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E C O N O M I A
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México D.F. Jueves 23 de octubre de 2003

Alejandro Nadal

Subsidios y oferta excedente en agricultura

Ya lo sabían los dictadores y cónsules romanos: a veces el enemigo en el extranjero es un fiel aliado en las luchas domésticas contra la plebe. Después de una campaña contra una tribu revoltosa en alguna lejana comarca, el pueblo romano podía someterse más fácilmente a los dictados políticos de la máxima autoridad en el Quirinal.

El gobierno mexicano ha encontrado un aliado en los subsidios a la agricultura en Estados Unidos y en la Unión Europea. Cada vez que es cuestionado por su política agrícola atroz, el Presidente y su secretario de agricultura apuntan hacia el exterior, señalan al enemigo externo e insisten en que están buscando por todos los medios acabar con él.

Según ellos, los subsidios explican el excedente de oferta y el desplome de los precios agrícolas a escala mundial. Si los eliminamos, el problema de las distorsiones en los mercados agrícolas y la crisis en la que se encuentra sumergida la agricultura de los países en desarrollo podrán superarse. Pero la realidad es más complicada; una vez más, el gobierno mexicano está divagando.

Varios estudios sobre agricultura en Estados Unidos permiten hoy cuestionar los mitos y lugares comunes sobre los subsidios. El primer mito es que los subsidios explican el crecimiento de la producción agrícola. El segundo es que son los subsidios los que hicieron posible aumentar las exportaciones de Estados Unidos hacia el resto del mundo. El tercer mito se desprende de los anteriores: si se eliminan esos subsidios el problema va a desaparecer.

Los datos revelan que el crecimiento de la producción agrícola es más intenso en países en los que hay menos subsidios. En el periodo 1994-2000 la producción de trigo creció 9.5 por ciento en Europa, que mantiene subsidios altos, pero creció aún más donde los subsidios son muy bajos. En Canadá, Argentina y Australia, el volumen de producción de trigo creció 16 por ciento, 41.6 por ciento y 146 por ciento respectivamente. En estos tres países los subsidios a los productores son o muy bajos o casi inexistentes. ƑY Estados Unidos? En el caso del trigo, su producción disminuyó 4 por ciento en ese mismo periodo.

A pesar de que Estados Unidos mantiene subsidios altos, sus exportaciones de productos agrícolas se han mantenido estancadas en sus niveles históricos (unos 12 mil millones de dólares) de las últimas décadas. Y la superficie cultivada de los principales productos agrícolas se redujo un 23 por ciento en 20 años.

Los precios se han desplomado en años recientes. Hoy se encuentran por debajo de los costos de producción: en Estados Unidos, el productor de maíz apenas puede recuperar 60 por ciento de su costo de producción a los precios corrientes. ƑPor qué? Eso se debe a que los productores estadunidenses no son la fuerza que determina precios suficientes para poder recuperar los costos de producción debido al poder de mercado de los compradores. El mercado agrícola estadunidense se encuentra dominado por un puñado de consorcios gigantescos que tienen el poder para determinar un precio bajo: es un mercado de compradores.

Este es el triste resultado al que se llegó después de 1996, cuando se introdujeron cambios importantes en la política agrícola de Estados Unidos. En especial, se desmantelaron los programas de administración de la oferta agrícola y se remplazaron con instrumentos que, se supone, no distorsionan el mercado. El resultado es un desplome de precios, una oferta excedente muy alta y una crisis en los mercados mundiales de los principales productos agrícolas, desde Burkina Faso hasta la Tierra Caliente de Guerrero, pasando por Filipinas.

Pero si los precios se han derrumbado, Ƒcómo se explica el alto volumen de producción? Desde hace mucho se sabe que la oferta agrícola es muy inelástica a los cambios en los precios. Es decir, la actividad no responde a las señales del mercado igual que otras actividades (por ejemplo, las manufacturas). De hecho, por el lado de la demanda tampoco hay una corrección rápida de los desequilibrios: aun cuando los precios agrícolas se reduzcan, la gente no necesariamente come más. La demanda también es relativamente inelástica a los precios.

Los beneficiarios de los precios más bajos están en la industria que adquiere materias primas de ese sector, los intermediarios, y muy rara vez el consumidor final. Pero en los mercados mundiales estos precios bajos rompen la forma de vida de los agricultores y provocan desarreglos dramáticos que tienen efectos económicos más allá del sector primario.

El gobierno mexicano debiera afinar la puntería. No son los subsidios los que afectan la agricultura mundial, sino la falta de instrumentos de administración y estabilización de la oferta, sobre todo en el marco de una estructura oligopólica de intermediarios. Las reformas en el marco de la OMC deben restablecer los mecanismos que el Acuerdo sobre Agricultura acabó por desmantelar. Y en cuanto a los flujos de comercio, se deben iniciar cuanto antes los procesos para frenar las prácticas de dumping en el mercado mexicano. Sin esas acciones, sabremos que en realidad el enemigo principal del productor agrícola mexicano se encuentra en casa.

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