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México D.F. Lunes 1 de diciembre de 2003
Tocó su Revolución de amor
y otras rolas emblemáticas
Maná hizo alarde de popularidad y virtuosismo
en el Auditorio Nacional
FABRIZIO LEON DIEZ
La noche del viernes el grupo tapatío Maná
ofreció el primero de dos conciertos en el Auditorio Nacional, en
el que presentó su más reciente grabación, titulada
Revolución de amor. El coso de Polanco estuvo abarrotado
de seguidores y sus acompañantes, quienes entonaron prácticamente
todas las canciones de esta agrupación mexicana, tal vez la más
reconocida de su género en el mundo.
La banda hizo alarde de su popularidad, con base en sus
pegajosos éxitos, y del virtuosismo de sus músicos, quienes
tuvieron momentos espectaculares, sobre todo el baterista, quien, no obstante
su sobreactuación, logró imprimir en el respetable la fuerza
de las tarolas y de los platillos en un monólogo de percusiones.
Fue
en el primer cuarto del concierto cuando el público entusiasmado
abandonó sus asientos para corear, junto al conocido cantante, una
de las rolas nacionales más emblemáticas, que al comienzo,
a capella, conmovió, pero luego, con el arreglo musical llevó
a los presentes al delirio ranchero, encendido también por un grito
estilo mariachi que salió del fondo del escenario de la boca del
guitarrista invitado de la banda jalisciense. Era el espíritu de
José Alfredo Jiménez y su frase "se me acabó la fuerza
de mi mano izquierda".
A la mitad del show, Maná interpretó varias
de las canciones de su nuevo disco. El vocero del grupo invitaba una y
otra vez al público a cantar; también de manera repetitiva
mencionaba a México, como parte de una porra innecesaria, aunque
el respetable lo festejaba.
Miles de fans alzaron la mano cuando se les pidió
una espontánea participación para la escena siguiente. "Imagínense
que estamos en la playa, con una botella de vino, una mujer y un churro...
¿quiere alguien pasar?" Y una veinteañera llamada Leticia
fue la escogida, "de Narvarte", señaló. Ella y el anfitrión
se dirigieron a un sofá alumbrado suavemente con luz de vela; tomaron
una copa de vino que invitó el vocalista, quien comenzó una
serie de rolas acústicas agradables y mejor acompañadas por
el guitarrista estrella de la noche, del cual todavía se recuerda
su participación con Carlos Santana en aquel concierto en Monterrey,
cuando Maná empezaba su famosa gira con el orgullo de Autlán,
Jalisco.
En el ocaso de su presentación, Maná se
dedicó a extraer de su archivo las rolas emblemáticas. No
varió ninguno de sus arreglos ni quiso experimentar. Su vocalista
siguió machacando el nombre del país como si éste
estuviera a punto de extinguirse, como las especies animales que defiende.
Dedicó a ese esfuerzo su siguiente canción, Cuando los
ángeles lloran, y también "a los políticos que
le echan huevos para mitigar el dolor de nuestra madre tierra", haciendo
referencia, creemos, a la visita que horas antes habían hecho a
la casa presidencial. Por eso muchos la consideran la banda de rock oficial,
aunque, sin duda, Maná gritaba desde antes el ya famoso eslogan
Vamos México.
Al término del concierto recetó una serie
de imágenes sobre viejas guerras, explosiones nucleares y añejas
matanzas de ballenas, que proyectadas en las enormes pantallas del Auditorio
Nacional hacían juego con la leyenda Fuck the war, que el
líder de la banda portaba en la espalda. Si bien la escenografía
no tenía ningún detalle que resaltar, fue notorio un par
de iconos más: Cristo en la camiseta del guitarrista y el Che
Guevara en una de las bocinas.
Los integrantes de Maná salieron tres veces a despedirse
y complacientes -por fortuna- con su público tocaron tres clásicos
de su repertorio: El muelle de San Blas, Clavado en un bar
y Rayando el sol. El vocalista volvió a hacer loas a México
y no se aguantó las ganas de sacar una bandera nacional acompañada
del símbolo de amor y paz de los años 60. Presentó
a los miembros de la banda y reiteró su amor y gusto por cantar
en este país, "nunca nos sentimos tan contentos como cuando tocamos
en México", pues minutos antes informaron que venían de una
gira por más de 30 países. Y así les pareció
a los 10 mil asistentes, quienes, satisfechos, luego de casi tres horas
abandonaron sus lugares, no sin antes haber dirigido sus celulares hacia
el escenario, pues ahora la moda es dedicar rolas en vivo y enviar fotos
digitales.
Maná, una banda sana y en buen estado, tanto como
la corista que los acompaña.
Fher en la voz, Alex González en la batería,
Sergio Vallin en la guitarra, Juan Calleros en el bajo, Juan Carlos Toribio
en los teclados, Fernando Vallin en la guitarra y Sheila Ríos en
los coros.
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