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En el terreno sexual, las y los adolescentes mexicanos
son cada vez más activos, se embarazan menos y más tarde,
permanecen más tiempo solteros, están mejor informados, usan
condón y ejercen su sexualidad con mayor disfrute. En pocas palabras,
han mejorado su salud sexual. Tal es el diagnóstico general y de
un solo brochazo de la conducta sexual adolescente arrojado por las encuestas
nacionales de salud, población y juventud, realizadas por diversas
instituciones gubernamentales y sociales del país. El siguiente
reporte es una síntesis, necesariamente apretada, de las ponencias
presentadas en el seminario Adolescentes en México: estrategias
para mejorar su salud sexual y reproductiva, llevado a cabo los pasados
días 22 y 23 de octubre en el Colegio de México.
Alejandro Brito
El cúmulo de información que contienen
las encuestas aplicadas a gran escala, permite un mejor acercamiento a
las prácticas, creencias, hábitos, factores de riesgo y protección
de la sexualidad adolescente. Si hemos de creer a las estadísticas,
el número de adolescentes sexualmente activos se ha incrementado
paulatinamente en los últimos cinco años. Las encuestas difieren
en los porcentajes, pero todas dan cuenta de dicho incremento. La Encuesta
Nacional de Juventud 2000, por ejemplo, señala que más de
55 por ciento de los varones y cerca de 40 por ciento de las mujeres de
15 a 19 años mantienen alguna actividad sexual. El promedio de edad
de la primera relación sexual es de 16 años. Y la abrumadora
mayoría, más de 90 por ciento, consideró como agradable
y muy agradable esa primera experiencia sexual.
Todo el bagaje informativo sobre el comportamiento sexual
adolescente con que se cuenta ahora fue discutido y analizado por especialistas
de todos los campos, activistas y educadores sexuales en el seminario Adolescentes
en México: estrategias para mejorar su salud sexual y reproductiva.
Hay razones para el optimismo, subrayaron las especialistas (en su mayoría
mujeres), invitadas por Population Council, Mexfam, Secretaría de
Salud, Fondo de Población de las Naciones Unidas, Ipas, Afluentes
y el propio Colmex. Para documentarlo, mencionaron la tendencia marcadamente
decreciente, mostrada por las encuestas, en las tasas de fecundidad adolescente,
que se redujeron de 150 embarazos por cada mil mujeres de 15 a 19 años
en 1982, a 51 por cada mil en el 2003. El descenso es más notable
en las menores de 17 años.
El uso de anticonceptivos en la primera relación
sexual es uno de los indicadores más socorridos para medir el éxito
de los programas preventivos. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud
(2000), una de cada cinco mujeres y uno de cada dos varones emplearon algún
anticonceptivo en su debut sexual. Según se vea el vaso medio lleno
o medio vacío, esto representa un avance o un fracaso. De los métodos
contraceptivos, los condones son, con mucho, los preferidos. Contrario
a lo que podría suponerse, los obtienen, ¡oh sorpresa!, mayoritariamente
en las farmacias. Las instituciones oficiales de salud casi no figuran
como proveedores de condones para adolescentes (¿Estará aquí
la explicación del porqué el otro porcentaje no los usa?).
El conocimiento adolescente sobre los métodos anticonceptivos
también es mayor ahora. Independientemente del método que
utilicen, la casi totalidad de adolescentes, hombres y mujeres, han oído
hablar de las pastillas anticonceptivas y el condón. Un dato novedoso:
el conocimiento de la llamada anticoncepción de emergencia (o pastilla
del día siguiente) se elevó al doble, al pasar de 22 a 41
por ciento del total de adolescentes entre 1999 y 2002.
Optimismo desinflado
Sin duda se trata de avances indiscutibles, algunos de
ellos espectaculares; sin embargo, el optimismo se va desinflando cuando
esas mismas cifras, tan generales, se van desagregando por género,
edad, situación escolar, nivel económico, residencia, etcétera.
Se ha señalado a la población adolescente
como la más vulnerable al riesgo de infecciones de transmisión
sexual y de embarazos no deseados. De hecho, la incidencia de ese tipo
de infecciones es superior en este grupo de la población a la incidencia
de la población en general. El nivel de vulnerabilidad no es parejo
para todos y todas. Quienes no asisten a la escuela, por ejemplo, usaron
en mucho menor medida métodos anticonceptivos en su primera relación
sexual que quienes sí asisten. Las adolescentes que no estudian
están más expuestas a un riesgo de embarazo --porque se casan
o se "juntan" a edades más tempranas, porque desconocen los métodos
de control natal, etcétera-- y, por lo mismo, tienen mayores probabilidades
de morir (la maternidad es la cuarta causa de mortalidad femenina en este
grupo de edad). Esto es, una adolescente de comunidades marginadas de Guerrero,
Chiapas o Oaxaca (con tasas de fecundidad muy por arriba de la media nacional)
tiene muchas más probabilidades de quedar embarazada que otra de
la Ciudad de México.
En cuanto al género, no siempre las mujeres son
más vulnerables que los varones. Por presiones económicas
y de otro tipo, en los últimos años disminuyó el porcentaje
de varones que asisten a la escuela, de tal manera que ahora las mujeres
los superan en número. Además, los varones se suicidan en
mayor número, mueren de maneras más violentas y acuden menos
a los centros de salud. Por otro lado, el factor orientación o preferencia
sexual fue el gran ausente del seminario. Los y las adolescentes gay y
lesbianas prácticamente no existen. De todo el desfile de cifras
presentadas, ninguna se refirió a ese grupo de la población.
En el seminario del Colmex se prendieron otros focos rojos.
El doctor José Ignacio Santos, director general del Centro Nacional
para la Salud de la Infancia y la Adolescencia, de la Secretaría
de Salud (Ssa), advirtió sobre el creciente número de adolescentes
que están emigrando a Estados Unidos: más de 20 por ciento
de la población migrante es menor de 20 años. Llamó
la atención sobre otro grave problema: del total de abortos, 17
por ciento son de menores de 19 años. "El aborto es un tema intocable,
pero no puede esperar", afirmó tajante. Yolanda Palma, directora
general de la asociación civil Investigación en Demografía
y Salud, confirmó la mayor recurrencia de las adolescentes al aborto
y propuso dar prioridad a este tema en la investigación. Por su
parte, la doctora Raffaela Schiavon, actual directora general adjunta de
Salud Reproductiva y Planificación Familiar de la Ssa, reviró
que el aborto es intocable sólo para las instituciones estatales,
ya que la población se ha manifestado abierta a abordar el tema
y favorable a esa práctica en ciertas circunstancias. Consideró
que uno de los grandes retos es aumentar los porcentajes de mujeres adolescentes
que usan anticonceptivos después de un evento obstrétrico.
Una categoría mutante
Con todas sus limitaciones, en materia de educación
sexual el maestro sigue siendo el gran educador; y el padre, el gran ausente.
Todas las encuestas señalan al mentor o mentora como la fuente principal
de información sobre sexualidad en la adolescencia. Como proveedora
de conocimientos sexuales, la escuela predomina sobre la familia. De acuerdo
con Armando Sánchez, director de Ciencias Naturales de la SEP, los
libros de texto gratuito apuntan a fomentar el cuidado del cuerpo, y aunque
se cuestiona el constreñir la sexualidad al campo de las ciencias
naturales, el funcionario añadió que también se fomenta
la tolerancia ante las diferencias y la equidad de género. Sin embargo,
él mismo lamentó que "muchos maestros evaden esta información
en sus clases".
Será por eso que la mayoría de estudiantes
adolescentes sale reprobado cuando se les pide, por ejemplo, identificar
el periodo fértil de una mujer: "Una semana antes de la regla",
"durante la regla", "una semana después", "cualquier tiempo es igual",
"no sé", fueron las respuestas más mencionadas a una encuesta
aplicada en Guanajuato. En otras investigaciones realizadas en Jalisco
en áreas rurales y urbanas, los y las jóvenes adolescentes
dudaban si por un beso podían adquirir el sida o quedar embarazadas,
si la masturbación y el uso de anticonceptivos podía provocar
infertilidad o si la abstinencia terminaba en soledad y soltería.
De acuerdo con la encuesta de Mexfam, el no planearlo fue la razón
mayoritaria del porqué no recurrieron a ningún anticonceptivo
en su primer encuentro sexual.
En el seminario reseñado se expuso y discutió
mucho más, pero la convicción prevaleciente fue que las instituciones
están fallando en este campo, porque no responden a las necesidades
e intereses de la diversidad de grupos y personas que componen a esa categoría
mutante y todavía no muy bien definida de adolescencia. Como dijo
Catherine Menkes, investigadora del Centro Regional de Investigaciones
Multidisciplinarias de la UNAM, "hay una cerrazón de las instituciones
a hablar o abordar la sexualidad adolescente". Lo que confirmó Alicia
Mesa, de Afluentes: "la ley del IMSS establece que los adolescentes deben
acompañarse de adultos para recibir información sexual".
Esta cerrazón es, sin duda, la que impide que la población
adolescente acceda a los servicios educativos y de salud, y ejerza, en
consecuencia, sus derechos sexuales. El seminario concluyó precisamente
con la formación de grupos de discusión, reunidos para elaborar
propuestas y recomendaciones encaminadas a superar, entre otros, ese obstáculo. |
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