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México D.F. Lunes 10 de noviembre de 2003
Iván Restrepo
Arturo Warman y sus estudios sobre el maíz
El pasado 21 de octubre murió Arturo Warman. Antropólogo y maestro de méritos reconocidos, militante en una época de diversos movimientos de izquierda, autor de esclarecedores trabajos sobre la realidad rural de México y funcionario público durante los sexenios de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, poco se ha dicho al dar cuenta de su deceso que fue un decidido defensor de la economía campesina. Sus aportaciones teóricas y sus investigaciones de campo fueron eclipsadas en la última etapa de su vida por su posición crítica al movimiento zapatista, a los acuerdos de San Andrés y por el papel que jugó a la hora de modificar el artículo 27 constitucional. Serán otros los que evalúen sus contribuciones académicas y su desempeño gubernamental. Me gustaría en cambio destacar que a fines de los años setenta, y durante cuatro años, Warman coordinó uno de los estudios más importantes en el país sobre el cultivo del maíz. En esa tarea fue apoyado decididamente por otro estudioso, el ingeniero Carlos Montañés. Como fruto de esa investigación, efectuada en el Centro de Ecodesarrollo, se publicaron varios libros llenos de reveladores datos sobre los ecosistemas donde el maíz es punto clave.
Por principio, Warman destacaba el papel que cumplía en la sociedad nacional el que era, por mucho, el producto agrícola más decisivo para México. Esta importancia, sostenía, no se refleja necesariamente sólo en términos de valor monetario, sino que el maíz es el producto fundamental en la dieta de la mayoría de la población. En los trabajos de campo de entonces fue posible comprobar que alrededor de 75 por ciento de la población (prácticamente toda la rural y la mitad de la urbana) recibe del consumo del maíz la mayor proporción de los requerimientos de calorías y una porción significativa de otros nutrimentos. Si bien se reconocía que la importancia nutricional del maíz no es tan determinante en la otra cuarta parte de la población, su consumo está generalizado y es el más destacado entre los cereales.
Pero el aspecto cualitativo del maíz en la dieta nacional es aún mayor debido a que se trata del producto básico y cotidiano alrededor del cual se organiza toda la alimentación de las familias. Según Warman, los otros alimentos se jerarquizan, ordenan y combinan a partir del maíz, y esto es cierto aun para los estratos de población en que su importancia nutritiva es reducida. Y es que, sostenía, algunos alimentos no podrían consumirse sin combinarse con el maíz. En otros casos, como el frijol, que proporciona proteínas, adquieren toda su importancia en función de su complementariedad con dicha planta. Como otros estudiosos señalaron en trabajos pioneros (destacadamente Enrique Florescano), todas estas características hacen que en casi todo México la existencia del maíz signifique en un momento determinado la frontera del hambre. Si se dispone de maíz, independientemente de la escasez de otros alimentos, no se admite la existencia de una situación crítica de hambre, afirma Warman.
Pero además, al establecer los hábitos alimentarios, el consumo de este grano influye decisivamente en el quehacer económico, en las rutinas del trabajo doméstico, en la organización familiar, en el intercambio, en la organización del espacio y en muchos otros asuntos de la sociedad rural. El uso del maíz es uno de los rasgos centrales de la cultura de las clases mayoritarias y de México en general, y tiene expresiones económicas, sociales y simbólicas profundamente arraigadas en la sociedad. Domesticado en México por lo menos hace 6 mil años, desde entonces es la base material del sustento de su población. La introducción del trigo y el arroz en la época colonial diversificó el abasto de cereales, pero no al grado de desplazar al maíz de su posición estratégica como sustento de la población.
En fin, ahora que desde el sector público algunos altos funcionarios claman por eliminar el maíz del campo y de la dieta nacional, el estudio de Arturo Warman resulta más que recomendable. Y de consulta obligada por quienes toman las decisiones políticas y económicas. Comprobarían, entre otras cosas, la ignorancia que poseen sobre la realidad en que se desenvuelve la sociedad nacional.
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