.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
CineGuía
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada en tu PALM
La Jornada sin Fronteras
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo electrónico
Búsquedas
C U L T U R A
..

México D.F. Domingo 16 de noviembre de 2003

Bárbara Jacobs

Eclipse de Lunas

Lunas tenía un sobrino del que constantemente nos contaba anécdotas. No sé si nos lo ponía de modelo o, más bien, si recalcaba tanto sus actitudes y las consecuencias de éstas para que no se nos ocurriera imitarlo. Es más, ignoro si el sobrino era real o un mero personaje inventado al que Lunas recurría para darnos lecciones de la vida.

El tal sobrino se llamaba Ambrosio y, ante sus propios compañeros escritores, pues, por supuesto, era escritor, presumía de tener contacto con el gran mundo cultural, circunstancia de la que daba pleno crédito a su tío, nuestro modesto profesor de literatura que, nos constaba, asimismo era escritor, aunque inédito todavía. Una de las primeras o más ilustrativas experiencias que Lunas nos refirió de Ambrosio tenía que ver con una casualidad tremenda por extraordinaria.

Resulta que en tres ocasiones diferentes, el sobrino sufrió la ignominia de ser confundido o hasta ignorado por los personajes que se jactaba de tratar con familiaridad. Y esto, como casos aislados, era fuerte, sin duda; pero, unidos por la coincidencia de haber sido atestiguados por un mismo colega en particular, convertía la historia en motivo suficiente para que Ambrosio no sólo sufriera una desorientación en su identidad, sino que hasta quisiera morir de vergüenza.

''šQué tal, Bernardo!", saludó Ambrosio a un afamado narrador extranjero que era paseado por novelistas nacionales. Y, para que el amor propio de Ambrosio se acabara de zarandear, Bernardo le preguntó, "Perdona, pero, Ƒnos conocemos?" En otra oportunidad, y delante del mismo testigo que había presenciado el anterior ninguneo, un poeta de renombre le extendió la mano a Ambrosio, saliendo a su encuentro con la mejor de las intenciones, pero con estas palabras: "ƑCómo estás Tarcisio?" La tercera vez tuvo lugar en un velorio. El buen sobrino de Lunas, rodeado por gente reconocida en el medio, aparte de por el viejo testigo involuntario de siempre, detectó un poco más allá a otro de los grandes escritores de nuestro tiempo y, emocionado, si bien con un gesto de la mano casual pero evidente, lo saludó en un momento en el que por azar sus miradas se cruzaron. Sin embargo, ante la efusividad de Ambrosio, el otro quedó impávido. ƑCuál era la moraleja?

"No llamarse Ambrosio", sugirió un listo; "No ser presumido", sugirió Lucrecia. "Bien, muchachos", nos tranquilizaba Lunas; "pero no digan lo primero que les venga en mente: reflexionen: todo tiene más jugo del que aparenta." Inobjetable, persistente, en otra ocasión nos refirió que Ambrosio había logrado mantenerse durante 10 años en diversos países de Europa, siendo él mexicano, nada más y nada menos que a base de participar, y ganar, en todo concurso literario pequeño del que se enterara. "Pequeño, jóvenes -enfatizaba Lunas-, es decir, insignificante, ya por el nombre, ya por el monto del premio". La cosa es que Ambrosio atendía toda convocatoria menor para premios literarios y, al cumplir con los requisitos, lucirse un poco, y cruzar los dedos, los ganaba. El tal Ambrosio despertaba nuestro asombro, incredulidad y envidia, sin duda. Pero, Ƒcuál era la moraleja? ƑExistía Ambrosio? ƑLos sucesos pertenecían a la vida de Lunas?

Lo cierto es que, tras hurgar en no sé cuántos cajones, la viuda de Lunas dio con un poema que le pareció oportuno permitirme transcribir una noche cuando, años después, la visité y reconstruí para ella las anécdotas de Ambrosio. La señora sonrió de lado al tenderme el poema: Colecciono -empezaba-/ convocatorias a premios literarios./ A medida que se vence el plazo,/ una a una / desatendidas todas/ las voy haciendo trizas / a lo largo del año,/ de los años.

Mas al preguntarle quién era el autor, guardó silencio; miró el reloj que colgaba de la pared y, haciendo una inquietante mueca, me dio la orden de marcharme de inmediato, cosa que cumplí sin mayores averiguaciones, atemorizada y llena de dudas, cual es mi costumbre padecer al desempeñar mi torpe papel de investigadora en esto que no puede llamarse más que un eclipse más de los Lunas.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4329 y 4110
Email