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México D.F. Lunes 1 de diciembre de 2003
Jorge Santibáñez Romellón*
¿Y si hubiera dicho relación asimétrica?
La separación de Adolfo Aguilar Zinser como embajador
de México ante la Organización de Naciones Unidas ha desatado
un intenso de-bate en México y ha levantado una cantidad importante
de suspicacias acerca de las verdaderas razones de su salida. ¿Fue
realmente porque dijo que México era el traspatio de Estados Unidos?,
¿sale nuestro otrora célebre embajador ante la ONU por presiones
de Estados Unidos?, ¿se trata acaso de una pugna interna en el equipo
del presidente Fox? Estas y otras preguntas han surgido en torno al polémico
ex embajador.
Desde mi muy particular punto de vista, la salida de Aguilar
Zinser era procedente. Un embajador representa las posiciones de un gobierno
(que a su vez representa el interés de la nación) y si lo
dicho por él no refleja la posición del gobierno mexicano,
entonces, en estricta lógica, no está cumpliendo con su trabajo,
y si ello es una práctica sistemática, entonces debe ser
despedido.
Claro, también cabría la afirmación
de que si un embajador no está de acuerdo con las posiciones de
su gobierno y de manera explícita no es sujeto de la confianza del
jefe de ese gobierno, en vez de contradecirlo y exhibirlo, debe renunciar.
Sin embargo, el formato usado para su salida es más que discutible
y acepta lecturas múltiples.
Deberíamos incluso preguntarnos si se le debió
haber nombrado. Recordemos que su nombramiento correspondió, siguiendo
una tradición mexicana que debería terminar de una vez por
todas, a una especie de reacomodo político que buscaba suavizar
la salida del llamado gabinete de Los Pinos al que pertenecía. Sin
embargo, esperar de Aguilar Zinser la disciplina, el recato y la discreción
de un embajador tradicional era pecar de ingenuidad. México ya ha
vivido experiencias similares, el mismo encargo se le dio en otra época
a Porfirio Muñoz Ledo, con resultados comparables.
Es importante recordar que, junto con Jorge Castañeda,
hoy también fuera del equipo foxista, Aguilar Zinser representaba
el área intelectual del gobierno ac-tual. Juntos, si se quiere por
intereses coyunturales, dieron al hoy Presidente importantes apoyos de
sectores a los cuales tenía poco acceso (intelectuales, académicos,
editorialistas, etcétera) y contribuyeron de manera importante al
fortalecimiento y posicionamiento de nuestro Presidente y de México
en el extranjero. Sumada a la de Jorge Castañeda, su salida aísla
al equipo presidencial de sectores que tarde o temprano le serán
necesarios. No dudo que se haya ganado coherencia interna, pero la relación
de ese equipo con el exterior está en tela de duda.
En Castañeda y Aguilar Zinser se percibió
una especie de fatiga de pertenecer al gobierno, como si se hubieran cansado
de que las cosas no funcionaran.
Aguilar Zinser pronunció en las semanas previas
a su salida expresiones que mostraban un deterioro y hartazgo que, de ser
ciertos, deberían preocuparnos. Ambos, en virtud de sus antecedentes,
hicieron más creíble la propuesta de cambio y su salida,
nos guste o no, la cuestiona.
La expresión utilizada por Aguilar Zinser de que
México sería el "traspatio" de Estados Unidos sin duda es
inoportuna e inapropiada para un embajador, sobre todo ante la Organización
de Naciones Unidas, y no contribuye a las buenas relaciones con nuestro
principal socio comercial y vecino. No obstante, lo que dijo Aguilar Zinser,
quizá en términos equivocados, refleja lo que en el fondo
muchos mexicanos creemos.
Estados Unidos ha mostrado hacia algunas propuestas mexicanas
una indiferencia que ofende e indigna y no hemos encontrado la fórmula
para que, aun aceptando la asimetría y la enorme dependencia económica,
nuestras propuestas avancen. Probablemente si hubiera dicho que "mantenemos
una relación asimétrica" en vez de que somos su "traspatio"
su situación hoy sería diferente.
El "ruido" que han provocado las palabras de Aguilar Zinser
debería llevarnos a una reflexión pendiente y urgente: ¿qué
tipo de relación queremos con Estados Unidos y qué debemos
hacer para lograrlo? Y no para envolvernos en nacionalismos trasnochados,
que en el fondo sólo son de forma.
Por último, no podemos dejar de mencionar la forma
empleada para la salida del hoy ex embajador y los resultados de ésta,
que, nos guste o no, deterioran la imagen de México y de su Presidente,
nada más y nada menos que ante el Consejo de Seguridad de la Organización
de Naciones Unidas. Primero se le desacredita públicamente, después
se le llama y se sostienen reuniones durante un larguísimo día,
como si no se supiera qué hacer, como si el asunto fuera muy difícil.
Luego se anuncia su separación (algo inusual tratándose de
un embajador; una cosa es que lo corran y otra, muy diferente, que se diga
a los cuatro vientos y de manera oficial) y, claro, lo que se obtiene es
que al día siguiente, utilizando la representación que aún
ostentaba, prácticamente renuncia de manera pública en el
seno del mismísimo Consejo de Segu-ridad de la ONU, lastimando así,
ahí y en México, la imagen del Presidente. Total, nadie ganó.
* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte
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