México D.F. Domingo 2 de noviembre de 2003
En las 12 colonias que conforman el predio en
litigio nadie conoce "al tal" Arcipreste
Ya pagamos nuestro terreno: colonos de Paraje San Juan
Vecinos que viven en la zona desde hace casi 30 años
mostraron sus escrituras, expedidas en 1990 Advierten que no van a permitir
que se pague con sus impuestos una deuda ya saldada
MIRNA SERVIN VEGA
En las 12 colonias que conforman el llamado Paraje San
Juan nadie conoce ni sabe de su supuesto dueño, Enrique Arcipreste,
quien hoy reclama una indemnización de mil 810 millones de pesos
al Gobierno del Distrito Federal, por la expropiación del predio.
Inclusive los habitantes poseen escrituras de propiedad,
expedidas en 1990 por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari,
como "contratos de donación", luego de presentar sus documentos
de compraventa a lo que era el Departamento del Distrito Federal. Sin embargo,
más de 2 mil escrituras aún tienen una carga que limita su
legítima propiedad, hasta el pago de la expropiación.
Los
vecinos no entienden por qué, si pagaron sus terrenos, tienen hasta
30 años en el lugar, construyeron las calles y consiguieron los
servicios no son los legítimos dueños. Muestran sus documentos
una y otra vez, y dicen que nunca pagaron a Arcipreste sino a fraccionadores
o ejidatarios de Iztapalapa.
Esteban Bustos llegó a la colonia Paraje San Juan
en 1978, luego de que se enteró mediante un anuncio que vendían
terrenos en esa zona. Recuerda que había muchos lotes baldíos
y se decidió por uno de 120 metros cuadrados, que pagó en
abonos, como la mayoría de quienes llegaron ahí. Pero "no
recuerdo que nadie en la colonia le haya pagado a ese tal Arcipreste",
comenta.
Actualmente la zona está totalmente urbanizada,
aunque algunas construcciones son precarias. Pero la mayoría están
terminadas, gracias al trabajo de muchos años de sus habitantes.
En la colonia Francisco Villa, del mismo paraje, la mayoría
de los terrenos fueron vendidos por Alfonso Mendoza Ariza, refiere Celina
Tovar, presidenta del comité vecinal, y para demostrarlo enseña
sus escrituras y las de algunos vecinos. Por ello, dice, no van a permitir
que ahora se ponga en duda su propiedad, ni están dispuestos a que
con sus impuestos se pague una deuda saldada.
Indica que Amelia Tovar de Fuentes, de 75 años,
fue la primera en llegar a su cuadra, y se pregunta "por qué el
señor Arcipreste no reclamó los terrenos cuando eran unos
basureros; nosotros contratábamos camiones para sacar los desechos".
Año tras año, recuerda, iba a la delegación
para regularizar su propiedad, pero no fue sino hasta la administración
de Salinas que les dieron las escrituras como donación. Sin embargo,
reitera, "no nos regalaron nada. Nosotros ya habíamos pagado 10
mil pesos de los de antes".
Aun así, las escrituras de doña Amelia,
como las de muchos de sus vecinos, tenían una carga que no les permitía
ser dueños por completo de su propiedad, por lo que muchos cubrieron
un monto para pagar la expropiación y liberar las escrituras.
Entre su documentación hay una constancia de liberación
del 25 de mayo de 1998, firmada por Raúl Castellanos Martínez,
director general del Registro Público de la Propiedad, expedida
tras liquidar el pago correspondiente.
Juan Ignacio Saavedra, también de la colonia Francisco
Villa, reconoce que sus escrituras aún tienen la carga, cuya liberación
"está atorada por el pago de la indemnización". Sus escrituras
públicas, folio 861, tramitadas en la notaría 181 del Distrito
Federal, hacen constar el contrato de donación, con carga, que otorgó
el DDF en 1990 como donante, representado por José Merino Castrejón,
entonces director general de Regularización Territorial.
Aunque
una cláusula de las escrituras estipula que la propiedad está
libre de adeudos y gravámenes, su situación, como la de muchos
otros en el paraje, sigue sin ser regularizada.
Antonio Morales Mejía, de la colonia Los Angeles
Apanoaya, narra que llegó al lugar con su familia, "cansado de pagar
renta" y atraído por el bajo precio de los terrenos, ya que carecían
de servicios. Cuando llegaron, recuerda, todavía había milpas,
grandes charcos, mucho lodo y canales de aguas negras. La electricidad
la tomaban de las líneas de la avenida principal y no había
alumbrado.
Con muchos esfuerzos, don Antonio logró edificar
la casa de dos niveles en que habita con su familia. Rememora que quien
le vendió el terreno vivía en la colonia La Era, Iztapalapa,
y asegura: "nosotros no tenemos duda de nuestra propiedad, porque tenemos
papeles. Todo lo pagamos y cumplimos con los impuestos".
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