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México D.F. Lunes 6 de octubre de 2003

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Prohibido terminar con dignidad

"ADIE ESTA EXENTO de decir estupideces, lo grave es decirlas con énfasis", dejó dicho Montaigne, anticipando los bandazos que en su patria, es decir, el mundo, seguiría dando la razón cada vez que intencionadamente es separada del corazón.

CUANDO A LA racionalidad, incluida la justicia, se le despoja de su complemento necesario, el corazón, aquella se deshumaniza, hasta suprimir en el individuo lo más esencial de su naturaleza: la capacidad de pensar con amor y de amar con discernimiento. De ahí la agudeza intemporal de Stirner cuando afirma que "el Estado llama ley a su propia violencia y crimen a la del individuo".

EN SU AFAN por preservarse, el Estado se pretende racional, al tiempo que impone a los individuos trato de irracionales, es decir, de brutos, carentes no sólo de razón sino también de espíritu, de voluntad, amor, compasión, buen gusto, criterio y libertad, excepto para tener hijos y trabajar duro, si hay trabajo. Condenar a muerte es también prerrogativa del Estado, sea por enajenación, por hambre, en una prisión o en el campo de batalla. Paradójicamente, "preservar la vida" es otra de sus nobles tareas, de ahí su rechazo a priori a toda forma de suicidio.

POR ESO NO sorprende la respuesta burocrática del Estado francés en el caso del joven tetrapléjico de 22 años, Vincent Humbert, quien murió, por fin, en el hospital de Berck-sur-Mer (norte) el viernes 26 de septiembre, gracias a la elemental humanidad del equipo médico que lo atendía de ya no reanimarlo, luego de dos días de haber entrado en coma a raíz de que Marie, la madre de Vincent, lograra inyectarle barbitúricos, cumpliendo con sus deseos de ya no seguir "viviendo", con sus facultades mentales pero paralizado de los cuatro miembros, mudo y casi ciego, a consecuencia del accidente vial sufrido hace tres años.

PARA LA MADRE se había pedido cadena perpetua, pero el pasado primero de octubre Frederic Chaussoy, jefe del Servicio de Reanimación del citado hospital, se responsabilizó de haber desconectado personalmente el respirador artificial, si bien tras la decisión tomada por el equipo médico, atendiendo al deseo de respetar la voluntad de Vincent y a no prolongar más el ensañamiento terapéutico.

"LA VIDA NO pertenece a los políticos -se apresuró a declarar el jefe de Gobierno, Jean-Pierre Raffarin-. Debemos ser muy prudentes sobre la perspectiva de un debate en el Parlamento, ya que no se puede legislar a partir de situaciones extraordinarias". Con todo, la lucha personal de Vincent y su madre en favor de la humanización de la muerte, apenas empieza.

MAS QUE ESTAR o no de acuerdo con la eutanasia, el suicidio asistido o la muerte digna, el Estado debería reconocer que el ser humano, en su libertad responsable, no sólo tiene el derecho -otorgado por su naturaleza, no por una constitución- a mejorar su calidad de vida, sino también a mejorar su calidad de muerte, entendida como parte de la vida, no como su negación, y como conquista de la lenta, ardua evolución de la conciencia humana.

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