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México D.F. Lunes 10 de noviembre de 2003
MELON
Luis Angel Silva
¡Qué orquesta!
EN EL PROGRAMA de Cristina Pacheco tuve la oportunidad
de ver y oír a Ibrahim Ferrer, acompañado del pianista Roberto
Fonseca, por cierto muy bueno. Debo decirle, mi enkobio, que he presenciado
todas las actuaciones de Ibrahim a partir de su presentación en
el teatro Metropólitan, además de tener algunas de sus grabaciones,
solo y acompañado.
ME GUSTA EN especial la versión de Silencio
que grabara con Omara Portuondo, sin que esto quiera decir que es la única.
Así que me dirigí al Auditorio Nacional para gozar de su
concierto y celebrar al mismo tiempo el triunfo de mis Pumas sobre los
Tiburones de Veracruz, con jícamo, salsa y saoco.
A FE MIA que pude hacerlo con creces, mi nagüe,
puesto que la orquesta sonó de maravilla a pesar de que en mi opinión,
tomando en cuenta el lugar donde me encontraba, me pareció que el
sonido no le prestó la eficiencia debida. La orquesta tiene una
sección de cañas conformada por dos tenores: un alto, que
ejecuta varios instrumentos, que le permiten obtener varias combinaciones,
y un barítono, que brindaron calidad a raudales en todas y cada
una de sus intervenciones.
ESA SECCION SE complementa con cuatro metales:
dos trompetas y dos trombones, que no sólo tienen lo suyo, sino
les alcanza para dar y prestar; un bongocero que desde la afinación
de su instrumento dijo 'aquí estoy'. Rematan la sección de
percusiones un tumbador y un pailero con estilo sobrio, pero no cargado,
sin golpes superfluos, con estabilidad rítmica notable. En el contrabajo
el nunca bien ponderado Cachaíto López, en el piano el joven
Fonseca, una guitarra eléctrica con dos coros seguros, firmes y
afinados, con un director que sabe su negocio, además de ser el
presentador de la agrupación que, como dicen por el Caribe, vuelvo
y repito, está por la maceta.
DESPUES DE LA presentación de la orquesta
con lo que me pareció un mambo, apareció Ibrahim Ferrer ataviado
con un traje blanco para interpretar Bruca maniguá, de Arsenio
Rodríguez, el Ciego Maravilloso. Siguió con varios
números, entre ellos Naufragio, bolero de Agustín
Lara, y Perfume de gardenias, del Jibarito Rafael Hernández.
Luego Ibrahim se tomó un respiro para que la orquesta nos brindara
la primera descarga. Esta fue A la que me lo pida.
Sonaron de antología
ME QUEDO CORTO si digo que sonaron bien. Lo que
soltaron fue de antología. El bongocero demostró que tiene
manos ágiles y certeras; Cachaíto, bravo de verdura; don
Guajiro Mirabal, hachero montero; Aguaje Ramos, en titi (sic). En fin,
todos regaron el recinto de Reforma con eso que no se compra en la botica.
CON CADA NUMERO el saoco iba en aumento. El filin
aparecía con los boleros del señor Ferrer. Permítame,
monina, una disculpa para usted, así como a los miembros de la orquesta,
por no aprenderme los nombres de todos, pero la emoción me lo impidió.
Con sinceridad, le digo que hacía tiempo no me ponían a gozar
de esta manera. Entre los Pumas y la orquesta me regalaron un sábado
tremendo.
DEBO MENCIONAR A la señorita Valdés,
no sólo por su belleza, que de verdad está para concurso,
sino también porque es poseedora de un timbre de voz muy cubano,
seguridad en lo que hace, afinación y fraseo sabroso. Su compañero
de coro, digno de aplauso, pues, no le va a la zaga.
AL FINAL DEL concierto me encontré a un
amigo al que admiro y respeto. Me gusta decirle general aunque a él
eso le molesta. Cambiamos impresiones, coincidiendo casi en todo. Fue un
concierto para recordar a una orquesta que no tiene desperdicio, que suena
y suena bien. Pero, con todo respeto, sin quitarle un ápice a la
calidad de Ibrahim Ferrer, le quedó grande la banda, dando la impresión
de que el señor Ferrer era el cantante de la misma y no la figura
del concierto.
ME PIRO ECHANDO un pie porque a la voz de ¡fuego!,
se va Covadonga.
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