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México D.F. Domingo 2 de noviembre de 2003
Carlos Bobnfil
Perversión
Al impacto de la secuencia inicial, el suicidio del adolescente Ken Park, sucede una serie de imágenes perturbadoras relacionadas con la sexualidad juvenil, la tentación del incesto, y el parricidio como expresión de un hartazgo existencial. Perversión (Ken Park), cuarto largometraje de Larry Clark (Kids/Vidas perdidas, Mentes perdidas, Bully), en colaboración con Ed Lachman, camarógrafo de las cintas Lejos del cielo y Vírgenes suicidas, es una película polémica. Este primer proyecto fílmico del fotógrafo Clark (autor del libro iconográfico Tulsa, sobre adolescentes, fuente de inspiración para Mi camino de sueños -My own private Idaho-, de Gus Van Sant), data de 1988 y necesitó 14 años para poder realizarse. El obstáculo principal: un guión que proponía desnudos adolescentes frontales y escenas de sexo explícito, y no encontraba por ello productores suficientemente temerarios en Norteamérica. El éxito de Kids, opera prima del autor, le facilitó al fin a Ken Park un apoyo financiero holandés, pero una vez concluida, la cinta está hoy prohibida en Australia, restringida en Francia a espectadores mayores de 16 años, y todavía en espera de autorización en Estados Unidos. En México la distribuidora independiente Arthaus Films le apuesta a una difusión limitada de la cinta (12 copias), sin cortes, con una advertencia publicitaria: "Véala bajo su propio riesgo", y la imagen de una mujer que gozosamente admite la gratificación oral del novio de su hija.
Las sucesivas historias de cuatro adolescentes, Shawn, Claude, Peaches, Tad -amigos todos del suicida Ken Park-, no representan mayor escándalo. En los años recientes el cine ha ilustrado en Felicidad, Storytelling, Loco por Mary, Y tu mamá también, el desenfado sexual juvenil, el incesto, la paidofilia, los tríos sexuales y la eyaculación masculina en primer plano. Lo que parece irritar al puritanismo anglosajón, y a los nuevos apóstoles de la abstinencia sexual, no es una exhibición más del catálogo de las llamadas perversiones sexuales, sino la representación gráfica, sin complacencias, de desnudos frontales de adolescentes masculinos, la desfachatez de una erección, la desinhibición de protagonistas menores de edad y sus faenas eróticas que prescinden del cortejo y otros preámbulos innecesarios. Y algo aún más incómodo: los pretendidos excesos de estos adolescentes tienen como contrapunto la hipocresía moral de sus padres con su sexualidad reprimida y a todas vistas retorcida: la del padre de familia, viudo evangelista, que para seguir venerando a su esposa decide, buñuelianamente, contraer nupcias simbólicas con Peaches, su propia hija, o la de la madre que con su amante adolescente, Shawn, indaga sobre la sexualidad de su hija, novia del mismo, o la del padre iracundo y machista que luego de una borrachera sucumbe por un momento al atractivo físico de Claude, su hijo adolescente. La perversión, por utilizar el término elegido por los distribuidores de la cinta, es privilegio aquí de los adultos, padres de familia, y no de los adolescentes, con la excepción notable del joven Tate, un chico huérfano que vive con sus abuelos y que es todo un caso patológico.
El mundo que describe Larry Clark, cronista atento del comportamiento adolescente, queda así dividido en categorías irreconciliables, con padres sicológicamente muy perturbados que contrarían y reprimen la espontaneidad y frescura de sus hijos, lo que someramente hace del adolescente una víctima propiciatoria de vulnerabilidad extrema. Esta visión maniquea deriva en un cliché socorrido, el de los adolescentes moralmente destrozados que se procuran, mediante el sexo ilimitado, una forma de redención espiritual. Por fortuna los directores orientan al final la trama hacia una utopía liberadora, y en una estupenda secuencia de tres personajes la conducta juvenil se desentiende por completo de la moral de los adultos e imagina un espacio edénico donde sueñan con poder tener sexo toda la vida.
Los adolescentes de Larry Clark son el negativo, la cara opuesta, de los jóvenes descerebrados que saturan a las comedias light hollywoodenses, y en las que se opera con rapidez el salto de la infancia a la edad adulta, reduciendo la adolescencia a una serie de clichés absurdos donde se exorciza a la sexualidad precoz mediante la carcajada. Esto no sucede con Ken Park, ni con sus personajes excesivos, dispuestos a todo con tal de preservar su derecho a la intimidad y al goce sexual sin frenos. La cinta resume, de modo transparente, el desencanto existencial de una sociedad resignada ya al fundamentalismo moral y a la bravuconería política de sus gobernantes. Esto la vuelve en Norteamérica una cinta non grata e incómoda en grado superlativo. Perversión tiene en México una suerte azarosa -puede desaparecer en una o dos semanas o volverse un éxito instantáneo. Es curioso poder apreciar por una vez en cartelera una película que para nuestros vecinos del norte sigue estando vedada.
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