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México D.F. Domingo 28 de septiembre de 2003
ENTRE LA PRIVATIZACION LLANA Y LA OBLICUA
Como
en el cuento del abate goloso que quería comer cordero en cuaresma
y, para no parecer pecador, bautizó al mamífero dándole
el nombre de carpa, hay quienes pretenden disfrazar su intento de privatización
real de la energía eléctrica poniéndole otro nombre.
No es que hayan desaparecido los que, como el coordinador
de la bancada panista en la Cámara de Diputados, Francisco Barrio
Terrazas, insisten en el ataque frontal y piden modificar la Constitución
para que las empresas privadas participen en la generación de energía
con el argumento de que el Estado (que destina los fondos al Instituto
de Protección al Ahorro Bancario) no dispone de los 60 mil millones
de dólares necesarios para renovar la infraestructura. Sin embargo,
quienes parten lanza en ristre son cada vez menos y, en cambio, aumenta
el número de los que creen más realista una maniobra envolvente
para lograr el mismo fin.
Por ejemplo, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido
Revolucionario Institucional, por boca de David Penchyna Grub, secretario
técnico del Consejo Político Nacional, anunció que
ese partido redactará un proyecto de reforma que rechace la privatización
de la infraestructura actual, a cargo de la Comisión Federal de
Electricidad (CFE), pero permita en cambio la participación del
capital privado en la construcción de una nueva. En pocas palabras:
frente a una empresa estatal crecientemente obsoleta por la falta de renovación
de sus instalaciones, funcionaría una especie de empresa paralela,
más moderna, que se llevaría paulatinamente la parte del
león en la generación y distribución de energía.
La aparición en el mercado nacional de empresas
poderosas respaldadas por trasnacionales pondría en riesgo la existencia
misma de las estratégicas empresas energéticas del país,
que podrían tener la misma suerte que las empresas mexicanas del
calzado o textil, borradas por la competencia desigual. Si se quiere, en
cambio, que la CFE y Petróleos Mexicanos (Pemex) se capitalicen,
investiguen e inviertan, hay que darles más autonomía en
la utilización de sus recursos, asimismo el Estado debe recaudar
impuestos -haciendo pagar a quienes deben- en vez de seguir el camino fácil
de "ordeñar" el sector energético nacional.
Sin embargo, es difícil que esa línea de
privatización subrepticia consiga unanimidad en ambos partidos oficiales
(el PAN y el PRI seudopositor). Por ejemplo, el senador Manuel Bartlett
se encuentra ahora del mismo lado del PRD y de los trabajadores electricistas,
con los cuales llama a una movilización popular contra la privatización
de la electricidad. Este frente sindical-político sin duda hará
difíciles las negociaciones entre la cúpula del PRI y el
gabinete ministerial, y quitará peso a las continuas ofertas del
presidente Fox en el extranjero dirigidas a las grandes empresas eléctricas
o petroleras.
Sobre todo porque los casos de la CFE y de Pemex interesan
profundamente a la mayoría de los mexicanos, que saben que ambas
empresas son base de la economía nacional y conocen también,
a la luz de los resultados del sector privado en el campo energético
en California (Enron), que la regulación estatal de la energía
permite un servicio más seguro y más barato. De modo que
la batalla no se dará solamente en los afelpados recintos parlamentarios,
sino también, cada vez más, en toda la sociedad, no importa
cuáles sean los acuerdos entre la dirección del PRI y la
Presidencia de la República.
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