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México D.F. Lunes 27 de octubre de 2003
José Cueli
ƑSerá verdad?
El toro se llamó Llavero, perteneció a la ganadería de Carriquiri y fue lidiado en una corrida de la prensa -tradición obliga- en la plaza de toros de Zaragoza durante la Feria del Pilar, el 24 de octubre de 1860, y seguramente es el toro de lidia más bravo y poderoso que se ha conocido.
Llavero llegó a tomar sin volver la cara ni resentirse 53 varas. El público, entusiasmado ante tan especial ejemplar, pidió y obtuvo que no fuese muerto en la plaza, volviendo a la dehesa, donde sanó sus heridas y murió de viejo. Fue Llavero el primer toro indultado por su bravura, que no por su estilo, como hoy se acostumbra.
Este Llavero, cuentan las crónicas, se lanzó como potro sin freno, con todo lo instintivo, en un desenfrenado galope de toro bravo, la cabeza cornadora y el cuerpo negro azabachado, corpulento, y con unas barbas que acariciaban el ruedo de los maños en el que había filiales huellas de otros toros similares.
Este toro Llavero fue sin disputa magníficamente "charro", del campo salmantino, pero con el alma profundamente andaluza, con ese no sé qué de los toros con jiribillo, al igual que el de las morenas gitanas. No andaluza risueña, con flores en el pelo y embestidas de miel, y faroles para alumbrar cada pase, sino andaluza absorta con la melancolía de la muerte en el arranque. Nada para lo externo. Todo para el mundo interior, galope caracoleado, pero actitud estoica ante el castigo; cornalón, pero con el rostro fatigado y los ojos desgastados, idos, "mirón" como se dice. Llavero, una vez en la dehesa, recostado sobre la puerta del cortijo, mirando la campiña sola, infinita, esperó fatigado por esa misma sed de muerte que le acompañó en la plaza de Zaragoza.
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