México D.F. Martes 23 de diciembre de 2003
Marco Rascón
Economía diabética
Gordos macroeconómicos, pero pobres. Obesos consumidores, pero desnutridos e improductivos. Fieros recaudadores de energía que se va por la orina del pago de intereses de todas las deudas. Demandantes crecientes de insulina externa para sobrevivir, que a veces logra estabilizar, mas nunca cura del todo. A la cantidad de azúcar en la sangre se le quitaron tres ceros para ocultar la gravedad de la enfermedad, pero en 27 años llegaremos al punto de partida y tendremos conciencia de que nos hemos devaluado 100 mil por ciento, dejando a un lado el curso de los problemas nacionales, que al menos gozaba de salud.
Bajo esta economía diabética, el mal apetito de México no baja y el organismo se sigue corrompiendo: el país va perdiendo la vista, el cuerpo aparece llagado y están en puerta amputaciones territoriales, eléctricas, de la biodiversidad natural y energéticas.
El saqueo de décadas terminó por enfermar al país, por eso de cada diez mexicanos dos tienen diabetes a consecuencia de un cambio esencial de la pobreza. En la nueva asignación de la división mundial de la economía, dejamos de producir y por eso nos destinaron a consumir con moneda sobrevaluada, que sólo puede comprar chatarra globalizada. México tiene prohibido producir.
Los mexicanos nos hemos caracterizado por ser uno de los pueblos más laboriosos, lo que paradójicamente se reconoce en el extranjero; sin embargo, ahora México está envilecido por el desempleo, la economía informal -sustentada en la venta de las baratijas de la globalización-, la destrucción de las instituciones de bienestar, la sustitución de los derechos sociales por la filantropía y el clientelismo; la vulgaridad de la comunicación monopolizada y teletonera que, tras una campaña abrumadora en radio y televisión, sólo reunió š300 millones de pesos!, prueba fehaciente del descrédito de los medios monopolizados convocantes para atender la discapacidad y las enfermedades.
La economía del país se convirtió en reflejo del flagelo moderno de la diabetes. Bajo esa comparación el país vive una enfermedad crónica que va degradando nuestra calidad de vida y nuestro estado general. La diabetes se desencadenó porque dejamos de producir y nuestra cultura alimentaria fue sustituida. Somos el país que consume más refrescos embotellados a los monopolios trasnacionales, los que, no conformes con vendernos cánceres y problemas de salud, nos mandaron a un gerente como Presidente, tan falso y negro como su publicidad.
La diabetes que sufren los mexicanos y la economía también ocasionan falta de memoria; por eso hasta el PRI puede regresar como salvador: no obstante que fue el primer responsable de lo que padecemos, ahora se reivindica en la competencia de quién es peor.
La diabetes genera además inestabilidad e irritabilidad, lo que ha conducido a la clase política a la improvisación: Ƒcómo se puede hablar de grandes reformas y decisiones si, en el caso del nombramiento de consejeros del IFE y de la reforma fiscal, andan como reyes ciegos tirados en el suelo, disputándose la espada para agredir al pueblo con recaudaciones sin ética que van a parar para el pago de los costos por el saqueo histórico?
En este país diabético ninguna herida cicatriza y la debilidad crece, pues la falsa energía de la dependencia corrompe todo el ser nacional; nos hace perder la vista y la perspectiva del futuro.
La diabetes que padecemos nos ha llevado a confundir convicción con intolerancia -ahora se renuncia hasta a la credibilidad y las razones propias-. Incluso ha disminuido el apetito sexual y nos ha convertido en un país cada vez más triste e indescifrable. El carácter crónico de esta enfermedad nos conduce a la siguiente pregunta: Ƒtiene cura la nación?
Aislados y corrompiendo las responsabilidades, no. Eludir las causas que nos enfermaron conduce a la muerte, a enterrar el ideario de una nación independiente y respetada. La tarea que nos corresponde hacer exige preguntarnos antes si heredaremos a la siguiente generación de mexicanos la misma diabetes y sus consecuencias, o si rompemos las razones que nos condujeron a esta vida light de palidez, desmemoria, amputación de las convicciones y los principios, a la disminución extraña de poder, a vivir de la insulina financiera, al consumo chatarra, a la obesidad con pobreza.
Pese a ser víctimas del azúcar en las venas nacionales, viviremos una Navidad amarga porque el problema no es la falta de acuerdos fiscales, sino la sobreposición de mentiras y falsedades de los partidos, verdaderos páncreas enfermos que ya no generan expectativas de nada.
Que esta amarga Navidad del enfermo ser nacional abra la posibilidad de pensar en la salud de la nueva generación ante la falla de la presente, dentro de la cual me incluyo. [email protected]
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