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México D.F. Domingo 12 de octubre de 2003
ENTREVISTA/JOSÉ
SARAMAGO, PREMIO NOBEL DE LITERATURA DE 1998
Sigo siendo amigo de Cuba
NADIE PUEDE ENFRENTAR LA REALIDAD DE QUE LA DEMOCRACIA
NO EXISTE
"Siempre he pensado que llegará un tiempo en
que la justicia no sea esa vergüenza del mundo al que asistimos todos
los días", expresa el autor portugués en su casa de Lanzarote,
Islas Canarias
ROSA MIRIAM ELIZALDE
Lanzarote, Islas Canarias. A la entrada, junto
a la puerta marcada con el número 3, un discreto grabado indica
que allí viven Pilar del Río y José Saramago. No hay
mucha diferencia entre ésta y las viviendas vecinas de la comarca
de Tías, en Lanzarote, salvo el cartel que la nombra, "A Casa" -"la
Casa"-, y que recuerda esas denominaciones que da el escritor portugués
a muchas de sus criaturas: "el Rey", "el Hombre", "la Mujer", "el Centro",
"la Caverna", "la Balsa"...
Y "la Casa" es eso, un lugar tibio, tres perros, una biblioteca,
y un hombre y una mujer que se aman. José, simplemente José,
llega sin protocolos, a pasos firmes, desmintiendo la edad que dicen los
libros que tiene, y presentando a los compañeros de viaje de la
pareja en esta isla dentro del archipiélago canario: Pepe,
Greta y Camoens, los perros. "¿Viste la corbatica
blanca?", y señala el pecho de Camoens, al que reconozco
no más verlo. Es Encontrado, uno de los protagonistas de La Caverna,
a quien le debemos quizás el capítulo más hermoso
de esa novela y una verdad inexorable: "en asuntos del corazón y
del sentir, siempre lo demasiado es mejor que lo escaso".
La conversación toma distintos rumbos, y por supuesto,
se habla de la noticia del día: la designación de John Michael
Coetzee como premio Nobel. José lo conoció en México.
"Es un hombre reservado y valiente. Me parece excelente esta designación",
afirma, mientras Pilar va y viene, terminando de armar la cena que sus
manos han preparado especialmente para la embajadora cubana en España,
Isabel Allende, y para su esposo, el escritor Armando Cristóbal
Pérez, consejero cultural de la misión.
Es Pilar, periodista y traductora de la obra de su esposo,
quien nos invita a ver un video sobre la visita que en 1999 hizo el premio
Nobel a Cuba y que reseña también el encuentro de toda la
tribu Saramago-Del Río con Fidel. También hará notar
el cuadro con la imagen de la Bodeguita del Medio que cuelga a la entrada
de su despacho. Y contará detalles de la presentación del
último libro del Nobel, El hombre duplicado, en el teatro
Colón de Buenos Aires, ante 4 mil 200 personas. Allí, en
un cartel gigante, habían escrito: "Saramago, te queremos, pero
queremos a Cuba también". Pilar recuerda lo que comentó José
cuando lo vio: "Yo también quiero a Cuba".
Pero me enteraré de todo esto después. Antes
se produce la entrevista. En ese largo diálogo descubro que el ser
humano esencial que escribe sus libros es el mismo que tengo delante. En
la despedida, nos abrazó uno a uno, y cuando me tocó el turno
sólo atiné a decirle muy bajo: "no deje de querernos, no
deje de querer a Cuba". Todavía me estremece ese "nunca" que escuché
con la cabeza apoyada en su hombro.
El amor
-He
visto que todos los relojes de esta casa siguen detenidos a las cuatro
de la tarde...
-Es la hora en que Pilar y yo nos dimos cita por primera
vez. Pilar es el centro de mi vida desde que la conocí, hace 17
años. Fue idea mía parar los relojes de esta casa a las cuatro
de la tarde. Eso no significa que el tiempo se haya quedado ahí,
sino que es como si el reloj marcara la hora en la que el mundo empezó.
-Me consta que no hay libros de Saramago en las librerías
de segunda mano de España. Evidentemente nadie se deshace de ellos,
a pesar de que no creo que todos sus lectores piensen como usted.
-No me voy a poner aquí con falsas modestias, que
por falsas no serían tomadas muy en serio, pero es cierto que existe
entre los lectores y yo una relación que va más allá
de la admiración hacia el escritor. Hay una relación de afectos.
Me doy cuenta de eso todos los días.
-En El año de la muerte de Ricardo Reis
usted desliza una frase que no se puede escribir sin haber sentido profundamente
lo que está diciendo: "La soledad no es estar solo; la soledad es
estar donde ni uno mismo está".
-Hay una soledad ontológica -el ser está
ahí-, que nos dice que somos islas, quizás en un archipiélago,
pero islas de todos modos. En las islas de un archipiélago se puede
establecer comunicación, fuentes, correos, pero la isla está
ahí, frente a otra isla. Tal vez el símil es fácil,
banal. Las personas viven con esa soledad sin darse cuenta, o dándose
cuenta de ella a ratos.
"Hasta ahora hay dos únicas formas que hemos inventado,
que a veces funcionan y, otras, no funcionan más, pero que nos sacan
de la soledad: la amistad y el amor. Pero el amor tampoco es una cosa que
pueda ocurrir a los 18 años y mantenerse de la misma forma hasta
los 80. Uno tiene dos, tres, o cinco, y a veces más amores en su
vida, y todos son eternos.
"Pero a los 63 años, cuando he conocido a Pilar,
todo lo que antes había llamado amor -aun cuando fuera apasionado,
loco, imbécil, tonto, disparatado-, todo eso en el fondo era nada,
si lo comparaba con lo que me estaba ocurriendo tras el encuentro con esta
mujer, extraordinaria desde todos los puntos de vista. Aunque parezca un
poco dura, es la bondad en persona, en un sentido muy claro para ella:
está en el mundo para ayudar.
"Hay un detalle de su biografía que podría
explicar esta posición: ha sido monja, teresiana, durante seis o
siete años. Lo dejó poco después de los 20 años,
y yo he tenido la suerte de encontrarla.
"La verdad es que, a los 63 años, ¿qué
espera la gente de la vida? Nada. Lo que ha vivido lo ha vivido y punto,
y ahora a aguantar. Se tiene la idea de que lo que la vida tenía
para dar ya lo dio. Y en este caso, lo que la vida tenía para dar,
finalmente, lo dio a partir de esa fecha. Y nuestra relación no
es sólo amorosa, sino de trabajo."
-Usted puso bastante empeño en no acomodarse a
la edad. Sé que se comportó como un adolescente cuando se
sintió tocado por el amor...
-Hice lo que hacemos todos los que nos sentimos enamorados,
aun cuando alguien con 63 años, por principio, no hace determinadas
cosas por no parecer tonto. Por ejemplo, salir de Lisboa a las 6 de la
mañana en un autobús hasta la frontera con España,
y ahí coger otro autobús que atravesaba la Sierra Morena
por pésimas carreteras, para llegar a Sevilla a las tres de la tarde
sólo por ver a Pilar. Eso, en principio, a esa edad no se hace.
Bueno, pues yo lo hice.
La familia
-Sin embargo, usted ha dicho que no tiene ninguna ilusión
en la familia como institución...
-Ninguna, y no es porque en mi caso particular mi familia
en el sentido biológico ya esté reducida a una hija que nació
en el 1947, prácticamente contemporánea de Pilar, y a dos
nietos. Por tanto, esa es la familia. Pero esto me ocurrió desde
antes, aun cuando tenía mis abuelos -el abuelo Jerónimo Melrinho
y la abuela Josefa Caixinha-, que se han convertido en las figuras míticas
de mi vida...
-¿Este abuelo es el que dejaron abandonado al nacer
en el torno de un oficio?
-Sí, el mismo que tuvo un accidente vascular, y
antes de que se lo llevaran a Lisboa a los tratamientos médicos
fue al huerto a despedirse de sus árboles, a los que se abrazó
llorando...
-Es extraordinaria esta lección de sensibilidad...
-Hay que pensar que era un pastor analfabeto, que nunca
leyó un libro en su vida, que no sabía lo que era una letra.
Muchas veces nosotros hacemos cosas y creemos que es espontáneamente.
No es cierto. Hemos leído, sabemos por haber leído que lo
natural es hacer esto o aquello y por tanto, repetimos experiencias. Si
yo abrazara los árboles, no sería espontáneo. Estaría
repitiendo algo hecho por otro.
"En el discurso de Estocolmo (en la entrega del Premio
Nobel) hablé de eso: cuando uno convierte estas situaciones en tema
literario de alguna forma ya es un elemento de falsedad. Pero mi abuelo
fue inocente de eso. Yo lo he transformado en un personaje literario, pero
él no lo era. Mis abuelos sólo eran gente sencilla, nada
más; gente de pueblo."
-De todas formas, haber expresado este tipo de experiencias
tan apegadas a la naturaleza del ser humano tal vez explique por qué
su literatura convence y por qué fascina ese tono suyo, implacable
y tierno a la vez.
-Fui un niño muy serio, melancólico. Yo
salía de mi casa, solo, y me iba por los olivares que coloreaban
Azinhaga, mi pueblo, que ya han sido arrancados y sustituidos por otros
cultivos. Me iba hasta el río que pasa cerca de mi casa, y hasta
más allá, al Tajo. Solo, siempre solo. ¿Qué
ha sido verdaderamente mi familia? Mis padres me querían muchísimo,
como es natural, pero siempre he tenido la sensación de que la familia
no es esto, que no debe ser sólo esto.
"Nuestra vida no fue, materialmente, fácil. Y eso
crea tensiones. Por otro lado, la adapta-ción de mi padre, saliendo
de un pueblo para irse a vivir a Lisboa, tampoco fue fácil. Dejó
el pueblo como una especie de nuevo rico y descubrió otro mundo.
Eso complicó un poco su personalidad, con reflejos en la vida íntima
de la familia.
"Yo, que a la vez tengo una muy fuerte necesidad de una
familia, no tengo el sentido de familia.
"Por tanto, si hablamos de soledad, puedo decirte que
en mi vida nunca he vivido solo y que, por lo tanto, podría decirse
que no he tenido la experiencia real y efectiva de la soledad. Pero aun
así la conozco."
La memoria
-Los contextos también son determinantes. Usted
mismo ha dicho que habitamos físicamente un espacio, pero habitamos
sentimentalmente una memoria. ¿Cómo sobrevive una memoria
como la suya en este mundo que hace culto al olvido?
-Lo del culto al olvido es totalmente cierto. Nos estamos
convirtiendo todos en estadunidenses, que no tienen realmente memoria,
y nosotros tenemos con la memoria una relación diferente al olvido
que nos imponen.
"Vivimos en un espacio, pero habitamos en una memoria.
Es cierto. Vamos a ver: podría hablarte de Lisboa. La conocí
a lo largo de todos esos años de los cuales te hablé. Pero
la Lisboa que veo como algo mío no tiene nada que ver con la de
ahora. El espacio que ocupa la misma ciudad tampoco tiene que ver con 'mi
ciudad': es ancha, ha crecido, es otra. Por tanto, la Lisboa que llevo
dentro es la Lisboa de los años 30, y el pueblo que llevo dentro
no tiene nada que ver con el pueblo que está ahí.
"Eso es evidente. Hay una especie de tránsito continuo.
Las generaciones se suceden. Los lugares se transforman, pero nosotros
necesitamos anclas. Sí, señor, estoy aquí, pero existo
en la memoria de mí mismo, en determinado tiempo y en determinado
lugar. Nosotros somos mucho más hijos del tiempo en que nacemos
y que vivimos que del lugar donde nacimos."
-Con los lugares puede decirse que también puede
existir una especie de memoria anticipada. Quien ve a Lanzarote se da perfecta
cuenta de que existía en su literatura antes de que usted lo conociera
y decidiera instalarse aquí.
-Sí, y en el fondo tiene que ver con esa novela
que se llama La balsa de piedra, donde la península ibérica
se despega de Europa y se va por ahí, convertida en una isla.
-¿Por qué su obsesión con las islas?
Estoy recordando otra isla famosa de Saramago, la de El cuento de la
isla desconocida.
-En el fondo, porque está asociada a la idea de
lo que está lejos, y adonde vamos y todavía no hemos llegado.
El debate entre el rey y el hombre en El cuento..., cuando este
último dice que se va a buscar la isla desconocida. 'Pero no hay
islas desconocidas', dice el rey. 'Están todas en el mapa.' '¿Y
cómo sabes tú que no hay islas desconocidas?' 'Siempre hay
islas desconocidas'. Y el rey: 'Pero la isla desconocida no está
en el mapa, por tanto no puedes conocerla'. En el fondo de lo que trata
este diálogo es de la idea de que hay lugares, en algunos casos
llamados Atlántida, que son nuestras utopías constantes.
"En La balsa de piedra, cuando al cabo de su larga
navegación la península ibérica se detiene entre Africa
y América del Sur, es para convertirse en utopía, un lugar
hacia donde hay que ir sin dudas. Todo no estará resuelto, pero
quizá se puede resolver y así encontrar la felicidad humana."
-Sin embargo, se ha dicho que La balsa de piedra
es en realidad una dura crítica a la Unión Europea...
-Es mucho más que eso, aunque la situación
concreta que impulsó la novela era la de España y Portugal,
de cara a la Comunidad Europea. Curiosamente un político catalán
ha puesto el dedo en la llaga. Después de la publicación
de La balsa de piedra dijo: "no nos equivoquemos, el señor
Saramago no quería separar a la península ibérica
de Europa; lo que él quería era llevar a toda Europa hacia
el sur". Y eso está muy bien. Realmente, mi propuesta es romper
la dicotomía Norte-Sur con un viaje que no sería físico,
sino ético. Europa tiene que mirar al Sur como un lugar que ha explotado,
que ha colonizado, y tiene revertir ese daño.
-Lo que llama la atención es que, en su literatura,
el Sur no es sólo un espacio con el que Europa está en deuda,
sino un referente ético. Por cierto, el sur latinoamericano ha sido
especialmente receptivo a su obra...
-Todo en mi vida sucedió tarde, pero, como tuve
y sigo teniendo la suerte de una vida larga, me ha permitido vivir lo que
en circunstancias distintas no habría sido posible. Salí
por primera vez de las fronteras de mi país a los 47 años,
y he logrado viajar a toda América y descubrir esa otra isla desconocida
que yo quería tener. La relación que tengo con los lectores
latinoamericanos es extraordinaria. En México ya no soy Saramago;
soy José.
"La última novela, El hombre duplicado,
se presentó en Buenos Aires, en el teatro Colón, que es uno
de los más grandes del mundo. Caben más de 4 mil personas.
En la presentación de un libro que no es más que eso, un
libro, y no hay copas y yo no canto, y tampoco bailo, el teatro estaba
totalmente lleno y quedó gente fuera, sin poder entrar. ¿Se
imagina lo que es entrar en un teatro y encontrarse 4 mil personas sólo
por un libro? Eso generó en mí un sentimiento apabullante
de responsabilidad. No puedo defraudarlos. Lo que escribo, por tanto, es
para ellos."
-Creo que fue en México donde fundamentaba la idea
de que está en armonía con un mundo que no le gusta. Y, efectivamente,
usted es de los pocos intelectuales que dicen abiertamente lo que piensan.
-No creo que seamos tan pocos, lo que pasa es que somos
pocos los que, siendo muy conocidos, tenemos esa postura. No faltaron escritores
que criticaron abiertamente la guerra contra Irak, pero eso no trasciende,
no es noticia internacional. Se ha creado una opinión engañosa
de que sólo esos tres o cuatro que aparecen en la prensa son los
que están contra del poder. Detrás de ellos hay muchísimos.
Lo que pasa es que solemos comparar fácilmente los tiempos de ahora
con los de los años 60...
-Es que entonces, e incluso antes, había una muy
lúcida y crítica voz colectiva. Ahí están Vallejo,
Machado, Miguel Hernández, Brecht y tantos otros...
-Efectivamente, ahí la sensación de la presencia
de los intelectuales y los escritores en la sociedad, de una forma empeñada
y consciente, era algo muy evidente. Pero también es cierto que
las cosas han cambiado mucho. Imaginemos a Jean Paul Sartre hoy, cuando
de todo se habla pero nada cuenta y nada tiene demasiada importancia, o
no la tiene suficiente. Sartre, en 2003, sería uno más. No
me refiero a la importancia de su obra filosófica, sino a la de
su compromiso. A lo mejor si estuviera ahí entraría en ese
torrente de hechos y noticias, y sería por tanto, un desconocido.
Pero, bueno, de todas maneras hay que seguir haciendo.
-De todas maneras no se encuentra mucha literatura apegada
al concepto del compromiso. Es más bien la excepción y no
la regla. Y ni qué decir de quienes, como usted, lo asumen de una
manera evidente, sin actitudes vergonzantes...
-Sé que lo hago de manera evidente, pero no es
lo que llamábamos hace 30 años "mostrar abiertamente la evidencia".
Es evidente de otra forma, porque en el fondo, si escribo el Ensayo
sobre la ceguera, es a través de un pacto en el que usted acepta
que le cuente una historia en la que todo el mundo, con excepción
de una mujer, va a quedarse ciego. Si lo acepta, entonces veremos si nos
entendemos, si puedo hacerle llegar a usted lo que quiero decir. Esto en
circunstancias distintas, en épocas distintas, sería narrado
de otra forma. No es que mi novela no sea realista. Soy un escritor realista,
totalmente realista. Pero no se trata de un realismo estrecho, incapaz
de acudir a la imaginación, a la fantasía.
"Dese cuenta de que todas mis novelas arrancan o tienen
algo imposible. Empezando con Memorial del convento: Blimunda ve
más allá de la piel de la gente cuando está en ayunas.
De El año de la muerte de Ricardo Reis, mejor no hablar.
La balsa de piedra: qué idea tonta ésa de que la península
se va. En La historia del cerco de Lisboa intento demostrar que
los cruzados no ayudaron a los portugueses a conquistar Lisboa, cuando
la verdad histórica dice que sí. En El Evangelio según
Jesucristo los textos canónicos dicen que eso no ocurrió
tal como lo cuento. En Ensayo sobre la ceguera no es cierto que
toda la gente esté ciega. En La caverna decir que la "caverna
de Platón" está debajo de un centro comercial es imposible...
En El hombre duplicado, dos seres exactamente iguales, a lo largo
de toda su vida, hacen lo mismo: si uno se deja crecer el bigote, el otro
se dejará crecer el bigote; si uno tiene una cicatriz, el otro también...
Imposible. Y en la novela que estoy escribiendo ahora, Ensayo sobre
la lucidez, también pasa algo imposible. Pero de esta no te
digo nada más."
-¿Cuándo la tenemos?
-Espero terminarla en enero o febrero, y se publicará,
si todo sale bien, en abril. En esa fecha ya la tendrás, y te digo
que va a ser una sorpresa.
La justicia ¿qué es?
-Volviendo al imposible del cual me hablaba, ¿la
justicia es para usted, definitivamente, un horizonte inalcanzable?
-La justicia, ¿qué es eso?... Lo importante
para la vida del ser humano es algo que más o menos hasta ahora
ha sido inalcanzable en su plenitud. La justicia está ahí,
y parece que podría funcionar todos los días, con la libertad,
con otros atributos... Es lo que llamaría el "posibilismo de la
vida humana". El problema es que el mundo no es feliz exactamente en el
tiempo de mi vida. ¡Qué bueno sería que el mundo fuera
feliz exactamente cuando yo estoy vivo! Sin embargo, siempre he pensado
que llegará un tiempo en que la justicia no sea esa vergüenza
de mundo al que asistimos todos los días.
"Con la justicia pasa como con la democracia. Soy radical
en ese sentido: no existe eso que llamamos democracia. No existe. ¿Cómo
se puede hablar de democracia si el poder real no es democrático?
Tiene partidos políticos, parlamentos, elecciones, tienen esto y
aquello. Pero eso llega a una altura, y se queda ahí. Tú
puedes quitar un gobierno con tu voto y poner otro. Pero eso no cambia
mucho. A quienes no puedes quitar es exactamente a aquellos que influyen
en la forma determinante de tu vida. Multinacionales, finanzas internacionales...
esos poderes no están a nuestro alcance. No podemos quitar el poder
del consorcio de la Coca-Cola y poner otra cosa ahí. Por eso digo
que los gobiernos, el de Estados Unidos y los de Europa, no son más
que los comisarios políticos del poder económico.
"Por tanto, seguir hablando de democracia, cuando la situación
real de la relación de los ciudadanos con el poder pasa por lo que
describo, es un espejismo, una fachada. No es más que eso."
-Una democracia en nombre de la cual se han justificado
matanzas terribles...
-Lo peor de todo es que a nosotros nos permiten que nos
manifestemos. Muy bien. Se reúnen miles y miles de personas, millones
de personas en las calles. La gente lleva sus consignas, pone sus carteles...
Me he preguntado: ¿por qué lo permiten? Por la misma razón
que se permite cierto grado de delincuencia, esa misma que justifica la
existencia de la policía. Si la delincuencia sube, tienen un pretexto
para mantenerla y para sostener toda la parafernalia de la represión
callejera. Mientras eso se mantiene en un nivel aceptable que no pone en
riesgo nada, se acepta.
"Pero el día en que los ciudadanos digan: 'basta,
queremos algo más', y su voluntad popular se note, ya veremos qué
pasa.
"En estos tiempos millones de personas se han manifestado,
pero el señor Bush sigue diciendo lo mismo. Y el señor Aznar,
aquí en España, es una cosa absolutamente vergonzosa... Estos
señores mienten, con toda la impunidad que el poder les da. En España,
por ejemplo, los debates parlamentarios son una especie de circo, en el
que se notan perfectamente tres sexos: el femenino, el masculino y el político."
-El caso de España es paradigmático. Más
de 90 por ciento de la población manifestó su desacuerdo
con la intervención militar en Irak, y de todas formas el país
se fue a la guerra...
-Sí, pero no se olvide de una importante contradicción:
a la hora de votar se han manifestado en favor del gobierno de Aznar. ¿Qué
cambió? Nada.
-Rosa Regás asegura que lo que pasa es que el fascismo
no fue derrotado en España, y sus mecanismos de control funcionan,
y muy bien...
-Si lo miras así, yo diría algo más:
el fascismo no se ha ido de Europa. Mira lo que sucede en Portugal. Mira
Italia, que es un espectáculo absolutamente deprimente. Un señor
llamado Berlusconi, que posee una de las fortunas más grandes de
ese país, tomó el poder de forma descarada, con un parlamento
-supuesto representante del pueblo- que hizo un servicio sucio a este hombre.
El juez Antonio Di Pietro decía hace un año que en Italia
la corrupción política había terminado. ¿Cómo
es eso?, le preguntaban. Y él lo explicaba de forma clarísima:
el poder económico necesitaba corromper a los políticos para
que éstos hicieran lo que al poder económico le venía
bien. Pero ahora se acabó, porque el poder económico ocupó
el poder político. Por tanto, ya no tiene necesidad de corromper
a nadie. El es el poder.
"En el caso de Italia es obvio, descarado. En otros casos,
similar. Lo peor de todo es la máquina para sostener ese estado
de cosas: la prensa. Y en esa maquinaria está también la
que tiene un pensamiento aparentemente más progresista, que miente
igual. De modo que volvemos al tema: no hay nadie en estos momentos que
esté dispuesto a enfrentarse a la realidad de que la democracia
no existe.Lo más trágico es que, aun sabiéndolo -en
el fondo todo el mundo lo sabe-, de un lado y del otro se portan como si,
efectivamente, la democracia existiera. Es como la relación con
Dios: la Iglesia está consciente de que Dios no existe, pero para
que se mantenga tiene que hacer el cuento. Y hace el cuento. Lo que ocurre
en la vida de los dioses ocurre también en la vida civil: todos
sabemos que lo que está ahí no es una democracia. Hay formas,
rituales "democráticos", pero en la sustancia eso no es democracia.
-No quedan dudas: Saramago sigue siendo "un comunista
recalcitrante", como lo llamó L'Osservatore Romano.
-Así me llamaron, pero yo diría mejor que
soy un comunista libertario. Alguien que defiende la libertad de no aceptar
todo lo que venga, sino que asume el compromiso junto con tres preguntas
que deben ser nuestras guías en la vida: ¿por qué?,
¿para qué?, ¿para quién? Esas son las tres
preguntas básicas y, efectivamente, uno puede aceptar un conjunto
de reglas y acatarlas disciplinadamente, pero tiene que mantener la libertad
de preguntar: ¿por qué? ¿para qué? ¿para
quién?
-Y habiéndose hecho las preguntas, ¿ha prefigurado
a partir de ahí alguna utopía?
-Le confieso que hay dos palabras que no me gustan nada:
'utopía' y 'esperanza'. Y no me gusta 'utopía' porque la
palabra lo está diciendo: es algo que está en algún
lugar que no se sabe dónde. Es algo que siempre se está posponiendo,
como: 'llegará el tiempo en que uno será feliz, no habrá
hambre y la justicia respetará la dignidad humana'. Todas esas cosas
tontas, toda esa retórica que ya cansa. Eso no es para ahora. Lo
vas a tener. ¿Y cómo sabes tú que lo vas a tener?
¿Por qué me prometes para 2400 algo que no sabes? No digas
que está ahí, esperándome. Dime mejor qué estás
haciendo hoy, ahora, y si lo que estás haciendo hoy, ahora, va en
esa dirección. Si es así, estupendo. Vamos a trabajar, sabiendo
que hay árboles que plantamos y que tal vez su sombra no nos acoja,
porque su crecimiento es muy lento, y que tal vez tampoco comeremos de
su fruto. Pero, no obstante, lo plantamos porque esperará algún
día por otros.
-Eso significa, que usted de todas formas no es tan pesimista
como lo pintan...
-El problema, Rosa, es que el mundo no muestra ese espíritu
del cual te hablaba. Digo que hemos llegado al final de una civilización,
y sobre lo que viene después no tenemos ninguna idea. Puede incluso
que en el futuro sobrevenga un nuevo arrianismo. ¿Quiénes
se van a beneficiar, por ejemplo, de la ingeniería genética?
¿Los que se están muriendo de hambre en este mundo? (Por
cierto, ¿sabe que cada cuatro segundos se muere alguien de hambre?)
¿Se beneficiarán los hambrientos con la ingeniería
genética, o los otros, los altos, guapos y rubios?
-De eso habló en Israel y se armó un escándalo
tremendo.
-Cuando afirmé que el espíritu de Auschwitz
estaba en Ramallah, di una entrevista a la Televisión del Ejército
israelí, y los dos periodistas, militares, un chico y una chica
de unos 20 años, eran algo inusitado. No he visto nunca en mi vida
dos personas más guapas que aquellas. Eran la perfección
racial lograda por Sharon, esa bestia gorda, inmensa, deforme, que con
ellos me enviaba una especie de mensaje: "conmigo la juventud será
mucho mejor".
"Recordaba después que, en una anterior visita
mía a Israel, conocí a otro tipo de judío, en el norte,
en los montes del Golán. Encontré una judía de Etiopía.
En una pequeña alfarería, ella hacía unos muñequitos
de barro -tengo dos aquí en casa-. Esa mujer no tenía nada
que ver con la juventud esplendorosa, rubia, la de esa chica y ese chico.
Y me preguntaba: ¿por qué tuvieron tanto cuidado en enviar
a dos deslumbrantes representantes de la sociedad militar? Nada tenían
que ver con la discreción con que mantienen a esa mujer negra. O
a lo mejor sí. Quién sabe. Lo que para mí estuvo claro
es que ella echaba de menos a su tierra, un lugar abrumado por el hambre
y la miseria, pero en Golán tendría un plato de comida, sin
problemas. Pero, ¿qué especie de judía era aquella
al lado de los demás? Nada."
-El racismo siempre esconde este tipo de tragedias...
-Por eso digo que la prioridad absoluta tiene que ser
el ser humano. Por encima de esa, no reconozco ninguna otra prioridad.
Parecería idealista, pero sin eso, ¿qué puede importarme
el universo?
"Si pensamos en los problemas que tiene este planeta,
de qué puede servir a la solución de nuestros problemas ir
a Marte, o tener una sonda más o una menos. Se puede viajar por
el universo todo, eso es estupendo, y hay que proponérselo. Aun
eso de ir a una galaxia que está a 5 mil millones de años
luz. Pero antes, por favor, resolvamos los problemas de aquí mismo.
"Otro ejemplo. Ahora todo el mundo anda preocupadísimo
por el agua que hay en Marte. ¿Y la de aquí, que está
contaminada, un desastre del que no se salvan los ríos, ni los mares?
Todo esto sería cómico si no fuera trágico. La obscenidad
mayor no es la pornografía; es que se pueda morir alguien de hambre.
Eso sí que es obsceno. Te repito: prioridad absoluta para el ser
humano. Después veremos qué pasa."
-Terminemos rescatando algún sentido para las palabras
que nos han sido robadas, como dice Eduardo Galeano. Quiero invitarlo a
que las recomponga o les dé su propio significado...
-Bien...
-Izquierda.
-Duda.
-Derechos humanos.
-Te doy una respuesta más larga. Le diría
a los partidos izquierda que todo lo que se le puede proponer a la gente
está contenido en un documento burgués que se llama Declaración
de los derechos humanos, aprobado en 1948 en Nueva York. No se casen
con más propuestas. No se casen con más programas. Todo está
dicho allí. Háganlo. Cúmplanlo.
-FMI.
-Los dueños del dinero.
-Libertad.
-A por ella.
-Saramago.
-Hace lo que puede.
-Cuba.
-Yo no he roto con Cuba. Sigo siendo un amigo de Cuba,
pero me reservo el derecho de decir lo que pienso, y decirlo cuando entienda
que debo decirlo.
Especial para Juventud Rebelde,
La Jornada y Cubadebate
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