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E D I T O R I A L
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México D.F. Jueves 18 de diciembre de 2003

 

LA GUERRA CONTINUA

sol-2En declaraciones a The Washington Post, el general Martin E. Dempsey, jefe de la primera división blindada de las tropas de ocupación estadunidenses en Irak, afirmó que el capturado Saddam Hussein no dirigió en ningún momento la red clandestina de la resistencia iraquí, y agregó que, mientras estuvo escondido, el ex dictador desempeñó "un papel simbólico, inspirador y pasivo". Acaso de manera involuntaria, el militar estadunidense desmintió, así, a sus superiores civiles, empezando por George W. Bush y Donald Rumsfeld, quienes desde el "fin" de la guerra, el pasado primero de mayo, mantuvieron la fantasía de que Hussein y los restos de su equipo de colaboradores coordinaban los ataques diarios contra los soldados invasores y sostuvieron la versión simplista de que toda la lucha nacional iraquí contra la opresión angloestadunidense era un remanente del extinto régimen.

Bush y su ayuda de cámara, el premier británico Tony Blair, mintieron descaradamente al mundo cuando esgrimieron, para justificar una agresión armada en gran escala, las imaginarias armas de destrucción masiva del régimen de Bagdad y los vínculos de éste con Al Qaeda. Una vez que arrasaron Irak y acabaron con el gobierno de ese país, adujeron que era necesario mantener la presencia militar en ese país para eliminar a los sobrevivientes del saddamismo, supuestos responsables de la violencia y la inestabilidad. Pero ahora, cuando los más importantes ex funcionarios del régimen derrocado se encuentran ya en manos de los ocupantes, las acciones de la resistencia no dan indicios de menguar y los ocupantes han agotado los pretextos para permanecer en la nación invadida. Buena parte de la opinión pública internacional se ha dado cuenta, a estas alturas, de que el propósito central de Washington y Londres para irrumpir en Irak no era establecer allí la democracia o conjurar supuestas amenazas terroristas, sino robarse el petróleo del país y eliminar, de paso, a un antiguo aliado y protegido que se había vuelto innecesario.

En todo caso, con o sin Hussein, la guerra continúa. Al día siguiente del anuncio de la captura -que según el representante demócrata estadunidense Jim McDermot pudo haberse "programado" a fin de posicionar a Bush para su relección- los invasores sufrieron la baja número 200 desde el "fin de las operaciones militares" anunciado por Bush en mayo, y en lo que va de esta semana la resistencia ha realizado decenas de acciones armadas contra las fuerzas extranjeras y sus títeres locales.

Por lo demás, si en lo inmediato la captura del tirano representa un golpe publicitario y propagandístico para los alicaídos gobernantes estadunidense e inglés, a mediano plazo el cautiverio y el juicio de lo que queda del ex dictador iraquí podría convertirse en una bomba de tiempo para sus captores.

Bush se ha pronunciado por entregar a Hussein al régimen impuesto por la soldadesca estadunidense, con el cálculo de que las "autoridades locales", conformadas por opositores del depuesto régimen, lo ejecutarían sin mayor trámite. Hasta ahora los invasores se han contentado con exhibir a su ex aliado en forma humillante -"un hombre destruido tratado como una bestia", describió anteayer un jerarca vaticano-, pero cabe preguntarse si podrán resistir a las presiones internacionales orientadas a garantizar al ex dictador las garantías y los derechos humanos de que debe disfrutar cualquier persona, sin importar la dimensión de los crímenes que haya cometido. Y si Bush y Blair no tuvieran más remedio que colocar a Saddam en manos de un tribunal internacional independiente e imparcial, no sólo verán frustrado su deseo de verlo muerto, sino que se expondrán a que se ventile ante el mundo la decisiva influencia de Washington y Londres para encumbrar, mantener y armar a la extinta dictadura iraquí, así como los crímenes de guerra perpetrados por esos dos gobiernos occidentales contra la población iraquí en las dos ocasiones en que arrasaron el país árabe.
 

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