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México D.F. Jueves 23 de octubre de 2003
Octavio Rodríguez Araujo
Mundo de contrastes
Bolivia y Suiza. Bolivia cuenta con 8 millones 700 mil habitantes en poco más de un millón de kilómetros cuadrados (la mitad de México). Suiza, en cambio, tiene 7 millones 300 mil habitantes en 41 mil 300 kilómetros cuadrados (un poco más grande que Guanajuato). El producto interno bruto por persona en Bolivia es de 2 mil 500 dólares al año; el de Suiza es de 31 mil 700 (13 veces más que en el país sudamericano). En Bolivia 70 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza; en Suiza no hay pobres, ni siquiera los desempleados. El índice de Gini, que mide la desigualdad en un país (donde 1.0 sería desigualdad absoluta y 0.0 igualdad absoluta) es de 0.33 en Suiza y de 0.59 en Bolivia (de los más altos del mundo).
En Bolivia los campesinos y los mineros, con apoyos de clase media, se lanzaron a las calles y las carreteras para protestar por sus condiciones de vida y por las políticas públicas del gobierno de Sánchez de Lozada. El desenlace fue la renuncia del presidente y su huida del país. En Suiza la población le ha dado la mayoría de votos al principal partido enemigo de los "pobres", es decir, de los inmigrantes originarios de Europa del este y de Africa, que aunque gozan de buenos ingresos son los menos favorecidos económicamente. En Bolivia los indios y los mestizos (que en Suiza llamarían gente de color) se alzaron en contra de un sistema injusto que tiene a la mayoría de la población en la pobreza; en Suiza un considerable número de blancos que votó por la ultraderecha (26.6 por ciento) desea que los inmigrantes que no pertenecen a la Unión Europea y los africanos y asiáticos sean restringidos en sus derechos, y si son ilegales, es decir, sin documentos migratorios para trabajar, que sean regresados a sus países. Votaron también por que los familiares de los trabajadores inmigrantes regresen a sus países de origen y que se impidan los matrimonios que ellos llaman "ficticios", mediante los cuales se pueden adquirir derechos.
Mientras en América del Sur los pueblos se mueven en contra de gobiernos derechistas -lo que no ocurre en México-, en Europa los pueblos revelan una sensible inclinación al racismo, la xenofobia, el ultranacionalismo. La pasada elección para el Consejo Nacional (equivalente a la Cámara de Diputados) dio la mayoría de los asientos al Schweizerischen Volkspartei (SVP-Partido Popular Suizo), como se denomina en alemán, y que en francés se llama l'Union démocratique du centre (UDC-Unión Democrática del Centro). La UDC, como mejor se le conoce en los países latinos, tendrá 55 de los 200 asientos del Consejo Nacional, lo cual representa un aumento de 11 diputados respecto de las elecciones anteriores (1999), en tanto que el Partido Social Demócrata, que era la primera fuerza política en Suiza, pasó de 51 asientos a 52 (véanse datos oficiales en http://www.ch03.ch/fr/resultate/
hochrechnungen/resultateCH.php).
En los años 60 y 70 del siglo pasado la ultraderecha estaba representada por el partido Schweizer Demokraten (SD-Demócratas Suizos), pero su votación reciente no alcanzó 2 por ciento. Este era (y es todavía) un partido racista, xenófobo y ultranacionalista. Pero ha sido rebasado por la UDC, sobre todo por la influencia de su multimillonario dirigente Christoph Blocher (principal accionista de la empresa química EMS y propietario de un capital de mil 400 millones de dólares, según la revista Forbes). Esto es, un partido que era de centro derecha no sólo adopta posiciones ultraderechistas, sino que, al avanzar electoralmente, deja atrás al Partido Socialista, al tradicional Partido Popular Demócrata Cristiano y al Partido Radical Democrático.
La composición social de la UDC, como la de la mayoría de los partidos de ultraderecha en Europa, está formada por campesinos, artesanos, trabajadores industriales y de servicios, así como profesionales libres que se sienten amenazados en sus empleos por los inmigrantes. Este tema no lo mencionan el partido ni su dirigente. El énfasis programático de la UDC fue puesto en su rechazo a la incorporación de Suiza en la Unión Europea, especialmente en la asociación de la criminalidad y el tráfico de drogas con la existencia de inmigrantes. Vale decir que Blocher no pudo ser enjuiciado penalmente por racismo en 2001 gracias a su inmunidad parlamentaria, ya que en Suiza el Código Penal prohíbe posiciones racistas expresas. Pero una cosa es el Código Penal y otra la proclividad racista de más de 25 por ciento de los electores.
El racismo, la xenofobia, el rechazo a los inmigrantes y la intolerancia a otras culturas sigue creciendo en Europa, y ahora en la neutral y tranquila Suiza. El contraste con América del Sur es notorio. Lástima que México se parezca más a los países europeos, sin sus ventajas en niveles de vida, obviamente.
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