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México D.F. Domingo 2 de noviembre de 2003

A LA MITAD DEL FORO

León García Soler

Consenso de Washington y consejos del FMI

Jueguitos win-win de Roger Noriega

EN EL AÑO portentoso de 1989, John Williamson, del Institute for International Economics, acuñó el término "the Washington Consensus", que dio realce a la nueva ortodoxia aplicada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos de América, el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI): para auxiliar al desarrollo de América Latina, crecimiento firme, sostenido, sustentable y estable por el milagro de la democracia electoral injertada al libre mercado. William Finnegan, autor de Cold new world, nos recuerda (Harper's, mayo de 2003) el disgusto de Williamson por los vericuetos que llevaron al Consenso de Washington a convertirse en el dogma de lo que George Soros llama "fundamentalismo del mercado". Prédicas al exterior y proteccionismo incontestable al interior del imperio. Los negocios de siempre del señor Julio César.

EN EL OTOÑO de este año terrible el desaliento sectario invade al FMI por las demoras del régimen foxiano, que no alcanza los consensos criollos para instaurar las reformas estructurales. Ay, los que no parpadean cuando los marines desembarcan como avanzada del libre mercado, exigen que el gobierno de Vicente Fox reinicie "sin demora el saneamiento de las finanzas públicas". No ignoran que en México hubo cambio, alternancia pacífica, sin intervención armada, con injerencia atinada. Incluyen al Congreso en el llamado a esforzarse en la búsqueda de los consensos conducentes. Dogma de la nueva ortodoxia, la estabilidad macroeconómica reclama dar prisa a los estímulos a la inversión privada para atender los "considerables" requerimientos financieros del sector público.

HAY QUE REDUCIR la dependencia en los ingresos petroleros, aconsejan. Pero sin olvidar los diezmos al dogma: felicitan al Banco de México por mantener una política monetaria "prudente y previsora". Y se unen a Guillermo Ortiz en la ofrenda oximorónica del newspeak global: "el aletargamiento" de la economía mexicana ayuda a contener la inflación, dicen. Ya decía Guillermo Ortiz que no habíamos crecido por culpa de la crisis y no de las recetas fondomonetaristas. Depender de los ingresos petroleros no es deus ex machina del drama iraquí. No es la última razón del golpe preventivo aplicado por Vladimir Putin a los 10 oligarcas con el arresto del magnate Mijail Jodorkovski, a pesar de que el petróleo aporta más o menos 30 por ciento de los ingresos del presupuesto de Rusia. Pero los ductos de gas y petróleo del golfo Pérsico, del mar Caspio, del mar del Norte y nuestra cuenca de Burgos, fusionan razón de Estado y estados contables del gran capital.

POR ESO DA grima que los responsables de la cosa pública emprendan combates imaginarios en torno a la tecnología de punta que se requiere para acelerar exploración y explotación de nuestros hidrocarburos. En la Rusia de Putin, el dilema no es "privatización contra renacionalización", anota el diario El País del viernes 31 de octubre. Lo que está en juego en el México del vuelco a la derecha no llega a dilema. Es fantasía el de la reprivatización contra nacionalización. Terca que es la realidad. Pero hieden a azufre los devaneos imperiales en torno a nuestros fundos petroleros. Tras las sonrisas del beneplácito imperial vinieron palmetazos de dómine. Roger Noriega, subsecretario del Departamento de Estado, vino a indicarnos cómo conducir nuestro debate interno y hacia dónde conducir los asuntos de esta República: "Las relaciones con Estados Unidos son tan importantes que no podemos realizar juegos políticos", dijo el valido del valedor de don Vicente.

ASI HABLA: MEDIA lengua o traición del traductor. Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera. A tono con el vuelco al filo del milenio, míster Noriega dio palo al pasado, al sistema de "cinismo manufacturado" que aplicaban los gobiernos de la posrevolución y del priato tardío. Tardó la respuesta del dócil señor Derbez. Pero hubo oportuna y formal protesta del embajador Juan José Bremer, a quien no dolieron prendas para declarar que la política exterior de México no se presta a juegos, sino obedece a una sólida tradición fincada, como todas, en defensa del interés nacional, pero apuntalada por el vigor de los principios. Uno de ellos, no el menor, por cierto, el de la autodeterminación, fue postulado fundamental en los afamados 14 puntos de Woodrow Wilson.

LA ECONOMIA DEL imperio no tolera disidencia alguna. George W. Bush y Vicente Fox sonríen a las cámaras que grabaron para la eternidad el instante de su reconciliación imaginaria en Tailandia. Pero antes hubo exvoto en la ONU como penitencia por aquel voto que no se emitió. A final de cuentas, la soberanía y el petróleo de Irak están a cargo del procónsul y de las fuerzas de ocupación aliadas. Otro voto comprometió la presencia de la ONU y de los cascos azules, bajo mando de Estados Unidos de América. La fuerza multilateral todavía no llega a la vieja Mesopotamia y ante la matanza que no cesa, Kofi Annan anuncia la salida de los funcionarios de la ONU que atienden labores de ayuda. Vicente Fox declara el retorno del tema migratorio a la agenda bilateral. Pero sobre el viejo Consenso de Washington se inscribe ahora la estrategia antiterrorista de Bush.

QUIEN NO ESTA conmigo es terrorista, dijeron tras el horror del 11 de septiembre. No se aceptan escépticos. Bajo esa nube, la Cámara de Diputados autoriza el viaje del presidente Fox al exterior, a Nuevo México, Arizona y Texas. Al interior, la tormenta. Elegir ocho consejeros y un consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE) se convierte en la tragicomedia dual: limpieza de los establos de San Lázaro y rebelión de los manumitidos y remisos contra la reina Calafia. Elba Esther Gordillo vende, pero lo que coordina multiplica las facciones de las ya múltiples fracciones parlamentarias del partido que incrementó su mayoría relativa y pareciera empeñado en reducir exponencialmente su capacidad de incidir y decidir toda votación en el pleno de la Cámara de Diputados.

NO EXISTE MANERA de definir la mayoría en el lenguaje babélico de nuestra transición en presente continuo. Ni siquiera de una mayoría integrada con las dos terceras partes de todos los votos emitidos. Nos "mayoritearon", dice la frase superveniente y sobreviviente del sistema de partido hegemónico que era casi único. Para la nueva ortodoxia del pensamiento único, democracia y capitalismo son sinónimos cuya fuente original es el libre mercado. Para nuestros navegantes de la transición a la deriva, democracia y consenso son sinónimos y siameses inseparables. Han hecho de cuño corriente el horrible verbo "consensuar". Llaneza, toda afectación es vana, decía el clásico. Supino debate el de la elección de ocho consejeros y consejero presidente del Instituto Federal Electoral. šVenganza!, denunció Pablo Gómez desde la tribuna. No hubo consenso, lamentan los poderes mediáticos.

YA CARLOS SLIM, profeta y proyecto del poder simbiótico para la recuperación del mercado interno, había dado con la fuente bíblica de las teorías keynesianas: siete años de vacas gordas, siete años de vacas flacas. Los reconocimientos a la magnífica labor institucional de José Woldenberg y los consejeros que sirvieron durante el primer septenato del IFE, son prueba irrebatible de siete años de vacas gordas en las tierras flacas de nuestra democracia electoral. Desde luego, no hay consenso. Afortunadamente. El consenso idílico sería global, intemporal, acorde con la verdad única que sobrevivió a la muerte de las ideologías y al hegeliano fin de la historia que nos narró Francis Fukuyama. Ave George, los que vamos a consensuar te saludamos.

NO HAY CONSENSO y algunas sorprendentes resoluciones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ensombrecieron el logro más notable: que los conflictos poselectorales se resuelvan en tribunales y no en violentas tomas de calles y sedes de gobierno. El TEPJF resolvió que el candidato del PAN a delegado de la Miguel Hidalgo había violado la norma al excederse en el gasto de dinero que autoriza la ley. Pero dichos ilícitos, dijeron los solones, no tienen por qué alterar la voluntad de la mayoría de ciudadanos que lo eligieron; pecado venial: gobierna y no peques más. El mismo TEPJF declaró nula la elección de gobernador de Colima. Hubo notoria intervención del gobernador Fernando Moreno Peña en favor de Carlos Flores Dueñas, dijeron. El del PRI, vencedor en las urnas, fue impugnado por el PRD, que en este caso obtuvo un muy bajo porcentaje de la votación y alcanzó apenas el tercer lugar con un candidato que para serlo del partido del sol redondo y amarillo renunció al PRI. También hubo elecciones legislativas y municipales, argumentó Fernando Moreno, cómo es que únicamente anulan la de gobernador.

NO HACE JURISPRUDENCIA, dicen los leguleyos. No sé si sea el caso en las resoluciones del TEPJF. Ojalá. Porque es mucho lo que está en juego. Las elecciones de gobernadores que sustituirán a Miguel Alemán en Veracruz, a Melquiades Morales en Puebla, a José Murat en Oaxaca, a Patricio Martínez en Chihuahua, a Tomás Yarrington en Tamaulipas, a Juan S. Millán en Sinaloa, a Sergio Guerrero en Durango, a Felipe González en Aguascalientes, a Alfonso Sánchez en Tlaxcala y a Ricardo Monreal en Zacatecas, van a alterar las encuestas elaboradas en la prematura busca del sucesor del Macabeo abajeño. Pero ante todo, van a transformar la geografía sociopolítica del país y reconfigurar los espacios de poder real que dieron lugar al surgimiento de la Conago, a la presencia efectiva del federalismo fortalecido por la disolución del presidencialismo centralista a golpes de insana distancia y renuencia a gobernar que derivan en el riesgo grave de renunciar a ejercer las facultades que la Constitución otorga expresamente al titular del Ejecutivo de la Unión.

SEIS AÑOS DE vacas flacas tras las dos décadas y media perdidas; tras las crisis recurrentes que han multiplicado los millones de pobres de la nación y concentrado la riqueza en cada vez menos manos. Hasta ponernos en el callejón sin salida de la oligarquía. No importa que el fracaso se atribuya a la crisis misma y no a las recetas del FMI y del BM bajo la mano providente del Consenso de Washington. Soros asegura que las ideas de ese consenso dieron lugar al dogma que él llama del "fundamentalismo de mercado". Carlos Slim invoca a la Biblia para exorcizar las teorías de Keynes. Por lo pronto, y a la mitad del sexenio alternante, los de la atalaya convocan a la Convención Nacional Hacendaria para reformar la recaudación y el gasto públicos; la República misma. Consensuada o no, hágase, porque otros seis años de vacas flacas y todos estaremos muertos.

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