México D.F. Martes 23 de diciembre de 2003
Miguel Marín Bosch*
Reconciliación
Entre los pueblos, como entre las parejas, la reconciliación puede producir resultados tangibles. En el caso de las parejas puede ser un hijo. Entre los alemanes y franceses, por ejemplo, nos trajo la Unión Europea.
Dentro de una nación, empero, la reconciliación suele ser un proceso más difícil, a veces muy complicado y siempre doloroso. Recuerdo que en los años sesentas mi madre le preguntó a uno de mis amigos de la universidad en Estados Unidos, un muchacho originario de Alabama, hasta cuándo iba a durar el rencor entre la población negra y blanca en ese país. Mi amigo le contestó que todo cambiaría cuando desapareciera la generación de sus abuelos. Pero no ha sido así de fácil.
El pasado 1Ŷ de diciembre, el Con-greso de los Diputados de España rindió un homenaje a las víctimas del franquismo. Participaron todas las fuerzas políticas, excepto el Partido Popular (PP), especie de nieto político del franquismo. El homenaje coincidió con el vigésimo quinto aniversario de la promulgación de la Constitución española y el PP justificó su ausencia argumentando que el homenaje no tenía nada que ver con el aniversario y que, además, "las heridas de la Guerra Civil están cerradas".
Los representantes de los demás partidos, junto con las asociaciones de víctimas -representando a los niños de la guerra, presos políticos, guerrilleros, exiliados, familiares de víctimas y los llamados represaliados-, criticaron la ausencia del PP y corearon consignas contra la guerra en Irak.
En el acto un orador calificó el homenaje de deuda histórica para "impedir el olvido y la desmemoria". Otro insistió en que "olvidar es un inmenso error". Se escuchó una y otra vez el lema: "Perdonar sí, olvidar no". Se habló del exilio, las cárceles, los fusilamientos y las fosas comunes.
En Argentina y Chile tampoco se ha logrado cicatrizar las heridas del pasado. En Sudáfrica, emprendieron un camino a la reconciliación tras la desaparición del régimen de apartheid. Optaron por no perseguir a nadie que estuviera dispuesto a decir la verdad de su papel en los abusos del pasado. Con la detención de Saddam Hussein, Irak tendrá que encontrar su propio camino, complicado por las divisiones étnicas y religiosas ya existentes y la presencia de tropas extranjeras.
Quizá no exista un país en el que no haya la necesidad de un proceso de reconciliación nacional. Algunos casos son más obvios que otros. Irlanda y el Reino Unido parecen haberse reconciliado, mas no los habitantes de Irlanda del Norte. Alemania tiene doble problema: su pasado nazi y 40 años de división impuesta. También piensen en Francia y el papel de sus ciudadanos durante la ocupación nazi. Casi todo francés se enorgullece de tener a un maquisard en su familia. Empero, si uno visita algún museo de la Résistance, como el de Vercors, cerca de Grenoble, y camina por su cementerio, se dará cuenta de que estamos hablando de muy pocas personas. Tras dejar la presidencia, François Mitterrand confesó, sin aparente remordimiento, que él, como muchos otros franceses, había colaborado con los invasores alemanes.
Aquí, en México, apenas hemos empezado a esclarecer lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 y su secuela, la llamada guerra sucia. El fallo reciente (5 de noviembre de 2003) de la Suprema Corte de Justicia en torno a la imprescriptibilidad del delito que hoy se conoce como desaparición forzada nos permite pensar que quizá se llegue a tener una mejor idea de ese triste capítulo de nuestra historia reciente.
Vuelvo al caso español. Cuando tomé posesión del cargo de cónsul general de México en Barcelona, en 1995, me impactó mucho la discreta, pero ubicua presencia de Franco.
No lograba entender cómo, a 20 años de su muerte, seguían utilizándose monedas con la efigie del dictador bajo el lema "Caudillo de España por la G. de Dios". Por suerte, a principios de 1997 dejaron de circular. Luego, en la contraesquina del edificio en el que viví hay una residencia de estudiantes con el nombre de "Muñoz Grandes" en enormes letras en la fachada. Se trata del general que fue el primer ministro de Defensa de Franco y antes el que encabezó la División Azul, el contingente militar español que luchó con el ejército nazi en contra de la Unión Soviética. En Barcelona hay un hospital militar con el nombre del Generalísimo. Más preocupante aún fue comprobar la vasta ignorancia de los jóvenes en cuanto a la España de antes de 1975.
Entiendo muy bien que muchos crean que España siempre ha sido como ahora. Eso ocurre en otros países también. Pero en muchos otros hay memoria histórica y esa memoria se transmite de padres a hijos y sobre todo se enseña en las escuelas, cuando menos en las públicas. No comprendo cómo los sucesivos gobiernos no han ofrecido a los alumnos de primaria y secundaria una idea más fidedigna de lo que ocurrió en España entre 1936 y 1975. Resulta inconcebible que haya toda una generación de españoles jóvenes que desconozca su pasado y confunda, a pregunta expresa, a Franco con "otros presidentes del gobierno" como Felipe González y José María Aznar.
* Ex subsecretario de Relaciones Exteriores e investigador de la Universidad Iberoamericana
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