México D.F. Jueves 6 de noviembre de 2003
Sin casa ni tierras, trabajadores rurales encabezan
la lucha social en Brasil
Movimientos campesinos lamentan "la debacle" de las
organizaciones obreras
Destacado desempeño de las mujeres en la unión
de labriegos, dice la líder Isabel Ramallo
STELLA CALLONI ENVIADA
Sao Paulo, 5 de noviembre. Si algo destaca en las
organizaciones campesinas de Brasil, es el papel de las mujeres. Delgada,
alta, morena, de rostro firme y mirada decidida, Isabel Ramallo es una
de las dirigentes del Movimiento de Pequeños Agricultores (MPA)
de Rondonia, en la frontera con Bolivia.
Este
movimiento comenzó a organizarse en los años 80, dentro del
esquema de la Central Unica de Trabajadores (CUT). "Pero nunca logramos
una verdadera representatividad allí. Nos veían como minoría.
En 1992, en el segundo congreso nacional, ya actuamos como organización
paralela", dice Isabel al relatar las disputas originadas en torno a la
organización, especialmente porque grupos de líderes estatales
de la CUT no aceptaban la idea de que estos campesinos se articularan por
fuera de la estructura sindical hacia una organización a escala
nacional.
En 1996, la sequía que afectó diversos lugares
del país hizo que se perdieran las zafras y otras cosechas, acelerando
la organización del MPA: "Quedamos endeudados y no había
propuestas frente a esa situación dramática. Así se
juntaron las familias para encontrar una salida y resolver el problema.
Entonces fuimos entendiendo que debíamos tener una organización
propia y decidimos diversas formas de lucha en asambleas campesinas".
Allí se decidió el corte de rutas, la marcha
hacia las grandes ciudades, y la instalación de un campamento de
32 mil campesinos a finales de 1996 en la ruta a la sureña ciudad
de Porto Alegre. También "se hizo una huelga de hambre para que
nos escucharan y poder renegociar deudas, así como tener garantías
con la creación de líneas de financiamiento, y a partir de
esa experiencia ya vimos la posibilidad de una organización mayor",
recuerda Isabel.
En esos momento recibieron la ayuda y el apoyo del Movimiento
de campesinos Sin Tierra (MST) y allí comenzó la organización
en pequeños grupos de familias para llegar a la creación
del Movimiento de Pequeños Productores que se organizaron entonces
en cinco estados del sur de Brasil, además de Rondonia y Matto Grosso.
"En el año 2000 teníamos 350 representantes
y definimos líneas políticas nacionales para expandir el
movimiento". En mayo de ese mismo año se realizó el primer
congreso con la participación de pequeños agricultores de
17 estados.
"Tenemos una política de alianza con el MST, nuestros
hermanos política e ideológicamente", que los apoyaron en
el plan de formación, que se traduce actualmente en cursos de educación,
producción y autosustentación.
Otro de los grandes movimientos campesinos en Brasil es
el de los afectados por las construcciones de represas e hidroeléctricas
(MAB, por sus siglas en portugués), que reúne a miles de
familias desalojadas de sus tierras. "En la década de los 70 se
intensificó en Brasil el modelo de generación de energía
a partir de grandes represas. Fueron proyectos faraónicos de instalaciones
hidroeléctricas construidas en todo el país para generar
electricidad para las grandes empresas 'electro intensivas' y para la creciente
economía nacional que pasaba por el llamado milagro brasileño,
y esas obras desalojaron sin destino a millones de personas de sus tierras
y una masa de campesinos perdieron sus casas, sus tierras y sus trabajos.
Muchos fueron a vivir en las periferias de las grandes ciudades en condiciones
miserables", explica Rosilda, una de las voceras del movimiento.
Así relata el principio de la organización
para luchar y resistir contra el modelo impuesto. Primero en la región
del nordeste, donde más de 70 mil personas fueron desalojadas; luego
en el sur, con la construcción de la hidroeléctrica de Itaipú
y otras, y en el norte, con la construcción de Tucuruí.
Los integrantes del MAB sostienen que todas esas obras,
más otras posteriores, significaron el desalojo y expulsión
hacia la pobreza de miles de brasileños, lo que aparejó graves
problemas sociales y ambientales, pendientes de solución.
La lucha inició con el pedido de indemnizaciones
justas, y allí los afectados se dieron cuenta de la necesidad de
una organización mayor, que comenzó en un primer encuentro
en 1989. El MAB, que también cuenta con el apoyo del MST, se está
organizando en varias regiones de Brasil no sólo en demanda de sus
derechos, sino también por una nueva política energética
contra "el modelo capitalista neoliberal, y por la construcción
de un proyecto popular, reasentamiento comunitario en latifundios, créditos
para la recuperación y el desarrollo".
Es otro de los tantos movimientos que fueron surgiendo
en Brasil en las últimas décadas y que hoy conforman una
red capaz de movilizar a miles en sus demandas.
Todos los movimientos campesinos miran con cierta "tristeza"
lo que consideran la "debacle" por la que pasa el movimiento obrero, entre
ellas la propia CUT, que tuvo un pasado de lucha, ante la embestida neoliberal,
y la cooptación de muchos dirigentes por medio de las "trampas de
ese modelo". De alguna manera sienten que han tomado la vanguardia y fueron
parte activa en el reciente debate realizado por el Centro de Educación
Popular Sede Sapientaie (Cepis) en la pastoral Sante Fe, en la periferia
de Sao Paulo. Se ven a sí mismos como "una fuerza que marca rumbos
en el país (...) somos el camino, pero queremos serlo todos juntos".
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