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México D.F. Domingo 9 de noviembre de 2003
José Antonio Rojas Nieto
Dos observaciones sobre la reforma eléctrica
No se ve fácil que el gobierno logre modificar los artículos 27 y 28 de la Constitución para impulsar ya no sólo la reforma eléctrica, sino un cambio radical del carácter del Estado mexicano y de las definiciones fundamentales de la nación. Es lo que está en juego. No sólo lo eléctrico. Pero para legalizar ese cambio hace falta más que la superficial propaganda que ya inunda radio y televisión. Más que el dogmático respaldo de viejos dirigentes empresariales. Más, inclusive, que el nuevo apoyo de antiguos secretarios o subsecretarios de Estado, convertidos por esa magia de la nueva ética política en altos dirigentes de grandes consorcios privados. Nuevo México, nueva nación, nueva ética política. šQué duda cabe! Sí, al gobierno le hace falta mucho más que eso para lograr su empeño. Y es que la mayoría de los mexicanos intuye que algo anda mal. Por eso, y al margen de las nuevas encuestas, no creo que lo logren. En cualquier caso, permítaseme señalar hoy un par de indicaciones sobre la impertinencia de esos cambios, para dedicar las siguientes semanas a otros asuntos de la mayor importancia, como la frágil evolución reciente del mercado petrolero; la delicada situación del gas natural en México que, por cierto, caracteriza Adrián Lajous en un ensayo que nos ha compartido a varios analistas; la no menos delicada evolución reciente de los derechos de extracción pagados por Pemex, donde sobresale el monto de 2002 (14 mil 535 millones de dólares), 28 por ciento inferior en dólares al de 2001, con un volumen exportado similar y un precio de crudo mayor. Y eso para no mencionar sino brevemente la propuesta fiscal de 2004, con nuevas cargas a Pemex, nuevo IVA y, para sólo citar otro punto, el ánimo de liquidar instituciones como el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, el Colegio de Posgraduados (de Chapingo), el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, el Centro de Capacitación Cinematográfica, el Instituto Mexicano de Cinematografía y otras, incluida -sorpréndase- la Lotería Nacional, a las que el proyecto de Presupuesto de Egresos les promete disolución, liquidación, extinción, fusión o enajenación. šBravo!
Pero prometí dos observaciones sobre la industria eléctrica. Primera. Una de las preocupaciones permanentes en el sector eléctrico es operar al máximo factor de carga. ƑQué significa esto? Simplemente que con todos los medios al alcance se busca que día a día, durante todas las semanas de todos los meses del año, la diferencia entre el nivel de la hora del máximo consumo (la llamada punta, que se da por la iluminación en las noches) y el nivel del consumo medio del día (digamos que el que se registra entre las ocho de la mañana y las seis de la tarde) sea mínima. Si eso se logra, es decir, si se logra un mayor factor de carga, se abaten sorprendentemente los costos de producción. Y, con ello, se logra una de las principales condiciones de operación óptima. ƑPor qué? Por dos sencillas razones: 1. El nivel más alto de consumo a cualquier hora exige máquinas más caras. 2. El nivel más alto de la punta no sólo exige máquinas más caras, sino máquinas ociosas durante más horas al día, sólo listas para suministrar electricidad en esas horas de punta. Por ello es preciso hacer los máximos esfuerzos para abatir la punta y lograr el mayor factor de carga posible. Siempre. A todas horas. En todas las regiones. En todos lo sectores. En todo el país, pues un menor factor de carga eleva costos.
La segunda observación se relaciona con la primera. En un mercado eléctrico abierto, a todo generador se le reconoce el costo de la planta más cara necesaria para el suministro de cada hora. Luego, en esa hora a todos se paga lo mismo: lo más caro. Sucede algo similar al petróleo. El precio de hoy permite que productores con costos cercanos a 20 dólares tengan un buen beneficio. (En 1998 apenas los de ocho dólares de costo). Pero eso hace que los de menores costos tengan su renta petrolera. México, por ejemplo, con costos cercanos a cuatro dólares, hoy recibe por este concepto cerca de 16 dólares, sólo de renta petrolera. Y algo más de ganancia industrial. Así, en un mercado eléctrico abierto, productores de dos o tres centavos de dólar por kilovatio/hora recibirían cinco y cuatro centavos de renta eléctrica respectivamente, a horas en que el nivel de la demanda de electricidad exigiera productores de siete centavos de costo. Y más renta todavía a horas en que debieran operar generadores más caros. O menos, a horas con menor exigencia de demanda y generadores con costos menores. Esta es, pues, la famosa renta eléctrica, que en industrias con un monopolio estatal que opera bien (šSin duda CFE lo hace!) se distribuye a los usuarios. Aunque no lo crean. Pues bien, lo primero que hay que decir es que la existencia de contratos bilaterales entre generadores y grandes consumidores que actúan en una lógica de mercado modificará el factor de carga del sistema y encarecerá drásticamente el costo de operación del servicio público. Esos privados no tendrían por qué observar disposiciones centralizadas y coordinadas. Contradice la esencia de la bilateralidad. No hacerlo exigiría acciones que encarecerían sus contratos y dejarían de serles beneficiosos. Por otro lado, la expansión con base en plantas privadas terminará con entregarles toda o parte de la renta eléctrica, sea con un mercado abierto, sea con contratos de largo plazo. Estos dos cambios aparentemente sencillos (generación privada y contratos bilaterales) alterarán radicalmente el funcionamiento de la industria eléctrica nacional. ƑEso se quiere? ƑPor qué se renuncia a la renta eléctrica? šEs difícil entenderlo!
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