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México D.F. Sábado 29 de noviembre de 2003
Horacio Labastida
El pueblo recobra la palabra
Cierto es que vivimos en un mundo incierto y brutal, condenable desde la perspectiva de los valores humanos. Llamar democratización a lo que ha hecho la alta burocracia estadunidense encabezada por el presidente George W. Bush en las añosas civilizaciones afgana y mesopotámica no sólo es una enorme y perversa mentira, connota además el principio de un proyecto de dominio megacapitalista tanto en Oriente Medio como en el resto del mundo, proyecto que por cierto se asemeja a muchos otros en los anales de la historia moderna y contemporánea.
Cuando la pujante burguesía comercial e industrial francesa sintió que había llegado el momento de imponerse a los demás fue escenificado el célebre Dieciocho Brumario (noviembre de 1977), que otorgó de hecho a Napoleón el cetro que como emperador tomó para sí cinco años después. Arropado en el manto aristocrático y con la corona firme en la recia testuz, pretendió ubicar a los negociantes franceses en la cúspide de Europa.
La reacción de Inglaterra en la época de Jorge III (1760-1820), junto con los fracasos en España y Rusia, echaron abajo las pretensiones económicas y militaristas que representó el Corzo, comprobando una vez más que las estrategias gengiskanianas apuntaladas en el degüello de masas terminan en el fracaso. Otros ejemplos notables sucederían a partir de 1933, al cimbrarse y caer por tierra la República de Weimar (1919-33). Hitler ocupó la cancillería, preparó y ejecutó el incendio del parlamento germano o Reichstag, la noche del 27 de febrero de dicho año, y se convirtió en führer del pueblo, organizando de inmediato la conquista universal que fracasó en 1945.
En nuestros días el jefe de la Casa Blanca aprovechó la tragedia del 9-11-01 para ponerse a sí mismo en el papel de personero de las multinacionales estadunidenses, guía supremo de todas las naciones. Al efecto, anunció la tesis de la guerra preventiva, al mismo tiempo que ponía en marcha un poder militar aplastante e incomparable. Gengis Kan uso dagas de todos tamaños contra el enemigo; Bush, por su parte, lanza bombas grandes, chicas y medianas, y arrasa de este modo cualquier resistencia soberana, calificándola de terrorista, según la ideología en boga. Pero al lado de las armas, el imperio también usa tácticas políticas y económicas opresivas. En América Latina son asuntos bien conocidos: hacer de cada país una enorme maquiladora, comprar su fuerza de trabajo con salarios miserables, disponer libremente de los recursos materiales y abrir sin límite alguno los mercados son medidas que abate y sufre el subcontinente conquistado por España y Portugal. Los resultados de tal neoliberalismo sa-quean Latinoamérica y generalizan sujesiones causantes cada vez más de protestas masivas que no pueden ocultar las sofisticadas propagandas del Tío Sam.
ƑCuáles han sido y son en México los efectos de la situación descrita? Una angustiante y creciente dependencia económica y su correlato, así como la dependencia política, generan día a día condiciones intolerables. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Plan Puebla-Panamá alentado por nuestro gobierno, y las propuestas del Area de Libre Comercio de las Américas, expresan ahora la destrucción del desarrollo nacional, la quiebra generalizada del campo y la metamorfosis de la economía y la cultura propias en un modelo ajustado a las ideologías e intereses del capitalismo estadunidense.
La concepción revolucionaria de 1910-1917 está prácticamente en ruinas. Edificar un Estado soberano, libre y justo, según el artículo 27 constitucional, y puesto en marcha por Lázaro Cárdenas en el breve periodo 1934-1940, se ha visto casi dinamitado por los regímenes de la familia revolucionaria que acuñaron Obregón y Calles, el priísmo fundado en 1946 por el candidato a la presidencia Miguel Alemán y la política proneoliberal que manejan el presidente Vicente Fox y su partido, Acción Nacional. Dos datos alarmantes desvelan la gravedad de las cosas. De las 100 multinacionales más importantes que manejan en lo fundamental nuestra economía, alrededor de 50 por ciento son estadunidenses, el resto se reparte entre Alemania, Francia, Suiza, Japón, Inglaterra, España y otros, en porcentajes minúsculos cada uno (2002). Esas multinacionales obtienen altísimas ganancias que salen año con año del producto nacional, abundancia que contrasta con la caída precipitada del valor real de los salarios mínimos: en el periodo 1980-2001 éstos disminuyeron 68.6 por ciento, cantidad dramáticamente superior al resto latinoamericano.
ƑQué exhiben esos punzantes datos? Que la dependencia acaudala a las empresas metropolitanas y hunde en la miseria al pueblo. Sin embargo, nada detiene el paseo letal de los jinetes del Apocalipsis. La política de entregar petróleo, gas y electricidad a los barones foráneos del dinero, reformando inconstitucionalmente el artículo 27 mencionado, así como los esfuerzos por derogar el diverso 123 también constitucional en cuanto protege y beneficia a los obreros, privatizando además las prestaciones sociales (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado e Instituto Mexicano del Seguro Social), es puntilla mortal contra la población mexicana. No bastó la clarinada del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (primero de enero de 1994) al denunciar la falsedad maligna del TLCAN, pues ni Carlos Salinas de Gortari ni Ernesto Zedillo le cambiaron un ápice. Para detener la contrarrevolución ha sido y es indispensable que el pueblo recobre la palabra y la soberanía de México, según acreditaron y propusieron los manifestantes que el pasado jueves inundaron las calles en la capital de la República y en los estados. La voluntad de ciudadanos y no ciudadanos es más que transparente. šNo más dependencia económica y política! šUrge recobrar los valores de la Revolución Mexicana y poner punto final a la venta del país!
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