Horacio Labastida

Contrarrevolución en marcha

Aunque la filosofía de Hegel y el marxismo precisaron el significado de revolución, nos interesa ahora determinar lo que los mexicanos queremos decir al hablar de revolución, y vale entonces esta pregunta: Ƒqué es la Revolución Mexicana?

En mis conversaciones con Vicente Lombardo Toledano, éste señaló con acierto que en México se han registrado tres grandes revoluciones, la Independencia, la Reforma y la Revolución; y teniendo en cuenta estos egregios movimientos del pueblo, agregaba Lombardo Toledano, es posible configurar los altos valores que encauzan la marcha progresista de la nación así como, en sentido contrario, el conservadurismo retardatario. Con razón José María Luis Mora en los años ilustrados mostró un México agitado por la batalla entre los hombres del progreso y los hombres del retroceso, batalla por cierto viva y amenazadora en nuestro siglo XXI. Estos puntos de vista son fundamentales, porque permiten ver con claridad las connotaciones que tienen en nuestra patria las acciones revolucionarias y contrarrevolucionarias.

La Independencia fue una revolución republicana, soberana en sentido absoluto, democrática por ser del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, respetuosa de la libertad del hombre y promotora del goce equitativo de los bienes económicos y culturales, según consta en los decretos del gobierno que fundó Hidalgo en Guadalajara (1811) y en los Sentimientos de la nación que presentó Morelos al Constituyente de Chilpancingo (1813). En consecuencia, contrarrevolución es toda propuesta o práctica contraria a las proclamaciones independentistas. La Reforma y la Revolución enriquecieron el proyecto de los fundadores de la patria. La primera con el Estado laico o libertad de pensamiento y creencias, ajeno, por supuesto a favorecer o rechazar religión alguna. Y la segunda, con la visión de una República dueña de la autodeterminación soberana, encauzadora del desarrollo con base en el manejo de los recursos nacionales y en el estímulo de los sociales y privados, altamente respetuoso de la libertad, sustanciante de la justicia social y participante en la vida internacional por la vía de acuerdos interpares con otros estados. La conclusión salta a la vista. Contrarrevolucionario es lo opuesto al Estado laico, a la igualdad entre las naciones y a su derecho de autodeterminación soberana, así como a la facultad estatal de promover un desarrollo nacional libre y equitativo para la población.

ƑCuál es la situación que prevalece en el México moderno? El viernes 18 de marzo de 1938, al expropiar Lázaro Cárdenas las compañías petroleras sintetizó instancias supremas de la Revolución. No es extraño que el siguiente miércoles 23 hubiera una manifestación de más de 100 mil personas entusiasmadas por el acto expropiatorio de empresas que contra el artículo 27 constitucional expoliaban a los obreros y nuestros ricos hidrocarburos. Por más de 20 años los gobiernos infringieron el citado mandamiento constitucional, epítome de nuestras revoluciones por implicar al lado de la soberanía, la posibilidad de realizar en la historia los principios de justicia social. Recobrar la propiedad nacional en manos del capital extranjero fue, para el pueblo, no vender más a la patria, y por esto multitudinariamente expresó su unidad con autoridades, las cardenistas, que mandaban obedeciendo y propiciaban la democracia verdadera. ƑQué es la democracia verdadera? Un Estado soberano en sentido absoluto, justo, libre, cuyas decisiones traducen la voluntad ciudadana, rechazando en lo internacional las imposiciones imperiales de las metrópolis.

Precisamente todo eso no sucede desde que Manuel Avila Camacho autorizó a la guardia militar de Los Pinos el disparar contra los trabajadores de Materiales de Guerra (1941), que únicamente pretendían hablar con el presidente y solicitarle mejores condiciones salariales. Desde entonces hasta la fecha la contrarrevolución está en marcha. México es hoy un país altamente dependiente en lo económico y político del capitalismo neoliberal estadunidense y de la Casa Blanca. Ya no hay dudas de que el actual gobierno ni fortalece la soberanía nacional ni estimula la justicia social. Por el contrario, sus planes enajenantes de los recursos energéticos, del incremento tributario, del desmantelamiento de la cultura y de los derechos laborales, al igual que la privatización de los servicios sociales, acreditan el auge de los hombres del retroceso contra los hombres del progreso.