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México D.F. Domingo 9 de noviembre de 2003
EN LA HORA DEL ALCA
El
fantasma de Cancún se cierne sobre la próxima reunión
del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). La piedra de
los subsidios agrícolas, clave en el tropezón de la quinta
reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio
(OMC), amenaza también el encuentro que se efectuará en Miami
del 17 al 21 de noviembre entre los representantes de 34 países
del continente americano.
Las enormes subvenciones que Estados Unidos otorga a las
empresas agroindustriales de su país y a un grupo selecto de grandes
productores, y su negativa a reconsiderarlas, son hechos que irritan a
los países de América Latina con agriculturas desarrolladas.
Estos apoyos les impiden el acceso de muchos productos agrícolas
al mercado del país de las barras y las estrellas. No en balde el
premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz afirmó que la ley
agrícola estadunidense, que prácticamente duplicó
el monto de los subsidios, es "el ejemplo perfecto de la hipocresía
de la administración Bush en materia de liberalización comercial".
Como sucedió en Cancún, de cara a la cumbre
de Miami, Washington mantiene su renuencia a discutir el asunto, argumentando
que el tema ya es analizado en el ámbito de la OMC, lo que no deja
de ser un sinsentido. En aquella reunión, Brasil creó con
China y la India el llamado G-21, al que se unieron coyunturalmente todos
los países suramericanos, con excepción de Uruguay, para
presionar a favor de su eliminación.
Pero la cuestión agrícola no es el único
obstáculo en las negociaciones en curso. La estrategia del coloso
del norte en las negociaciones del ALCA sigue muy claramente la línea
trazada por Robert Zoellick, secretario de Comercio con rango de embajador
del más importante mercado del planeta. El zar comercial,
un fundamentalista del libre mercado que ha trabajado indistintamente como
funcionario público y gerente empresarial, quiere hacer de este
acuerdo un instrumento para empujar la liberalización comercial
de manera simultánea en diversos frentes: globalmente, regionalmente
y bilateralmente. Al hacerlo así, declaró, "estamos creando
una competencia en la liberalización, colocando a Estados Unidos
en el corazón de una red de iniciativas para abrir mercados. Si
hay quien está listo para abrir sus mercados, Estados Unidos será
su socio. Si otros no están listos, Estados Unidos avanzará
con los países que lo estén".
Este multilateralismo comercial, claramente acotado, le
interesa a Estados Unidos en tanto ellos son los principales beneficiarios
de su funcionamiento, incluyendo medidas como la negativa a que otros países
tengan alguna forma de control de capitales, la prohibición a que
los gobiernos extranjeros favorezcan en sus compras a empresas nacionales
y la obligación de los gobiernos a indemnizar a las compañías
de su patria en caso de que sus ganancias sean afectadas por políticas
públicas. Se trata de un sistema que beneficia a sus empresas, y
que le permite el uso de su poder de mercado.
Es así como en las negociaciones del ALCA, Washington
ha evitado hacer concesión alguna en ramas como la agricultura,
argumentando que requieren de un acuerdo global y sistémico, pero
pretende hacer compromisos en temas claramente globales y sistémicos,
como propiedad intelectual, inversiones, servicios, competencia y compras
gubernamentales.
Como afirmó hace unos días el premio Nobel
Adolfo Pérez Esquivel, en América Latina se está intensificando
la resistencia al ALCA, pues lo que quieren sus pueblos es comercio justo,
no uno que sirve a Estados Unidos. Nuestro país no es la excepción
en el área. Es por ello que el gobierno de México debería
tomar muy en cuenta este creciente malestar contra el libre comercio, antes
de apoyar incondicionalmente una iniciativa que hipoteque aún más
las posibilidades del desarrollo nacional.
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