México D.F. Martes 30 de diciembre de 2003
Luis Hernández Navarro
La demencia de las vacas locas
La amenaza se ha vuelto realidad. La enfermedad de las vacas locas toca a las puertas de nuestro país. Si el mal fue capaz de cruzar un océano, evadir controles sanitarios y llegar desde Europa a Estados Unidos y Canadá, es cuestión de tiempo que cruce la frontera. El nivel de nuestras importaciones de carne y ganado vacuno provenientes del vecino del norte, el contrabando de cárnicos, la insuficiencia de medidas eficaces para analizar la higiene de los alimentos y los hábitos alimenticios de la población hacen prever -sin catastrofismo alguno- el desembarco de este padecimiento en México.
El mal de las vacas locas es una variante de la enfermedad Creutzfeldt-Jacob (ECJ) que los humanos ad-quieren por consumir carne de res contaminada. Es de-generativa y mortal. Comienza con síntomas siquiátricos como ansiedad, depresión y cambios de conducta; posteriormente, los enfermos pierden la memoria y el habla. En las personas es una enfermedad reciente. En 1995 se dio a conocer el primer caso de demencia de ECJ en un joven escocés.
El padecimiento entre humanos es resultado de la manipulación de las cadenas alimenticias animales. Para maximizar ganancias y reducir pérdidas, se alimentó a reses y vacas británicas con alimentos balanceados elaborados con vísceras de las ovejas enfermas de scrapy (encefalopatía espongiforme). El ganado vacuno se contaminó y de allí pasó a los hombres y mujeres que, a partir de 1995, consumieron carne bovina, en parte, en forma de hamburguesas.
La crisis de las vacas locas es el precio que se ha pagado -hasta el momento- por convertir a herbívoros en carnívoros, parcialmente caníbales; por traspasar la barrera de las especies en la búsqueda de mayor rentabilidad económica. Para poder competir en el mercado, los granjeros de países desarrollados prefieren engordar su ganado con piensos elaborados con proteínas de origen animal que con pastos o alfalfa. Alimentar al ganado vacuno con proteínas animales acelera su nivel de crecimiento y permite que su producción de leche sea mayor.
El riesgo que entrañaba para la salud humana una epizootia de encefalopatía bovina espongiforme producida entre 1985 y 1998 en Inglaterra y Escocia, en la que murieron alrededor de 175 mil vacunos, no quiso ser reconocido por las autoridades inglesas sino hasta muy tarde. Por encima de todas las cosas -incluida la vida humana- los funcionarios británicos defendieron su planta productiva.
En enero de 1996, Stephen Doll, entonces secretario de Salud de Reino Unido, señaló que la posibilidad de contagio humano de este mal era inconcebible. Dos meses después tuvo que informar al parlamento de la aparición de una variante desconocida de la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob y admitir que su origen podría ser la transmisión al hombre del padecimiento bovino.
Con los controles sanitarios desmantelados en nombre del libre mercado, la enfermedad se expandió a otras naciones: Irlanda, España, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Canadá y, ahora, Estados Unidos.
El peligro de que el mal llegue a nuestro país es real, aunque el gobierno haya decretado la interrupción temporal de las importaciones. Los cárnicos con el mal detectado en Estados Unidos ya podrían haberse vendido a otros países, de acuerdo con la vocera del puerto de Oakland. El diario inglés The Guardian señaló que las autoridades estadunidenses habían perdido el control de la distribución de la carne infectada.
El riesgo de infección es real. Con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio para América del Norte la importación de carne de res congelada se incrementó escandalosamente.
En 2001 la compra de carne a Estados Unidos duplicó su valor en relación con 1994, alcanzando mil 174 millones de dólares. Los megaconsorcios comerciales que controlan, cada vez más, la distribución de comida en los grandes centros urbanos - como Wal-Mart o Price Club- son abastecedores prolíficos de productos importados para los consumidores nacionales. Los controles sanitarios en México son sumamente deficientes. Por si fuera poco, la corrupción aduanal impide una vigilancia eficaz de las fronteras. Tan sólo al estado de Sonora llegan cada mes 3 mil 500 toneladas de carne USA Made ilegalmente. El gusto nacional por los sesos y la médula -principal fuente transmisora de la enfermedad- y la moda de la comida rápida estilo Estados Unidos convierten potencialmente a quienes los consumen en población propicia para adquirir el mal.
La demencia de las vacas locas es una llamada de alerta sobre los costos para la salud y el medio ambiente que tiene la agricultura industrial y el libre comercio alimentario. Es también un desmentido ejemplar a quienes ven en el traspaso de las barreras de las especies (como es el caso de los organismos genéticamente modificados) el camino a seguir para proveer la alimentación del futuro.
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