México D.F. Jueves 6 de noviembre de 2003
En diciembre se cumplirán 55 años de su muerte, pero se le homenajea desde hace dos
Recuerdan a Chano Pozo desde tres flancos: discos, cine y teatro
Adaptar la polirritmia cubana al jazz, lo primero que se reconoce al mítico conguero
ERNESTO MARQUEZ ESPECIAL
Con la edición de un paquete discográfico que reúne la totalidad de su obra musical, editado por Tumbao Records; la publicación del video-documental Buscando a Chano Pozo, de la cineasta cubana Rebeca Chávez, y la puesta escénica Chano Pozo, un cubano en Nueva York, del director galo-argentino Jerome Savary, se recuerda en el mundo latino al mítico conguero a 55 años de su trágico deceso.
La vida y obra del músico, compositor y bailarín habanero, abatido a tiros el 2 de diciembre de 1948 en un cafetín de Nueva York, en circunstancias nada claras, es revivida desde esos tres flancos (discográfico, fílmico y teatral) esperando reanimar en la memoria colectiva la importancia y trascendencia de un artista que se adelantó a su época, vivió al filo del abismo y sucumbió en su propio fuego.
La colección de Tumbao testimonia el proceso creativo de Pozo desde sus primeras grabaciones en La Habana hasta lo logrado con su amigo Dizzy Gillespie. Se trata de una elegante caja de tres discos compactos, que incluye un librillo de 142 páginas con la biografía del músico cubano (en inglés y español) ilustrada con abundantes fotos y reproducciones históricas de las etiquetas originales. Blen blen blen, Timbero, la timba es mía y Los días del Cu-bop son las referencias de las antologías organizadas por el productor y dueño del sello, Jordi Pujol, según los periodos más importantes de Luciano.
Buscando a Chano Pozo, documental fílmico dado a conocer en la reciente muestra cinematográfica de La Habana, descubre, mediante imágenes de la época y testimonios de gente cercana, la leyenda de un músico que a los ojos y criterio de los declarantes pertenece a la casta de irrepetibles. De 27 minutos de duración, el filme, en el que paticipan la compositora Isolina Carrillo, el tresero Niño Rivera, el tumbador Tata Güines y el timbalero José Luis Quintana Changuito, está dirigido y producido con acierto y buen ritmo.
Por su parte, el director y productor teatral Jerome Savary ha logrado una espléndida obra musical sobre la base de presentar una "versión libre" de la historia de Chano. Apoyado por el saxofonista estadunidense Allen Hoist y los percusionistas cubanos Miguel Angá Díaz y Wilfredo Chonguito Vicente en los conceptos musicales, la puesta en escena es una divertida comedia, cuya acción se desarrolla en La Habana actual. Es una "fantasía musical" cargada de emotividad y ritmo, en la que participan 14 bailarines, una orquesta de 18 elementos y cantantes distinguidos como la genial Juana Bacallao, amiga cercana de Pozo.
Lo que tienen en común estos trabajos es la intención de acercarnos al mito y descubrir sus entrañas. Pero, como pasa con la mayoría de los personajes vueltos leyenda, estos acercamientos carecen de una cobertura amplia y certera, dada la cantidad de hechos reales y ficticios que alimentan y hacen compleja la historia.
La vida de Chano Pozo, plagada de oscuros pasajes, es un rico filón del que se extraen las más inverosímiles y encontradas historias, de lo que se han valido sus biógrafos y panegiristas para tener una "verdad" diferente acerca del músico. Verdades a medias de una historia incompleta, en las que nadie se pone de acuerdo. Como en el asesinato. ƑDeudas? ƑDrogas? ƑVenganza? ƑCuestiones religiosas? ƑEnvidia? ƑCelos? ƑMachismo?
Lo cierto es que este genial músico fue acribillado a tiros por el oscuro militar retirado Eusebio Muñoz, apodado Cabito, quien adujo haber tenido motivos suficientes.
Era atrevido, valentón
Chano era "guapo", pero no en el sentido de lo bello, pues en realidad era feo. Era guapo en el concepto barriobajero del atrevido, del valentón, del madreador. Bajito de estatura, de hombros caídos, fuertes manazas y cara de boxeador, era voluble, negado a cualquier disciplina. Su abuela lo internó en un reformatorio con la esperanza de que el régimen carcelario lo corrigiera. Pero, hijo de Changó, se reveló a todo. Nunca fue a la escuela y lo poco o mucho que aprendió de la vida lo logró en la calle.
Nació en el barrio de La Timba, el 7 de enero de 1915. Apenas era un niño cuando ingresó a la logia abakuá, en la que se cultivó en los ritos religiosos de origen africano, aprendiendo de los "mayores" los toques sagrados del tambor ñáñigo y las danzas rituales.
Desde muy joven experimentó la necesidad de exteriorizar el universo sonoro que bullía en su cabeza. Formó parte de muchas comparsas de carnaval, como la del Barracón y Los Dandys, en las que se destacó como compositor ("Siento un bombo, mamita me está llamando..."), tamborero y bailarín de excepcionales facultades.
Durante años vendió periódicos, limpió zapatos, fue velador y trabajó de guardaespaldas de un político de la época hasta que Rita Montaner lo coló en la RHC-Cadena Azul, en la que coincidió con su medio hermano Felix Chapotin, el ya famoso trompetista y animador de las transmisiones públicas de dicha estación radiofónica, con quien formó su primera agrupación.
Con Rita ya había trabajado en algunos espectáculos, como el del Congo Pantera, presentado en 1940 en el Sans Souci. La Montaner se había convertido en su protectora (algunos aseguran que entre ellos había algo más que amistad) y no escatimaba esfuerzos para dar a conocer su talento. Fueron innumerables las ocasiones en que trabajaron juntos, siendo quizá la más relevante aquella de junio de 1944 cuando realizaron un programa de música afrocubana en el teatro Aída de Pinar del Río, donde el genial conguero se develó como compositor y bailarín ante un público frenético que le aplaudió a rabiar.
Impulsor de la música bailable cubana
Con popularidad creciente, Chano impulsó la música bailable cubana, inyectándole una vitalidad desconocida. Sus composiciones, ejemplo de perfección rítmica y economía de recursos líricos, eran muestra de su genialidad. Algunas de sus más célebres, como Blen, blen blen; Boco boco, Ariñañara, Parampampin, Guarachi güaro o Sanganfimba, son temas que no dicen nada porque no fueron pensados para erigir un discurso. Simplemente el autor se apoyó en el juego de palabras y el recurso onomatopéyico para hacer ritmo en clave de rumba, aprovechando las posibilidades instrumentales de la voz.
No tenía método ni disciplina académica. La música, los ritmos de una canción, le brotaban de manera espontánea, por lo que al surgirle una idea corría con sus amigos pianistas Lili Martínez o Lino Frías para que se las transcribieran en partichelas que más adelante serían ejecutadas por las orquestas de baile.
El primero en llevar sus composiciones al estudio de grabación fue Miguelito Valdés. Nagüe y El Pin Pin fueron los temas que el cantante y líder la Orquesta Casino de la Playa registró en acetato de 78 RPM. Valdés, cantante bien dotado y carismático, supo entender, al igual que Montaner, la genialidad del conguero. Chano y Miguelito se habían conocido en el barrio de Belén, donde armaban tremendos rumbones. Uno percutiendo el tambor y el otro cantando piezas aprendidas en el "ambiente". Desde entonces nunca se desvincularon. La partida de Chano hacia Estados Unidos tuvo que ver con el apoyo del intérprete de Babalú ayé.
Una tarde de mayo de 1947 arribó Chano Pozo a Nueva York. Viajó en barco para trasladar su convertible rojo, a su mujer Caridad Martínez y a su buen amigo Pepe Becke.
Luego de pisar tierra firme y registrarse en un hotel del Harlem Español, Chano se lanzó con su gente al club La Conga, en el que triunfaba Miguelito Valdés. El ambiente de aquel lugar era propicio y Miguelito hizo que subiera al escenario. Esa noche Chano estaba inspirado y realizó un ritual de ritmo y danza que subyugó a los parroquianos. Muy pronto el boca a boca informó de su presencia en la gran manzana. Lo demás es una historia conocida: Miguelito presentó a Chano con Mario Bauzá, éste con Dizzy Gillespie y el encuentro devino uno de los momentos estelares en la historia del jazz.
Sorprenden sus cualidades artísticas
Dizzy Gillespie, uno de los fundadores de la corriente bebop, trompetista, compositor y visionario musical, trataba en esa época de "matrimoniar" el jazz con la música cubana. Entre sus músicos contaba con el tamborero cubano Diego Iborra, que al parecer no "resolvía", por lo que de inmediato puso a prueba al recién conocido y quedó gratamente sorprendido: el hombre tocaba, bailaba y cantaba al mismo tiempo.
Chano no hablaba una palabra de inglés y no sabía leer música, pero eso no era inconveniente alguno para comunicarse con Dizzy. Este, que tampoco hablaba español, comentaba que se entendían en africano. Los dos tenían por dentro el misterio de la creación, la poesía, la magia del arte. Chano era como un torrente desbordado que Gilliespie contenía y encauzaba. De esa complicidad surgieron piezas iconos del jazz latino, como Ool ya-koo, Cubana-be, Cubana-bop, Tin tin deo y la clásica Manteca.
Muchos debaten y ponen en tela de juicio el mérito de Chano en el desarrollo de la música sincopada, incluso han llegado a argumentar su poca valía como músico. Hay que recordar que Chano no llegó a la escena musical estadunidense como un improvisado. Era un músico-compositor de elevada importancia en Cuba. Sus composiciones y participación en sesiones de jazz con bandas como la Havana Casino, más sus colaboraciones con Machito y Miguelito Valdés, le dieron suficientes credenciales para ingresar al ambiente neoyorquino.
Ahora bien, la contribución de Pozo al jazz estadunidense va más allá de cierta complicidad con Gillespie. Lo primero que se le reconoce es haber adaptado las posibilidades de la polirritmia cubana al jazz, cambiando ciertos acentos para evitar encimarse o chocar con las acentuaciones típicas del bop. Sus tumbaos, la ejecución de una batería hasta de siete congas y sus composiciones de arriesgados lances tonales fueron también elementos contribuyentes al desarrollo de la nueva expresión tonal, que primero se conoció como afrojazz, luego como cubop y ahora como jazz latino.
El etnólogo cubano Fernando Ortiz dice que Chano Pozo fue un revolucionario entre los tamboreros de jazz: "Su influjo fue directo, inmediato, eléctrico. Los más reputados músicos de batería se estremecían ante el inesperado reformador".
Y si alguien es puntual y certero en sus juicios y valoraciones es el autor de La historia del jazz y Africana de la música cubana. Por eso señala: "Debemos recordar su nombre para que no se pierda como el de tantos artistas anónimos, que durante siglos han mantenido el arte musical de su genuina cubanía".
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