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México D.F. Domingo 12 de octubre de 2003

Nada remplaza a lectura, coinciden Monsiváis y Semo en la inauguración de la feria del libro

Inesperada aparición de Gabo causa revuelo en el Zócalo capitalino

Durante una hora el Nobel colombiano recorrió las mesas y firmó títulos

ANGEL VARGAS

La voz se corría como un rumor de un stand a otro: "dicen que por ahí anda Gabo". Inclusive sin haberlo visto, libreros, editores y encargados de puestos de venta confirman la noticia: "Sí, Gabriel García Márquez anda por ahí, recorriendo la feria".

El sol pega duro sobre la Plaza de la Constitución. Es mediodía y nadie creería que sobre la ciudad cayó intensa lluvia durante la madrugada y parte de la mañana de este sábado.

Decenas de cientos de personas recorren sorprendidas, o expectantes, o abstraídas, o ligando, o cotorreando, o bien indiferentes, las largas carpas de la tercera Feria del Libro del Zócalo. Y nada de Gabo. Todo parece una broma o una tomadura de pelo.

El tum, tum, tum de los tambores que acompañan las danzas de los concheros hace difuso el sonido de los altavoces que anuncian los lugares donde se presenta un libro o se dicta una conferencia.

Y, de pronto, aparece frente a la vista un remolino humano, una gran concentración de gente que rodea una mesa, detrás de la cual se despliega una extensa fila de cuando menos medio centenar de personas que llevan en sus manos uno o dos libros.

"¡Allí, allí, está!", señala una pareja de jóvenes sorprendida por tal encuentro. "Sí, es García Márquez, y está firmando libros, vamos a comprar uno".

-No le escuché, señorita, para quién dijo -se dirige el escritor colombiano a una muchacha veinteañera.

-Para Verónica, por favor -repite tímida la joven.

Acto seguido el Nobel colombiano comienza a trazar la dedicatoria sonriente, con un plumín de tinta negra nada ostentoso. Se le ve relajado, contento de estar entre la gente. Devuelve el libro a la propietaria y acompaña el acto con una sonrisa. Esta es una imagen que se repite una y otra vez, con diferentes personas.

Era cierto, el autor de Cien años de soledad había acudido de manera imprevista a pasearse por los corredores y carpas de la feria, algo que resultó insólito y sorprendente para varios si se consideraba que el día anterior, el viernes, había sido invitado de honor en la inauguración del encuentro libresco, además de que no se había anunciado su presencia en ninguna de las actividades del programa oficial de este sábado.

En un gesto generoso con sus lectores, Gabo aceptó firmar ejemplares en el stand dedicado a Bogotá, ciudad invitada de honor en esta versión de la feria, ubicado justo de frente al pasillo que lleva el nombre de Gabriel García Márquez.

Quizá era su manera de cumplir con el público al que un día antes no pudo atender, debido al desorden que obligó a cancelar el tiempo previsto para que firmara libros.

La fila se prolongaba más y más en cuanto la gente reconocía al escritor, vestido de manera informal, de camisa y pantalón de mezclilla, sonriente, dando vuelo a la mano con las dedicatorias.

Casi una hora había pasado cuando suspendió la actividad. Para muchos fue una reacción inexplicable, pero versiones extraoficiales indicaron que había tomado tal decisión luego que unos periodistas no habían atendido su solicitud de no dar entrevistas ni contestar preguntas, por querer sólo atender al público.



El propósito del encuentro, poner a la ciudadanía frente a los ejemplares

ARTURO JIMENEZ

Con la presencia del narrador Gabriel García Márquez, el ensayista Carlos Monsiváis y el poeta Oscar Oliva, además del jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, y su secretario de Cultura, Enrique Semo, así como los alcaldes de las ciudades de Bogotá y San Cristóbal de las Casas, invitadas de honor, entre otros, el viernes fue inaugurada la tercera Feria del Libro en el Zócalo. La ciudad un libro abierto 2003.

Carlos Monsiváis, quien provocó aplausos cuando llamó a Gabo ''señor presidente de la república autónoma de Macondo y jefe de gobierno institucional de Aracataca'', ponderó las ventajas de leer, y señaló que los grandes lectores, los profesionales, seguirán siendo minoría.

Y ante el predominio de la cultura visual, aseguró que "en lo tocante al ejercicio del idioma y la articulación verbal, la comprensión de la historia y de la sociedad, la estructuración lógica del conocimiento y el simple hecho de la comunicación inteligible, nada remplaza ni puede remplazar a la lectura".

Monsiváis concluyó así: ''inaugurar una feria del libro es un acto de alegre y solemne confianza en las naciones del porvenir".

Oscar Oliva, titular de Cultura en Chiapas y quien asistió en representación del gobernador Pablo Salazar Mendiguchía, desarrolló un ensayo sobre los valores de la palabra escrita, en la que dijo que el libro muestra la diversidad del hombre y llama a la meditación.

Antanas Mockus, alcalde mayor de Bogotá, manifestó su convicción de que los ''seres humanos que tienen un repertorio cultural más amplio acudirán menos a la violencia y serán más capaces de proteger la vida''.

Recordó que Bogotá participará en la feria con 28 músicos, 14 escritores y dos arquitectos. En literatura, dijo, estarán voces de todas las edades que abordan temas como el humor, la desesperanza y la rebeldía.

Pequeña ciudad del libro

Enrique Semo, secretario de Cultura capitalino, ofreció que durante los 10 de la feria, el Zócalo será la sede de una pequeña ciudad con carpas, calles, glorietas y arboledas en torno al libro.

La idea, dijo, es que "el pueblo se encuentre con el libro" y con 160 editoriales, 50 casas independientes, 130 mil títulos y 477 actividades diversas. La presencia de Bogotá será una opción contra la violencia y, la de San Cristóbal de las Casas, para recordar que en el sureste de México los indígenas han dicho "ya basta".

Coincidió con Monsiváis en la visión de la lectura como una fuente insuperable de conocimiento. "La lectura es una ventana al mundo que no puede ser sustituida por la imagen o la Internet".

Gonzalo Araico, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, afirmó que la fiesta editorial en el Zócalo se convertirá en ''la gran feria del libro'' que la ciudad demandaba desde hace muchos años.

Al final de la inauguración, ante la pregunta de La Jornada de qué significaba para él que una ciudad colombiana fuera invitada a una feria del libro en México, García Márquez sólo hizo con el dedo índice en la boca la señal de silencio y, con la mano sobre un libro, la de escribir.

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