Montse Pont y David Paricio
Corría el año 96 cuando de la mano
de Gemma nos encontramos con una llamada del Departamento de Formación
y Prevención de Sida Studi1... Armados con PCT (Potentes
Contenidos Teóricos) y FCP (Folclóricos Penes de Colores
para mostrar la correcta colocación del preservativo) nos dirigimos
a impartir talleres para facilitar ese instrumento necesario y del que
tan necesitados están para prevenirse del VIH: ¡la información!
Tal vez ésta podría ser una manera de resumir
el cómo empezó todo. Desde entonces hasta la fecha nuestro
Departamento de Formación y Prevención ha estado muy unido
a tres estudios internos realizados con los participantes de nuestros entonces
Talleres, hoy Acciones Educativas. Siguiendo un orden cronológico,
estos fueron los aspectos estudiados: la información que los jóvenes
tenían del VIH/sida en general y del preservativo en particular;
y la autopercepción de riesgo ante el VIH/sida de los jóvenes
y sus dificultades verbalizadas en el uso del preservativo. Respecto a
los resultados, también en orden cronológico, nos encontramos
con que: 85 por ciento de los encuestados tenía información
correcta sobre sexualidad y VIH/sida antes de empezar nuestras intervenciones.
Más de 80 por ciento de los jóvenes veía
el sida como "un problema" ante el cual conocían la solución:
"el preservativo", que era definido como un "instrumento para ahorrar problemas".
En una escala del 1 (muy poco riesgo de contraer el VIH)
al 5 (mucho riesgo) los jóvenes se situaban en un valor medio del
1.19 y además no puntuaban ninguna dificultad ante el uso del preservativo
por encima del 2.5 (excepto, curiosamente, la de que "molesta el tamaño"
con una media del 2.84).
Y bien, siete años más tarde, sabiendo que
los jóvenes tienen la información, que conocen cómo
evitar el VIH, que no verbalizan dificultades ante el uso del preservativo
y que no se consideran en riesgo, pero sabiendo también que en la
actualidad entre los jóvenes sigue existiendo transmisiones... ¿Dónde
estamos?, ¿hacia dónde vamos?
¿Póntelo? ¿Pónselo?
Asumiendo que la entonces perseguida información
es necesaria pero no suficiente para conseguir nuestro objetivo que es
el cambio de actitudes en relación con su (nuestra) salud
sexual, la reforma metodológica de nuestras propuestas educativas,
una vez abandonados muy a nuestro pesar nuestros PCT y nuestros FPC, ha
tenido presentes tres aspectos cruciales:
-- Escuchar antes de hablar, intentando conocer al máximo
la demanda exacta, la dificultad real, dando soluciones útiles y
aplicables.
-- Trabajar cada vez menos las habilidades técnicas
del manejo del preservativo (cómo colocarlo) y pasar a trabajar
las habilidades sociales de su uso (cómo sacar el preservativo del
bolsillo, cómo proponerle su uso a la pareja, qué hacer si
te dice que no...)
-- Tener presente la perspectiva de género.
Así, combinando los tres estudios realizados, la
experiencia de los más de mil talleres y la ingesta de cantidades
ingentes de café, seguimos intentando dominar la caja de Pandora
que un buen día nos estalló en las narices con los resultados
de aquel primer estudio en 1998 para encontrar esa ansiada e itaquística
Piedra Filosofal tras la cual seguimos caminando, esta vez con más
preguntas que respuestas, algunas de las cuales nos gustaría compartir:
Al hablar de prevención del VIH/sida entre jóvenes,
es de sexualidad de lo que estamos hablando, de un tema tabú
y oculto en nuestra sociedad... ¿qué visión tienen
los jóvenes sobre sexualidad?, ¿qué dificultades reales
tienen? Y nosotros, flamantes talleristas en demasiados casos sabelotodo,
¿qué sucede con nosotros como personas sexuadas que también
somos?, ¿cuál es nuestra visión de la sexualidad?,
¿y cuál nuestra vivencia personal de la sexualidad, de la
sexualidad también en relación con la prevención de
VIH?
Tener presente la perspectiva de género como construcción
social y sus consecuencias es imprescindible si queremos hablar de sexualidad;
¿cuál es el rol del chico y de la chica en una relación
sexual?, ¿cómo se crean y reafirman dichos roles?, ¿cómo
podemos alterarlos y qué alternativas damos?, ¿cómo
capacitar, por ejemplo, a una chica para que plantee utilizar el preservativo
a su pareja si su principal preocupación ante la práctica
sexual es el placer de el otro?
En un principio a todos nos pareció fácil
y sencillo: "Póntelo o pónselo", chillábamos a quien
nos quisiera escuchar. Pero ¿somos conscientes de lo que proponemos?
En definitiva, proponemos controlar nuestra sexualidad introduciendo un
elemento racional: el condón, es decir, controlar lo irracional,
lo pasional, el deseo, las emociones, la ansiedad que provoca una primera
relación sexual, los sentimientos que recíprocamente se despiertan
en cada una de nuestras relaciones... Repetimos, sencillo ¿no?,
fácil ¿no?
Cambio de perspectiva
Entender el sida, bajo la propuesta de Luc Montagnier,
no simplemente como una enfermedad médica transmisible, y por lo
tanto controlable, sino como enfermedad social estigmatizada, relacionada
con determinados hábitos, grupos poblacionales y estereotipos claramente
definidos, tiene sus consecuencias. ¿Estamos dispuestos a asumirlas?
¿Estamos dispuestos a trabajar la estigmatización de la enfermedad
aún muy
latente en el "a mí no me tocará porque
yo no..." o preferimos seguir escuchando respuestas políticamente
correctas o autocomplacientes?
Los jóvenes tienen una información básica
correcta y útil ¿por qué entonces deciden (decidimos)
correr ese riesgo?:
Hipótesis 1: Porque son irresponsables, insensatos
y, encima, jóvenes.
Hipótesis 2: Porque trabajar el "riesgo" y sus
percepciones puede que no sea tan sencillo como hablar de bueno/malo, porque
es necesario un cambio de perspectiva que incluya propuestas múltiples
de explicaciones tales como:
Olvidar el reduccionismo de plantear el término
"riesgo" como único y sólido, estableciendo graduaciones
entre las diferentes tipologías de riesgos.
Tener presente no sólo la perspectiva objetiva
del/la joven, sino también la subjetiva ante la decisión
de correr o no un riesgo.
Acabar con la visión de riesgo como algo
exclusivamente negativo y empezar a tener en cuenta los aspectos positivos
que el mismo también puede conllevar sobre todo en materia de sexualidad.
¿Con cuál de las dos hipótesis decidimos
trabajar?
Y por último, tras siete años proponiendo
el idealizado "Riesgo Cero" (es decir, el todo o nada, el existe riesgo
o no existe, el 100 por ciento o el cero por ciento), nos advierte Kohsland
que el riesgo cero no es posible, ya que el riesgo es intrínseco
a la vida... y nos remata Bimbela y Cruz: "¿Será el ser humano
capaz de convivir saludablemente, también con los riesgos que el
VIH conlleva? ¿O se le va a pedir al VIH lo que no se le pide casi
nunca a nadie ni a nada: el Riesgo Cero?"
Pero si renunciáramos, aunque sólo sea por
lo irreal de la propuesta al paradigma del "Riesgo Cero", ¿qué
nos queda? En la atención del también complejo campo de los
problemas asociados al uso de sustancias, el paradigma de la Reducción
de Daños ha desplazado por completo esta idea utópica y peligrosamente
paternalista del riesgo cero... ¿Es posible aplicarla también
en la prevención del VIH/sida?, ¿cómo consensuar una
definición de Reducción de Daños en materia de VIH/sida?,
¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar los educadores para
la salud?; más allá de la clasificación de las prácticas
sexuales según el riesgo de transmisión de VIH, ¿cuál
sería el símil exacto de una intervención para reducir
los riesgos en una relación sexual de penetración con, por
ejemplo, los Talleres de Punción Higiénica para usuarios
de drogas intravenosas?; ¿estamos dispuestos a transgredir y a destapar
aspectos de la sexualidad socialmente ocultos?...
Preguntas, preguntas...
Tomado de Lo + positivo. Núm. 25, primavera
2003, Barcelona, España.
1 Asociación civil con trabajo en VIH/sida de
Barcelona, España. |