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México D.F. Domingo 16 de noviembre de 2003
Se presentaron el pasado viernes en un medio
lleno Palacio de los Deportes
El viejo blues-rock-country de ZZ Top puso a brincar
a los jóvenes
El ritmo desmadroso de los muñecos de
Tex Tex se encargó de abrir el concierto
ARTURO CRUZ BARCENAS
En los pasillos del Palacio de los Deportes, el pasado
viernes, los muchachos brincaban con la energía de su edad, animados
por la cerveza y su naturaleza gregaria. Estaban lejos de sus asientos
y cantaban a todo lo que daba su garganta un tema clásico en la
historia del rock: La Grange, en voz de sus creadores: ZZ Top, texanos
de sangre liviana que han dicho que el chiste del negocio es seguir un
estilo pero nunca hacer lo mismo. Una especie de Lampedusa en el rock.
Durante 33 años han dado la vuelta al mundo con
su blues-rock-country, y ahora hasta una ranchera: Mescalero (tema
que da título a su disco número 18), que suena a soledad,
a un tipo con una guitarra en el desierto cantándole a una rorra
que, simplemente, ya se fue. La letra es un dechado de optimismo, pues
señala que a veces es bueno llorar, pero "qué lástima,
qué lástima, qué lástima...".
Los ZZ Top: Dusty Hill, Billy Gibbons y Frank Beard subieron
al escenario y su vestimenta característica provocó risas,
el alarido por la originalidad de un par de barbones con lentes negros
y un jorongo que los ha caracterizado siempre y en su presente gira por
el mundo, que ellos llaman Beer drinkers and hell raisers. Sus sombreros
tejanos remiten a un estado-catedral de la música del mundo: Texas,
donde si algo sobra es tiempo para hacer canciones y tomar cerveza.
Comenzaron
con Gimme y acabaron con Tush, sin faltar la esperada Legs,
en cuyo video usan unas guitarras de peluche, de terciopelo blanco, pero
las que usaron esa noche sí sonaban. Se quitaron el jorongo y la
texana y quedaron con unas pelucas que los semejaron con un puerco espín,
a Gibbons, y a una musa de principios de siglo, a Hill.
El trío hace más ruido que una banda de
pueblo. En el Palacio de los Rebotes apenas se entendía lo
que decían los músicos. Hill y Gibbons se movían al
compás de su música, en sincronía gemela, como en
cámara lenta, la verdad algo sangroncillo ese numerito, pero qué
neta de par de rucos, de abuelos del rock.
Las lentejuelas pegadas a sus trajes despedían
haces que se estrellaban en los ojos de los viejos rocanroleros mexicanos,
que nunca faltan cuando llega un grupo o cantante de esos inscritos en
los anales y en los museos del rock, su música que los defiende
del tiempo, pues les posibilita pintarse el pelo para ocultar las canas
y vestirse de negro para no verse tan voluminosos.
Los de ZZ Top se divierten con su trabajo y transmiten
esa vibra. Para qué hacerse la vida pesada si un buen rock la puede
hacer llevadera, sin el drama de ahora para dónde voy. A bailar
con Bus/Jesus, Precious, Cheap, Buck, Piece, Beer, Paid, Tube...
Los chavos que compraron boletos para los asientos más
alejados recibieron el regalo de poder estar más cerca, pues no
hay varo y la gente no llegó para atiborrar el foro. Sí
les alcanzó para sus chelas de 25 pesos, para no estar seco
todo el santo toquín. Una joven de no malas cachas nunca
se quitó sus lentes negros, pues como que quería verse gruecsa.
Un cuarentón llevó a su vástago y
lo levantaba en todo lo alto para que viera a los barbones. "Esos sí
tocan, hijo", le decía el orgulloso progenitor, quien ya portaba
una camiseta del concierto que había comprado afuera, donde los
souvenirs abundaban en variedad. El MP3 con 147 canciones de ZZ
Top se vendía a 70 pesos. Una ganga que sólo la piratería
puede ofertar. Ni modo.
Lupe Esparza y Chucky
Abrieron los muñecos de Tex Tex, quienes
más bien parecían, por su look, Lupe Esparza y sus
Bronco. Su rock desmadroso no cayó para nada mal. Es más,
en su andar han recolectado una serie de chistoretes que en su esencia
tiran la verdad: "Según una encuesta, ocho de cada diez mexicanos
son feos; los otros dos son horribles". El escarnio de lo que se padece.
Si no puedes con tu enemigo, únete a él. Si ya naciste así,
agua y ajo.
Los Chucky prietos hacen mofa hasta de la desgracia
de tener un socio, un sancho en el corazón. "Ahí
les va una rola que cuenta sobre mi mujer, a quien hallé en mi casa
no con un pendejo sino con una vieja". Y se aventaron la de Oh, Cristina,
esa a la que le piden su medicina. Luego otra para los que no quieren hacer
su servicio militar: El hijo desobediente. Más chacota de
los querubines, con Te vas a acordar de mí, "que nos dio
a conocer en España. Nos pedían... que ya nos regresáramos".
"¡No manches, qué rolotas hacen los de Tex Tex!" (dijeron
los de Tex Tex.)
Anunciaron "una grata sorpresa: ya nos vamos, pero antes,
muñecos, aplausos". Los de Tex Tex no son feos, lo que ocurre
es que se equivocaron de planeta. No están chaparros; más
bien se encuentran en la media nacional.
Así transcurrió el concierto, entre pintas
de barbones, de Lupe Esparza y Chucky, el muñeco rocanrolero.
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