México D.F. Viernes 28 de noviembre de 2003
Sánchez Vázquez habló de
ese desafío del siglo XXI
La ''violencia real'' puede ser justificada desde la
moral
La Revolución francesa no generó más
esa especie, sino un sistema democrático-burgués de libertades,
expresó
ARTURO JIMENEZ ENVIADO
Guadalajara, Jal., 27 de noviembre. Apegado al
tema general del Congreso Nacional de Filosofía: los desafíos
filosóficos en el siglo XXI, y como suele suceder en él,
que no rehúye los asuntos escabrosos e impostergables, el filósofo
Adolfo Sánchez Vázquez habló aquí de la violencia
política y su relación con la moral.
Hay
una ''perversidad intrínseca" en toda violencia que la hace indeseable,
pero la ''violencia real" existe, es ambivalente y puede justificarse moralmente
bajo varias condiciones: cuando sus fines son valiosos, como la independencia
anticolonial de un pueblo, cuando no genera víctimas inocentes,
como sí lo hacen el ''terrorismo" y el ''terrorismo de Estado",
o cuando trata de evitar una violencia mayor de parte del poder.
Sánchez Vázquez habló anoche ante
un público en su mayoría joven que llenó el auditorio
Carlos Ramírez Ladewig, uno de los muchos espacios del Centro Universitario
de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara.
En congruencia con su concepción del marxismo como
filosofía de la praxis y con su visión crítica de
los dogmatismos, el autor de El joven Marx: los manuscritos de 1844
y Filosofía de la praxis, libros que presentará
durante el encuentro, planteó además tres falacias:
Que la violencia genera más violencia, pues de
ese modo sólo se descalifican formas de ella contra el poder, como
los movimientos rebeldes. Y mencionó el caso de la Revolución
francesa, cuya violencia no generó más violencia sino, más
bien, un sistema democrático-burgués de libertades.
Que existe una ''naturaleza violenta" en el ser humano,
lo cual, contrargumentó, ya ha sido desmentido por investigaciones
científicas.
Que la no violencia en las relaciones humanas sólo
puede alcanzarse mediante el diálogo y la argumentación racional,
lo cual conviene a quien ejerce el monopolio del poder y de la violencia.
Los éxitos de la no violencia con Gandhi en la India y con Mandela
en Sudáfrica sólo confirman la regla, sostuvo.
Un largo ahora de violencia
Antes de plantearse si el ser humano es o no ''violento
por naturaleza", había dicho el filósofo al comienzo de su
conferencia, debe reconocerse que, ''al menos por un largo ahora, vivimos
y estamos en la violencia": bélica, política, social, urbana,
rural, familiar, criminal.
Tras advertir que la ''violencia real" siempre será
algo más que el concepto de violencia, definió a ésta
como ''el ejercicio intencional" de la fuerza física de un individuo
o colectivo contra otro individuo o colectivo para causarle daño
físico y sicológico.
Mientras esa violencia conceptual, continuó, nunca
puede justificarse moralmente, la violencia real puede en ciertas circunstancias
no ser condenada moralmente.
Y citó como ejemplo la que se ejerce en pos de
la liberación de un pueblo oprimido por su gobierno y/o una potencia
extranjera, como la Independencia de México o la actual resistencia
del pueblo iraquí contra la invasión.
Sin embargo, precisó que un ''fin valioso" no siempre
justifica los medios violentos, como sucede con los actos de ''terrorismo"
y de "terrorismo de Estado", que sacrifican las vidas de personas inocentes.
Como ejemplos del terrorismo mencionó torturas,
secuestros, tiros en la nuca, bombazos, y del terrorismo de Estado: los
bombardeos masivos con "daños colaterales".
En un caso estarían las acciones de ciertos grupos
palestinos independentistas (no la lucha de ese pueblo en general) y, en
otro, el gobierno de Estados Unidos en su guerra e invasión contra
Irak.
''La violencia, cualesquiera que sean sus fines, tiene
límites". Y Sánchez Vázquez no se refería tanto
a los límites instrumentales como a los ideológicos y valorativos.
Mencionó casos en que los fines pretendían
justificar la violencia: el exterminio de judíos por la supuesta
superioridad de la raza aria, el cual era un ''fin aberrante"; el Gulag
soviético, que pretendía defender al socialismo, que era
un ''fin falso", y los bombardeos atómicos de Estados Unidos contra
Japón, que según defendían la democracia y la libertad,
pero que en realidad eran ''fines hipócritas", como ahora sucede
con la invasión a Irak, que oculta sus verdaderas intenciones.
Las colonizaciones e invasiones, señaló,
siempre se han considerado legítimas en su tiempo, desde la perspectiva
del poder, pero las revoluciones como la francesa, la mexicana o la independencia
estadunidense siempre se consideraron legítimas.
Por sus fines no cumplidos o fracaso, agregó, varios
movimientos libertarios han sido cuestionados, aunque el que encabezó
el Che Guevara en Bolivia es otro caso, debido al nivel intelectual,
moral y revolucionario de este guerrillero. Caso aparte es Cuba o Nicaragua,
revoluciones que sí triunfaron y consiguieron sus fines al derrocar
a dos dictaduras.
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