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México D.F. Sábado 22 de noviembre de 2003
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Spider
Cartografía virtual de un esquizofrénico
Obsesión de revancha
EN LA NOVELA Spider, de Patrick McGrath,
la acción transcurre a finales de los años 50. Un hombre
abandona un asilo siquiátrico luego de 20 años de reclusión
y se instala en una casa de rehabilitación -lo más parecido
a una lúgubre casa de huéspedes- en un suburbio proletario
londinense. En ese lugar, y en sus paseos por las calles donde transcurrió
su infancia, este individuo gris, desaliñado, indolente, rememorará
los hechos que lo condujeron, casi adolescente, al manicomio.
EN
LA VERSION fílmica la época son los años 80. Dennis
Cleg (Ralph Fiennes), personaje esquizofrénico, recuerda, en su
habitación sórdida, a su padre (Gabriel Byrne), hombre alcohólico
y pendenciero, y a su madre (Miranda Richardson), quien siempre recibió
sin protestar los maltratos conyugales. David Cronenberg narra la historia
desde el punto de vista del protagonista, cuyos recuerdos aparecen fragmentados
y confusos. Para esa evocación no recurre el director al flash-back
tradicional, sino a la recreación de los hechos de infancia confundidos
con el presente del protagonista adulto: Dennis Cleg asiste físicamente
a las escenas de su propia infancia, como testigo mudo, invitado de piedra.
No en el modo melancólico de un Victor Sjostrom, profesor Borg,
en Fresas silvestres, de Bergman, y sí con la angustia característica
de tantos otros personajes surgidos de la imaginación de Cronenberg,
de Crash a Almuerzo desnudo, otras dos adaptaciones de novelas.
EL ESPECTADOR ASISTE también, de modo muy
directo, al desdoblamiento que hace Dennis Cleg de la realidad, a su visión
esquizofrénica que le lleva a reproducir la imagen de su madre desaparecida
en los rostros mismos de Ivonne, rival sentimental de la señora
Cleg, o en el de la señora Wilkinson, casera del protagonista adulto.
Una decisión magistral del director: la estupenda Miranda Richardson
encarna los tres papeles.
SI EN LAS películas anteriores de Cronenberg
el cuerpo humano fue siempre territorio de experimentaciones científicas,
amenazas virales y mutaciones perturbadoras -Parásitos asesinos,
Rabia, Engendro de la muerte, Scanners, Cuerpos invadidos-,
en Spider el director explora con mayor detenimiento el cerebro
del protagonista, su visión distorsionada de la realidad y las fobias
e incontinencias a que lo conducen sus experiencias traumáticas.
EL RETRATO ES formidable. El barrio londinense,
capturado como visión expresionista por la lente del estupendo Peter
Suschitzky, semeja una prolongación muy vívida del recuerdo
sombrío de Dennis Cleg. En lugar de los acostumbrados tintes sanguinolentos
en los primeros filmes del director, lo que domina aquí es una imagen
de desolación posbélica, como la cartografía virtual
de una perturbación síquica.
EL PROTAGONISTA VIVE atrincherado en su mundo interior,
incapaz de comunicar con los demás, reproduciendo maniáticamente
las construcciones domésticas de su infancia -los hilos y trapos
que simulan en su cuarto una vasta telaraña-, ensayando una y otra
vez, como en una representación teatral, los gestos de su obsesión
de revancha. Ralph Fiennes ofrece una caracterización notable como
Dennis Cleg, personaje cercano en su intensidad y mutismo escalofriante
al Norman Bates de Psicosis.
EL PODER DEL director radica, sin embargo, en su
capacidad de involucrar al espectador, de modo radical e irresistible,
en la experiencia interior de su protagonista. Un plato fuerte de la muestra.
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