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México D.F. Domingo 2 de noviembre de 2003
Para su recital en el FIC, la intérprete
de Singapur dispuso de pianos de juguete
El arsenal de Margaret Leng Tan
PABLO ESPINOSA ENVIADO
Guanajuato, Gto., 1o. de noviembre. La segunda
y última presentación de la pianista Margaret Leng Tan, este
sábado en Cuévano, dejó marcada una impronta difícil
de superar, pero que debiera adoptarse como meta en un concierto: sin excepción,
los circunstantes mantuvieron encendida una sonrisa. Inclusive un octagenario,
cuyas nietas chisporroteaban angelicalmente en sus asientos, sufrió
una metamorfosis fantástica: conforme transcurría la música
en los pianos de juguete de la maestra de Singapur, el anciano devino adulto
devino joven devino niño, es decir, ángel, igual que todos
los asistentes, incluidas las soprano y mezzo Lourdes Ambriz y Encarnación
Vázquez, quienes salieron de la sala volando, agitando sus alas
angelicales y entonando sílabas de hadas desde sus pechos. Una flama
de luz pendía sobre las cabezas de los asistentes.
Sobre
un templete en medio del sillerío colocado para el efecto en el
Salón de Consejo de la Universidad de Guanajuato, Margaret Leng
Tan desplegó un hermoso arsenal de pianos de juguete y juguetes
tradicionales y electrónicos, con los cuales ejecutó un recital
extraordinario. The winged energey of delight (La alada energía
del placer), partitura de John Kennedy (sin F de Fitzgerald, nacido en
Estados Unidos en 1959), abrió el programa en un recorrido que incluyó
la música de Charly Brown, Los Locos Adams, Philip Glass y, por
supuesto, Mozart, en un desplazamiento sumamente divertido entre un piano
de cola normal y los dos pianos de juguete preferidos de la dama Tan, quien
los subió al avión desde Maniatan para el encuentro en Cuévano.
Como un mago, la señora Tan movía sus pianos, emplazaba copas
de cristal, latas de atún, campanas chinas, papel rasposo para efectos
especiales de nieve y viento, todo ello con su mano derecha; mientras,
con su izquierda acariciaba sueños desde el teclado de su piano
de juguete Schoenhut, especialmente fabricado para ella: un primor de piano
de cola en miniatura.
Arcangélica, la señora Tan dialogaba con
el público, explicaba cada pieza, cada piano, cada juguete que esgrimía.
Inclusive lanzó una consigna solidaria en favor de los obreros explotados:
''a los constructores de juguetes les pagan muy poco dinero mientras los
patrones se enriquecen a costa de los niños'', dijo. Y se colocó
una rosa roja entre los labios rojos mientras ejecutaba un rag matador
y siempre una sonrisa multiplicada en todos los rostros entre el público,
siempre sonriente la señora Tan, una pianista experta en Cage y
en los repertorios más difíciles, dijo que prefería
siempre el sonido de las obras escritas para piano normal pero ella en
piano de juguete.
Al final todos los ángeles, es decir, todos los
niños y los adultos vueltos niños en el público, la
vitoreaban y ella regresó para obsequiar una última sonrisa:
con la mano izquierda en el piano normal, un enorme Petrof, y la derecha
en un piano de juguete, selló para siempre en los rostros y los
corazones una sonrisa de felicidad eterna con una versión inolvidable
de la primera de las tres Gimnopedias de Satie.
La señora Tan salió volando, agitando sus
alas de ángel entre los ángeles de piedra que se asoman entre
la arquitectura cubista de Cuévano.
Dios bendiga a Margaret Leng Tan. Margarángel Tan.
Tan tan.
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