México D.F. Domingo 9 de noviembre de 2003
REPORTAJE /EL SECTOR
MANUFACTURERO
La industria textil y del vestido, hundida en una crisis
sin precedente
Opera a 50% de su capacidad; 9 comercializadoras controlan
41% del mercado
Hace ocho años tuvieron su etapa de esplendor,
eran el corazón de la economía nacional, pero hoy las textileras
están hechas garras. El contrabando y la competencia desleal,
entre otros factores, ya las tronaron. Y, peor aún, los especialistas
no ven una recuperación en el corto plazo.
FABIOLA MARTINEZ/I
Sumida en una crisis sin precedente, cuya recuperación
no se prevé en el corto plazo, la industria textil y del vestido
opera actualmente a 50 por ciento de su capacidad instalada y cada día
varias plantas enfrentan la posibilidad de cerrar, vapuleadas por el contrabando,
"la competencia desleal" de productos fabricados en Asia y la caída
en el nivel de exportaciones.
La cadena fibra-textil-vestido es la más afectada
por la desaceleración económica actual. Se trata de una curva
estadística que no levanta desde noviembre de 2000, y casi tres
años después se ilustra con la pérdida de 200 mil
empleos; esto es, 25 por ciento menos de los 800 mil reportados en la víspera
del gobierno foxista, coinciden reportes empresariales y sindicales del
sector.
Los dueños de las fábricas no dan crédito
de lo que está ocurriendo: "Primero nos fuimos con todo a la exportación,
pero ahora la ilegalidad nos ha desplazado; hemos perdido el mercado interno",
acepta el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Textil,
Rosendo Vallés Costas.
Pero quienes desde hace varios meses dejaron atrás
la sorpresa para ingresar a una etapa de franca desesperación son
los otrora poderosos dirigentes obreros de la industria: "Esto ya está
en agonía. Aquí lo arruinó todo el contrabando", advierte
Fermín Lara, dirigente de la Unión Sindical, en la que están
agrupadas las 10 organizaciones gremiales más grandes y antiguas
de esta industria.
El
dirigente, afiliado a la Confederación Revolucionaria de Obreros
y Campesinos, es secundado por Adolfo Gott Trujillo, líder textilero
de la Confederación de Trabajadores de México desde hace
más de 40 años: "como si fuera agua, esta industria se escurre
ya entre las manos", expresa.
Y es que la preocupación e incredulidad referida
tiene razón de ser, porque apenas hace ocho años los dueños
del capital y los trabajadores del sector disfrutaron una etapa de esplendor,
lapsos dorados -como en 1994-1995- en los que las exportaciones crecieron
50 por ciento.
En los años 90 la industria textil y del vestido
alcanzó las tasas de crecimiento más altas de la industria
manufacturera nacional, con exportaciones en 2000 de más de 9 mil
millones de dólares, contra los 900 millones de dólares reportados
en 1993.
En ese periodo, con el impulso de los acuerdos de libre
comercio y el crecimiento sostenido de la economía mexicana, nuestro
país logró colocarse como el principal proveedor de ropa
de Estados Unidos, inclusive 13 por ciento por arriba de los países
asiáticos.
Sin embargo, en noviembre de 2000 esta tendencia empezó
a revertirse a una velocidad vertiginosa, al grado de que desde entonces
bordea la línea de "crecimiento cero" y ha dejado ya el camino libre
a China para colocarse -a partir del año pasado- como el principal
proveedor mundial.
El gran diamante de esta cadena a escala mundial
es el mercado estadunidense, país que consume al año 166
mil millones de dólares en prendas. Para entender la magnitud de
ese nicho comercial se puede comparar, por ejemplo, con el valor total
de las exportaciones mexicanas en 2000.
¿Por qué se acabó el negocio?
Ante la carrera hacia abajo, industriales y dirigentes
de sindicatos colocan al contrabando y a las importaciones ilegales como
las causas principales del declive y cierre cotidiano de plantas.
Al respecto, Huberto Juárez Núñez,
investigador de la Universidad Autónoma de Puebla, especialista
en las industrias automotriz, textil y del vestido, afirma que la crisis
que vive el sector obedece fundamentalmente a la visión "cortoplacista"
de gobierno y empresarios, en el sentido de hacer grandes negocios con
el menor riesgo, mediante los beneficios de los acuerdos comerciales en
una brutal dependencia del mercado externo. "Es decir, se apostaron todos
los huevos a la canasta de la exportación".
Hasta 2000 las maquiladoras contribuyeron con 47 por ciento
del total de las exportaciones del país (unos 80 mil millones de
dólares) por la vía de las grandes importaciones; éstas,
sin embargo, han servido sólo de insumos para alentar las ventas
al exterior y poco contribuyen a estructurar y fortalecer el mercado interno.
Lo anterior se evidenció a finales del siglo pasado,
con un nivel de importación de telas e hilos del orden de 133 mil
millones de dólares, mientras que las compras para maquinaria llegaron
apenas a 24 mil millones de dólares.
En ese sentido, comentó el investigador, podemos
señalar que ha sido un fracaso el modelo económico vigente
y se confirma la vulnerabilidad de México frente a la dinámica
económica mundial, más allá de los efectos negativos
del contrabando, el cual, consideró, "no tiene un peso cualitativo"
respecto a la dinámica del mercado internacional.
Es decir, "la industria manufacturera es el corazón
de la economía nacional, y mientras no se reflexione en torno a
los riesgos de exportar hacia un solo lugar y olvidemos la importancia
de generar marcas propias, seguiremos en un camino sin salida, como un
país maquilador".
De poco sirvieron entonces -agrega Juárez- los
grandes centros de maquila de tela y ropa en Gómez Palacio, Durango;
Torreón, Coahuila, o Tehuacán, Puebla, si ese boom,
que alcanzó niveles de confección de más de un millón
de prendas diarias, redunda a la vuelta de algunos años en "atonías,
ventas espurias y la continuación del uso intensivo de mano de obra
de todas las edades con salarios bajos -en la maquila de la industria del
vestido- de 75 pesos al día.
-¿Cómo explicar el desarrollo vertiginoso
de esta industria a partir de 1994 y, a la vez, su estrepitosa caída
desde noviembre de 2000? -se le pregunta a Juárez.
-Es necesario destacar que la industria del vestido, principal
motor de esta cadena, creció silenciosamente, detrás de las
bardas, en especial en las zonas rurales más pobres, apoyada en
un marco preferencial de aranceles.
"De esta forma, fue fácil para los empresarios
instalarse y expandir su producción. Por un lado les bastaba el
insumo básico de la energía eléctrica (para operar
una nave industrial), apoyados siempre con mano de obra eficiente y barata
que está dispuesta inclusive, como ocurre en poblados aledaños
a Tehuacán, a convertir su casa en taller clandestino para deshilar,
por 30 centavos por prenda, pantalones de mezclilla para las prestigiadas
marcas GAP, Calvin Klein, Guess o Tommy."
Respecto a los cierres, agrega, es preciso señalar
que 41 por ciento del mercado interno es controlado por sólo nueve
grandes comercializadoras de ropa: Liverpool, Suburbia, Sears, Palacio
de Hierro, Wal-Mart, Comercial Mexicana, Gigante, Zara y Aldo Conti, situación
que explica también la quiebra de pequeños y medianos establecimientos
de la industria nacional.
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