Juan Arturo Brennan

Dos europeas de cámara

Las orquestas europeas profesionales nos han acostumbrado a un nivel interpretativo que por lo general es muy alto y, además, muy homogéneo, por lo que en ocasiones tendemos a pensar que las diferencias entre ellas son mínimas. Sin embargo, esa homogeneidad suele ser más apreciable en lo que se refiere a los parámetros técnicos de la interpretación, y no siempre está presente en lo que concierne a las cualidades más elusivas y subjetivas del quehacer musical. Este hecho quedó muy claro gracias a la reciente presencia en la ciudad de México de dos orquestas europeas de cámara, cuyos conciertos dejaron impresiones bien distintas.

En el teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes se presentó, en un concierto dedicado principalmente a la comunidad diplomática del viejo continente, la Orquesta de Cámara de la Unión Europea, dirigida desde el atril del concertino por Matthias Wollong.

El programa no fue nada del otro mundo y parecía haber sido armado para complacer a todos y no contrariar a nadie. Un divertimento de Mozart, una serenata de Elgar, una de las suites de Aires y danzas antiguos, de Respighi. Como complemento, la rica Serenata italiana de Wolf, y el Concierto para violín y cuerdas de Mendelssohn, en el que el propio Wollong actuó como solista.

A lo largo del concierto, la Orquesta de Cámara de la Unión Europea (formada por una selección de músicos de los países miembros) se mostró como un grupo eficiente, competente y disciplinado, que tuvo sus mejores momentos en la obra de Hugo Wolf, y que en el concierto de Mendelssohn permitió apreciar que Matthias Wollong es un violinista con una gran facilidad para la ejecución, si bien no con grandes alcances de virtuoso.

Sin embargo, y a pesar de las cualidades señaladas, este concierto de la Orquesta de Cámara de la Unión Europea no pasó de ser un concierto correcto, bien preparado y bien presentado, que en general resultó frío y no muy conducente a la generación de entusiasmos y ovaciones.

Unos días después, en la Sala Nezahualcóyotl, la presencia del Ensemble Resonanz de Alemania permitió apreciar una enorme diferencia en lo que se refiere a actitud, enfoque musical y capacidad de mover a un público más conocedor. Al inicio del programa, el Ensemble Resonanz interpretó una de las breves sinfonías para cuerdas de Carl Philip Emanuel (CPE) Bach con numerosos destellos instrumentales, y aplicando algunos parámetros estilísticos de ejecución a la antigua que permitieron lograr una enorme claridad en el fraseo y la articulación.

Después, el grupo alemán eligió dos de las piezas que conforman las Estampas nocturnas, de Manuel M. Ponce, de las que realizó una ejecución inteligentemente balanceada entre el romanticismo, los toques de modernidad y ciertos apuntes localistas muy bien observados y realizados.

La primera parte del programa del Ensemble Resonanz concluyó con una bienvenida novedad, el Concierto para cuerdas, de Bernd Alois Zimmermann. Obra de texturas compactas, expresividad sólida y concentrada, notables contrastes dramáticos y un ámbito armónico austero y poderoso, este concierto de Zimmermann recibió una interpretación llena de vida y energía en la que los músicos alemanes demostraron un dominio total tanto de la materia musical externa como de aquello que puede leerse entre las líneas del pentagrama.

La segunda parte del concierto estuvo cubierta por la portentosa Noche transfigurada, de Arnold Schoenberg, en su versión para orquesta de cuerdas. Si en CPE Bach el conjunto optó por el diáfano estilo barroco, aquí dio rienda suelta a las expresiones más arrebatadas del romanticismo extremo, comunicando con pasión no sólo los amplios matices de este poema amoroso instrumental, sino también las importantes implicaciones históricas del lenguaje poswagneriano con el que Schoenberg se colocaba en el umbral de una ruptura de proporciones épicas.

Fuera de programa, el Ensemble Resonanz hizo una versión pulcra y técnicamente muy cuidada del sabroso Metro Chabacano, de Javier Alvarez, quizá sin la picardía latina que adorna otras ejecuciones de la obra, pero con precisión envidiable. En suma, una sesión musical brillante y emotiva a cargo de este joven ensamble alemán, que toca con una convicción y un gusto contagiosos. En el intermedio, algún despistado entre el público comentó que para tener tantas mujeres en sus filas, el grupo no sonaba mal. Por el contrario, no me cabe duda de que buena parte del brillo y de la enjundia de Resonanz se debe precisamente a su abundante contingente femenino, que en la ejecución de algunas obras del programa fue mayoritario.