LA VIDA (BREVE) EN SAN LAZARO

José Agustín Ortiz Pinchetti

Parlamentar en el día de la rebelión

UN AMIGO INGENUO me preguntó: ƑQué se siente hablar desde la tribuna más alta del país? Se refería a mi debut como orador parlamentario en la Cámara de Diputados. Como todavía estoy bajo los efectos de esa experiencia conmovedora, dividiré este artículo en tres secciones: 1) ƑQué se siente subir tan alto? 2) ƑPara qué me subí? 3) ƑQué rebelión se fraguó mientras yo hablaba?

MI INTERVENCION SE originó ante la iniciativa del panista Federico Doring, quien quería pedir información del Gobierno del Distrito Federal amenazando veladamente con que, de no obtenerla, no podría aprobarse la deuda pública de la entidad. Después de que habló Doring fui a la tribuna, que es una larga mesa que en la parte central tiene dos micrófonos que parecen antenas. En realidad no es la tribuna más alta, porque sobre el podium de los oradores está otra, en donde están encaramados el presidente y los vicepresidentes de la cámara y -una vez al año- el Presidente de la República, para cuyo lucimiento fue diseñado el Palacio Legislativo.

DESDE EL PODIUM la cámara se ve impresionante. Unas seiscientas butacas en un recinto de madera con una inmensa lámpara. Arriba, las galerías, donde uno temería que una multitud enfurecida lanzara epítetos y proyectiles sobre los oradores, como en las películas de la Revolución francesa. Por fortuna nada de eso sucede.

EL GRAN ENEMIGO de los oradores debutantes es el tiempo. A mí me dieron sólo 5 minutos. Los parlamentarios experimentados saben sujetar su discurso al tiempo . En cambio, los que se pasan del límite reciben una silbatina que va aumentando conforme usa más tiempo del debido. Mientras que el presidente, impaciente, conmina al orador a que termine como pueda.

UNA COSA MUY desagradable es la forma esquizofrénica con la que reacciona la audiencia. Los diputados de la bancada del orador -en mi caso los del PRD- aplauden a rabiar. Pero los del PAN -en este caso, la fracción adversaria- lo abuchean. Los del PRI, preocupados por la defenestración de su líder, mostraban la más absoluta indiferencia.

CURIOSAMENTE YO SUBI a hablar en favor de la propuesta de Doring. El quería que el Gobierno del Distrito Federal proporcionara información sobre cómo gastaría su deuda pública. Estamos de acuerdo en defender el principio de transparencia, pero había que desenmascarar la argucia de Doring, quien busca por todos los medios bloquear la aprobación del "techo" de endeudamiento con la peregrina intención de dañar las políticas públicas del jefe de Gobierno. Además, subí a señalar que el empeño debía dirigirse más bien a aclarar las oscurísimas cuentas públicas del Gobierno federal. Los panistas se comprometieron públicamente a hacerlo. Veremos que lo voten así el martes próximo.

MIENTRAS PARLAMENTABAMOS, la cámara vivía acosada por un hecho insólito: la ruptura de la fracción priísta. La maestra Elba Esther Gordillo afrontaba el reclamo de su destitución de 118 de los 222 diputados priístas. El conflicto estalló en la noche, pero el ambiente iba electrizándose. Al dividirse el PRI, las reformas conservadoras -laboral, eléctrica y fiscal, impulsadas por Fox, PAN, Elba Esther y Madrazo- perderán sustentación. Es difícil que los reformistas (priístas disidentes, PRD y demás partidos) tengamos fuerza suficiente para imponernos. Lo más seguro es que no se produzcan reformas.

UN PARLAMENTO DIVIDIDO no puede prevalecer. Resuelto el "caso Elba" habrá que buscar acuerdos mayores para darle destino a la 59 Legislatura. En la cámara empieza a vivirse un ambiente agónico. El fin del principio o el principio del fin de un estilo de hacer política.