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México D.F. Sábado 4 de octubre de 2003

68/ EXPEDIENTE ABIERTO

Analizan en foro el legado de las movilizaciones populares de hace 35 años

Instan ex activistas a unir esfuerzos para solucionar problemas nacionales

La coherencia del movimiento estudiantil debe impulsar hoy la participación social, señalan

JOSE GALAN

A 35 años de los sucesos del 2 de octubre de 1968, el gran legado es considerar estrategias y proyectos de interés nacional y buscar soluciones a la realidad mexicana mediante la unificación de esfuerzos, la organización y la disciplina que caracterizaron el trabajo del entonces Consejo Nacional de Huelga (CNH), como se ha hecho ahora en los juicios de responsabilidad penal contra quienes causaron la matanza de Tlatelolco, coincidieron ex activistas del CNH en el foro A 35 años del 2 de octubre de 1968, su legado, organizado por La Jornada y Casa Lamm.

Las vanguardias y movimientos políticos actuales, herederos en gran medida de las movilizaciones populares del 68, deben buscar la unificación de fuerzas con un propósito claro: construir un programa de transformaciones y cambios en áreas, como la energética, del agua, la salud y la educación. Fue la coherencia demostrada por una generación entera, la de 1968, la que debe impulsar de nuevo la participación social en México.

Ante un auditorio lleno, Raúl Alvarez Garín, Félix Hernández Gamundi, Sergio Zermeño y Raúl Jardón recordaron que el movimiento estudiantil de entonces estaba constituido por base y no cúpula, en un verdadero ejercicio democrático que partía de hasta dos o tres asambleas por aula, y en el que los 265 delegados transmitían verdaderamente el sentir de los estudiantes, y no las políticas de cúpula.

Alvarez Garín narró que al término del movimiento, luego de Tlatelolco, había un desgarre interno, conflictos, y no se sabía por dónde actuar: "Estábamos confrontados. Era una situación muy difícil. Los que estábamos en la cárcel teníamos una visión muy limitada, y quienes estaban en la calle sufrían presiones enormes". Recordó que el primer balance del movimiento se hizo "luego luego", y que el manifiesto que elaboraron Roberto Escudero y Gerardo Estrada "fue el más completo".

Luego surgieron cuatro corrientes de balance -prosiguió-, gracias a que el movimiento produjo "decenas de miles de militantes": un sector que afirmó que el movimiento fracasó por la falta de participación obrera, por lo que era necesario retomar el trabajo dentro de los sindicatos; otro sostuvo la necesidad de ir al pueblo y organizar el trabajo de los campesinos; otra corriente política expuso que el movimiento fue derrotado porque no concitó apoyo popular y calificó al movimiento estudiantil de "democratoide" y que desarrolló los grupos de lucha armada, formado en parte por miembros de las juventudes comunistas o de las barriadas.

Y otro -concluyó-, sin gran éxito organizativo, que pretendía recoger la reciente experiencia para actuar en grandes frentes, con una organización política dirigente. "Estas grandes corrientes se despliegan durante mucho tiempo para emprender diversos proyectos estratégicos. Su momento más importante es cuando se forman las grandes centrales, por ejemplo la Coordinadora Nacional Plan de Ayala, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, o la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular.

Para Raúl Jardón el legado se divide en dos ramas: los militantes que participaron en los movimientos populares, de resistencia, de masas, y quienes se incorporaron a las estructuras del poder. Pero las formas democráticas, directas y participativas del movimiento "hicieron de un conjunto de cientos de miles de estudiantes una comunidad". Agregó que la coherencia fue el resultado de la lucha hacia afuera en combinación con sus formas de organización interna, y que más allá de las cúpulas, lo que dio homogeneidad al movimiento fue el impulso de esa comunidad desde abajo, es decir, desde las bases, "y aquí hay un paralelismo con el movimiento zapatista".

Sergio Zermeño, quien tomó la palabra en primer lugar, advirtió que "el movimiento no fue unificado sino heterogéneo", y que ligó a la juventud universitaria con la de prevocacional y vocacional, "lo que generó una gran potencia de ruptura", buscando algún tipo de democracia libertaria al ligarse a la manifestación del 26 de julio de 1968 que iba al Zócalo capitalino, donde se generó una gran reyerta y cuatro días de violencia, en la que los granaderos se vieron rebasados y tuvo que intervenir el Ejército.

Luego de hacer un repaso de los actores clave, habló de las corrientes surgidas del movimiento: el sindicalismo universitario; los partidos políticos de los años 70 y 80 como el PARM y, lo más importante, un movimiento maoísta de políticas populares, que terminó en las corrientes Línea de Masas y Línea Proletaria, que posteriormente fueron a trabajar con el pueblo, en las colonias populares. Y se preguntó: "¿El 68 fue ruptura o terminó siendo un adecuador del sistema político mexicano?"

Hernández Gamundi afirmó que falta analizar la visión de los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y de otros sectores de esa casa de estudios, que tuvo que combatir por su propia sobrevivencia. Recordó las luchas de alumnos de escuelas agrarias, como la Hermanos Escobar, en Chihuahua, a modo de antecedente de lo que vendría después, cuya organización permitió en 68 la coordinación del movimiento estudiantil y una dirección estudiantil colectiva totalmente democrática. 

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