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México D.F. Lunes 10 de noviembre de 2003
TERRORISMO: PROFECIA QUE SE CUMPLE A SI MISMA
Ayer,
un día después del cruento atentado dinamitero perpetrado
en Arabia Saudita por presuntos integrantes de la red Al Qaeda, el ex vicepresidente
de Estados Unidos, Al Gore, formuló una dura descalificación
de la "guerra contra el terrorismo" en la que está empeñado
el gobierno de George Walker Bush.
El político demócrata -derrotado en 2000
por el actual presidente mediante una turbia maniobra electoral en Florida,
entidad que gobierna su hermano Jeb Bush- centró su ataque en el
hecho (comprobable por cualquier estadunidense medianamente informado)
de que la ofensiva de la Casa Blanca ha causado más daño
a las libertades civiles, las garantías individuales y los derechos
humanos que a las organizaciones terroristas acusadas de haber realizado
los atentados del 11 de septiembre del año antepasado. Refiriéndose
al gobierno de Bush, Gore lo acusó nada menos que de llevar a la
sociedad de Estados Unidos "hacia un gobierno más intruso, como
un Gran Hermano, hacia los peligros que profetizó George Orwell
en su libro 1984".
La acusación es cierta y justificada, pero debe
agregarse que la tendencia totalitaria que proyecta el actual gobierno
de Estados Unidos no se limita al territorio de ese país, sino llega
más allá de sus fronteras. Con Bush la política exterior
de Washington ha vuelto a los lineamientos paranoicos, dictatoriales, corruptos
e hipócritas que la caracterizaron durante la guerra fría;
de esa forma ha impulsado en todo el mundo el fortalecimiento de los autoritarismos,
las soluciones de fuerza y los embates contra la legalidad internacional.
En esa lógica se inscribe la adhesión grotesca, improcedente
y peligrosa de la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos -incluido
el nuestro, por desgracia- a la agenda "antiterrorista" de Estados Unidos.
En cuanto al señalamiento de Gore de que las estrategias
de Bush han servido para incrementar el poder del grupo gobernante, pero
no para hacer a Estados Unidos un país más seguro, es preciso
ir más allá: la "guerra contra el terrorismo" del actual
presidente ha tenido como consecuencia, entre otros efectos imprevistos,
la multiplicación y la intensificación de los ataques terroristas
en todo el mundo. Desde que la Casa Blanca emprendió el criminal
arrasamiento de Afganistán, los atentados se acentuaron en diversos
países de Asia.
A raíz de la invasión, ocupación
y saqueo de Irak por Estados Unidos, la violencia se ha apoderado de ese
infortunado país. El sábado, la destrucción de un
conjunto habitacional en Riad por atacantes que las autoridades saudiárabes
identifican como integrantes de Al Qaeda demostró el enorme fracaso
de la máxima potencia militar del mundo en la tarea que se impuso
de acabar con esa organización fundamentalista. La paranoia antiterrorista
de Bush ha ido convirtiéndose en estos meses en una profecía
que se cumple a sí misma. En cosa de dos años, Estados Unidos
ha fortalecido a sus enemigos integristas hasta un punto que en 2001 resultaba
inimaginable.
Hoy, los terroristas islámicos que atacan a los
estadunidenses, a sus intereses y a sus aliados cuentan, además,
con razones y justificaciones de las que carecían en 2001, cuando
ocurrieron los atentados del 11 de septiembre. Si en ese tiempo resultaban
oscuros y repudiables criminales, hoy muchos de ellos pueden considerarse
combatientes que buscan liberar al mundo árabe e islámico
de la dominación y la injerencia militar de Washington.
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