.. |
México D.F. Lunes 5 de enero de 2004
ƑLA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Un compadre del Indio Grande
PLATICAR CON DON Pedro Yllana, patrón del restorán El Tío Luis y emperador de su larga y fructífera existencia, era un doble placer: por un lado, su abundante anecdotario como aficionado y amigo de muchas figuras del toreo y, por otro, su impresionante trayectoria como empresario restaurantero, siempre en ascenso, a partir de una sencilla pero inalterable filosofía de servicio.
ENTRE BROMA Y de veras, no pocas ocasiones le sugerí que impartiera una conferencia sobre El arte de servir entre los metidos a empresarios taurinos en México, sobrados de dinero y de ínfulas, pero carentes de imaginación, sensibilidad y espíritu de servicio, no sólo al público, sino a una tradición que, por esas carencias de ellos, día a día se les escurre entre las manos. Enemigo de hacer enemigos, don Pedro sonreía con aquella melancolía sabia y optaba por platicarme de cualquier cosa.
"A ESPAÑA HAY que ir -se encastaba El rey del pollo- con el corazón por delante. Como en su momento fueron, triunfaron y se hicieron figuras Rodolfo Gaona y algunos más. Desafortunadamente, hoy las diferencias entre una fiesta y otra son abismales, sobre todo por el ganado que se lidia, y nuestros toreros se han acostumbrado a una excesiva comodidad.
"ƑCOMO MOLESTARIA GAONA al ambiente taurino español de la época, que Joselito tuvo que sacar un periódico que atacara al mexicano y pagar espontáneos cuando éste toreaba? Aun así, gracias a una fuerza de carácter fuera de serie, Rodolfo fue primerísima figura en España, base de los carteles más importantes y digno alternante de los mejores de allá. En México todavía no le hemos hecho justicia. Gaona debería estar enterrado en la Rotonda de los Hombres Ilustres, no en un sitio cualquiera.
"EL INDIO GRANDE fue, además, una personalidad extraordinaria que a su carácter supo aunar todo el talento del mundo y una sabia disposición a aprender. Lo conocí en 29, cuando ya se había retirado, y constaté la lucha tremenda que tuvo que librar consigo mismo ante los contratos en blanco que le ofrecían para que volviera a los ruedos. No lo hizo por respeto a su trayectoria y a su palabra, y por amor a sus hijos. Se le hizo entonces un carácter terrible, pero después se tranquilizó y se dedicó a leer, a estudiar, a repasar crónicas y recuerdos y a jugar dominó, su otra pasión.
"CUANDO tenía invitados en su caserón de Azcapotzalco, después de los postres ordenaba: 'Señores, hagan el favor de ponerse el sombrero que ya vamos a jugar dominó', y los despachaba cortés, pero terminantemente. En uno de sus últimos onomásticos, Rodolfo, que era una autoridad en flamenco, se puso a cantar por seguidillas, y Pilar Rioja, a quien siempre admiró, bailó como los ángeles. Fue una estampa deliciosa, inolvidable", concluyó don Pedro Yllana, quien a pesar de haber sido compadre de Gaona y visto toros toda su vida, no fue viudo de ningún torero y asumió su sana afición hasta el último día.
|