 380 personas que producen, entre otras cosas, decenas de miles de camisetas adornadas con las letras SJ o Sean John, la ropa que comercializa Sean Combs y que se vende en 40 dólares la pieza. Las costureras ganan 90 centavos de dólar por hora, tienen prohibido hablar mientras trabajan, requieren de permisos especiales para pasar al baño y son despedidas si se embarazan.
"Mi propósito", dijo la señorita Lydda Eli González, "es representar a todas las costureras de Honduras y poner fin a la humillación y violaciones a nuestros derechos laborales. Sean Combs es un hombre con mucho poder e influencia y creemos que debería ayudarnos y acabar con estas violaciones."
Tras unas semanas en Nueva York las tres costureras regresaron a Honduras en noviembre. Dijeron que era vergonzoso tener que "ir a otra parte a denunciar, porque aquí no se escucha". Su denuncia fue aplaudida por unos y duramente criticada por otros. Se les acusó de "terroristas de la maquila, mentirosas, traidoras y vendepatrias". Pero no se arrepintieron.
En las últimas décadas han proliferado las empresas maquiladoras en todo el mundo. Y en muchas hay violaciones de los derechos fundamentales de los trabajadores. Peor aún, algunas se valen de la mano de obra infantil, sobre todo en Africa y Asia, donde se concentra 90 por ciento de la fuerza laboral de los menores de 15 años. De cada 100 niños en el mundo, 16 trabajan y la gran mayoría lo hace en las peores condiciones. ƑCómo se puede luchar en contra de estas prácticas? La Organización Internacional del Trabajo hace lo que puede, junto con centenares de organizaciones no gubernamentales. Pero, aun en los casos más visibles y debatidos, no se ha logrado avanzar mucho. Por ejemplo, hasta hace diez años a nadie le preocupaba la procedencia de los balones de futbol. Cuando se descubrió que las grandes empresas de equipo de deporte estaban fabricándolos en maquiladoras de Asia meridional empezó el debate. Sin embargo, pese a las denuncias constantes, en India y Pakistán menores de edad siguen cosiendo los balones que se exportan a todo el mundo.
Lydda Eli González tiene 19 años y trabaja desde los 11. Si fuera mexicana quizá habría interpuesto su denuncia con base en el Acuerdo de Cooperación Laboral de América del Norte (ACLAN) que, al igual que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entró en vigor hace una década.
El ACLAN se firmó para asegurar que los tres gobiernos del TLCAN velaran por el respeto de los derechos de los trabajadores en sus respectivos países. Y ha habido denuncias que podrían acarrear sanciones, tanto en México como en Estados Unidos y Canadá. Pero ninguna de las más de 50 denuncias presentadas desde 1994 ha prosperado.
Lo único que les queda a los trabajadores inconformes con las condiciones de su empleo es denunciarlas públicamente. Y si la denuncia es en contra de una empresa vinculada a los "ricos y famosos", como Sean Combs, quizá logre interesar a los medios de comunicación. Con la difusión de los abusos laborales quizá se consiga también sancionarlos, cosa que ha sido imposible hasta ahora en América del Norte dentro del marco del ACLAN. En el caso Lydda Eli González los resultados están a la vista. Sean Combs reaccionó rápidamente y ya se están haciendo cambios en la fábrica Setisa. El sindicato de las trabajadoras ha sido reconocido. Se ha instalado un sistema de aire acondicionado. Las costureras serán inscritas en el seguro social hondureño, lo que se traducirá en atención médica y medicinas gratis para ellas y sus hijos. Se eliminarán las pruebas de embarazo y ya no se requiere permiso para ir al baño.
Ahora que ya pasaron las fiestas de fin de año y se repartieron los regalos, habría que echarle un ojo al país de origen de los juguetes. Quizá las manos que los hicieron pertenecen a niños más pequeños que quienes los recibieron.
* Ex subsecretario de Relaciones Exteriores e investigador de la Universidad Iberoamericana
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