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México D.F. Domingo 7 de diciembre de 2003
Alfredo C. Villeda
Irak: los rostros de la preguerra*
Una leyenda árabe dice que una vez cada cien años un hombre, ni héroe ni mártir, un hombre convencional, una suerte de profeta laico, un sabio impregnado de lucidez y justicia, emerge y salva una nación. Dotado de una autoridad natural, él sabe que está ahí para despertar a un pueblo adormilado, anestesiado por una fatalidad cruel que engendra miedo y pasividad.
En Irak esperan a ese hombre desde hace mucho tiempo. Se le evoca, se le habla, se le aguarda y se elevan plegarias para rogar por su aparición. Desde la amenaza de la guerra este año, Saddam Hussein se convirtió en su tierra en un ser, además de temido, admirado, en una triste confusión nacida de una mezcolanza política y religiosa. Aquel hombre de leyenda debía salir al rescate del pueblo ante el dictador, y de pronto éste parece asumir el papel del providencial benefactor.
En una sociedad en la que el individuo no es reconocido, lo primero es la tribu. Irak es precisamente un mosaico de clanes y fue un grave error no haber comprendido que el principio elemental de ellos consiste en jamás negar al padre frente al extranjero: ese es el fracaso político de la irracional aventura aniquiladora de Washington y Gran Bretaña.
En el preámbulo de la incursión bélica, el autor de este fotorreportaje recorrió el territorio iraquí, del 24 de febrero hasta días antes del ultimátum que dieron las fuerzas de ocupación, y constató en casi un mes los elementos antes referidos y otros escenarios de la cotidianidad: la tensión de una población enfrentada a tres guerras en 23 años; el culto al dirigente en escuelas primarias; la geometría de la zona arqueológica de Babilonia; la paradoja de un cartel cinematográfico con jóvenes occidentales en verano, al paso de dos mujeres con apenas el rostro descubierto; los consumidores de un mercado vigilados por su big brother que atisba desde cada rincón de cada plaza; los niños víctimas de leucemia (por residuos tóxicos de la primera Guerra del Golfo) en un precario hospital de Bagdad, y madres de familia empuñando las armas o cavando trincheras inútiles en las horas previas al calamitoso episodio que ensangrentaría de nuevo esa región de Levante.
Esta serie fotográfica conduce a un periplo por las calles populosas, las zonas antiguas, los centros sanitarios, los mercados, las escuelas, en imágenes que reflejan el encuentro de la vida común con la emergencia por la inminencia de una agresión, nexo que parece cada vez más sólido después de más de dos décadas de conflicto, desde el choque con Irán en 1980. En resumen, la cuenta regresiva hacia un destino que para los iraquíes parece, históricamente, inevitable y calamitoso: vivir en medio de la guerra. Después vendría el vendaval de imágenes de las atrocidades de la invasión, difundidas en todo el mundo pese a la reticencia estadunidense, que controló todo lo que enviaban los reporteros incrustados. Pero esa es la historia que sigue a este proyecto que aquí se presenta, esta selección de fotografías que también reflejan, por cierto, las oraciones y la evocación de un pueblo por el surgimiento de ese hombre que la leyenda árabe promete. Esa especie de profeta no pudo ser el egipcio Abdel Nasser ni el libio Moammar Khadafi. Tampoco, sin duda, el propio Hussein, pero menos aún, como escribe el novelista marroquí Tahar Ben Jelloun, será el fundamentalista George W. Bush.
*Texto que acompaña el fotorreportaje
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