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México D.F. Lunes 24 de noviembre de 2003
LA MUESTRA
Carlo Bonfil
Nada
¿NUEVA ALICIA en
el pueblo de Maravillas o simple aclimatación tropical de la
exitosa Amélie francesa? El primer largometraje del cubano
Juan Carlos Cremata se presenta con dos títulos, Nada, en
la Muestra de Cine, y Nada más, en su distribución
original. En realidad, aclara su director, se trata de la primera parte
de una trilogía que se completará con Nadie y Nunca,
palabras que caben en una sola frase de la película que se presenta
hoy: "Si todo mundo se va, nadie cambiará nada, nunca". La referencia
es por supuesto al exilio, elegido u obligado, de muchos cubanos, a Estados
Unidos o a otras latitudes; al incontenible éxodo de balseros, al
viejo síndrome de Mariel. Y Carla Pérez (Thais Valdés),
protagonista de Nada, es naturalmente un emblema de cambio, de una
transformación providencial, casi mágica. La joven tiene
el poder de alterar el rumbo de varias existencias, manipulando las cartas
a las que tiene acceso en la Oficina de Correos, su lugar de trabajo. Dice:
"Cambio las cartas, las arreglo, hago que la gente se entienda". Su personaje
es lúdico y generoso, justamente como el de Amélie Poulain.
Su fisgoneo bienhechor, su intervención no solicitada, logra que
una pareja en disputa se reconcilie, que un padre comprenda mejor a su
hija, y una mujer a punto de suicidarse reconsidere su amor a la vida.
Si la trama parece ingenua, no lo es jamás tanto como la propia
realización de la película.
LA
GALERIA DE personajes secundarios es al principio simpática,
y poco, muy poco después, se vuelve exasperante. La declarada afición
del director por el lenguaje de la tira cómica lo lleva a exagerar
los gestos y actitudes, pretendidamente cómicos, de algunos personajes,
como la jefa de correos, Cunda (Daisy Granados), o su asistente Concha
(Verónica López), un par de caricaturas estridentes. El resultado
es decepcionante: lo que hubiera podido ser, de principio a fin, una comedia
fantasiosa, con chispazos de insolencia y frescura, como Plaff o
Fresa y Chocolate (recuérdese en esta última la gozosa
caracterización de Mirta Ibarra), o incluso como una reciente comedia
muy desigual, Entre ciclones, se vuelve en cambio aquí una
expresión sin gracia del abandono sentimental (lectura de las cartas)
y del humor oficinesco (todas las secuencias en el correo), con gesticulaciones
excesivas y reiteración previsible de las ocurrencias. De poco sirve
el tributo al cine de animación (inclusión del color sobre
el negativo en blanco y negro con fines lúdicos), la película
maneja un nivel de comicidad por momentos muy anacrónico, como si
en México se quisiera hoy actualizar Cómodas mensualidades,
de Julián Pastor, con rutinas humorísticas todavía
más viejas, de los años 60.
LAS ALUSIONES A la famosa lotería de visas
estadunidenses, sorteo mediante el cual se garantizan miles de salidas
al año, sólo sirve para reafirmar por vías de la metáfora
y la alegoría una idea de simplicidad apabullante: no hay lugar
alguno que remplace al edén conquistado, y las dificultades de la
vida cotidiana (la visión crítica de Cremata es de una proverbial
cautela) no eximen a nadie de la responsabilidad de participar en un cambio.
Por supuesto, el abrigo de una fantasía multicolor permite diluir
el mensaje en la abstracción y las generalidades. Cuba tiene hoy
una estupenda oportunidad de hacer buen cine, con ayuda estatal y, sobre
todo, con el apoyo de las coproducciones internacionales. Desafortunadamente,
Nada no es la mejor ilustración de ese esfuerzo.
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